LA INVASIÓN DE LOS LADRONES
DE CUERPOS
JORGE BEZARES
Después de escuchar
a Pablo Casado insultar por cielo, tierra y mar a Pedro Sánchez un día sí y
otro también –traidor, felón, ilegítimo, deslegitimado, mentiroso compulsivo,
irresponsable, ridículo, adalid de la ruptura de España, incapaz, desleal,
catástrofe, ególatra, rehén, chovinista del poder- llegué a la conclusión de
que algo raro estaba pasando en el seno del PP.
Así que ayer mismo,
disfrazado de militante de Alianza Popular –abrigo Loden verde caqui, gorro del
mismo color con una pluma de gaviota, pantalones colorados, bigotito franquista
y dos toneladas y media de gomina- me colé en la sede nacional sin ningún
problema. Creyeron que era de Vox y hasta me hicieron la ola.
Después de varias horas
platicando con dirigentes y servidores del PP -sin dejarme atrás ni a los de la
planta de Luis Bárcenas- llegué a la conclusión de que en el número 13 de
Génova se estaba produciendo un episodio claro de Invasion of the Body
Snatchers,y le remití todas mis notas a Iker Jiménez para ver si podía
enjaretar un serial en DecimoQuinto Milenio.
En ellas, le
explicaba que estaba totalmente convencido de que en el caso concreto del
presidente del Partido Popular, los invasores marcianos habían introducido a un
auténtico niñato en vez de a un Speedy González del Derecho y de los másteres
clandestinos, que es lo que reclamaba en verdad su body.
Solo así se explica
que Casado, embutido en un niñato, saliera también por peteneras con el aborto,
situando a la mujer en el centro del universo como una gallina ponedera de mano
de obra barata. ¡Mira que son hijos de puta los marcianitos estos!
Pero a Pedro
Sánchez, a propósito de esa cagada llamada relator –sí, es una ocurrencia que
huele fatal-, también le han dado los suyos; es decir, los socialistas o algo
por el estilo.
Como ya escribí,
Guerra, que ha pasado de descamisado a camisa vieja, fue el primero de
endiñarle fuerte a Pedro Sánchez por casi todo; hasta se burló del libro que
publicará –otra ocurrencia pestilente-. En fin, sangra por la herida de la
Fundación Pablo Iglesias, tiene que vender su nuevo libro y, sobre todo, se
olvidó completamente de cuando él se ponía el PSOE y España por montera y su
hermano era su hermano en la Delegación del Gobierno de Sevilla y en la costa
de Barbate.
A Guerra le siguió
Felipe González, sentado informalmente en una silla vulgar en su Fundación,
como a porta gayola. También le dio para ir pasando a Pedro Sánchez, a quien
acusó directamente de degradar las instituciones. Eso le pasa al presidente del
Gobierno por seguir sus consejos en el relío venezolano, donde dicho sea de
paso Felipe González ha actuado a favor de la oposición a Maduro sin cobrar ni
un peso, puro altruismo lo suyo. Lo contrario es ¡calumnia, pura calumnia!
Y no digo nada de
los GAL, porque se me corta la mayonesa.
En estos dos casos
no he podido apreciar invasión marciana alguna; si acaso, una vejez chunga pero
bien remunerada.
Y después están mis
preferidos, los barones críticos, entre los que destacan por su contumacia el
castellano-manchego Emiliano García-Page y el aragonés Javier Lambán, que no
podían faltar a una nueva cita contra Pedro Sánchez.
Estos señores no
están invadidos y todavía no están cercanos a la vejez, pero en algún momento
de sus vidas debieron ser abducidos y reseteados malamente; tan malamente que
son desleales con avaricia y más de derechas que el prior del Valle de los
Caídos.
O recibieron una
pedrada de chiquillos.
Con este publiquito
no me extraña que Casado cuente para una eventual moción de censura con los
diputados socialistas afines a Guerra, a Felipe y a estos barones a la violeta.
Afortunadamente
para Pedro Sánchez, los diputados del PNV, fundamentales para que prospere la
intentona de Casado, son harina de otro costal; son gente leal y seria, muy
seria.
Por cierto, ¿saben
ustedes quién inventó la imprenta? Johannes Gutenberg, claro. Lo sabe hasta un
niño, ¿no? Pues bien, en Moncloa, los sabios periodistas llegados de la mano de
Miguel Ángel Oliver creen que, en verdad, fue uno de ellos (incluido en las
quinielas el tal Iván Redondo). Así no es extraño que Villadiegos sea el camino
de moda en esos palacios de poder entre la clase media y trabajadora (muy
cualificada) del oficio.
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