DEMOCRACIA, FASCISMO Y
JUEGOS DE PODER
POR PATROCINIO NAVARRO VALERO
¿ Qué clase de
organización política hace posible la paz, la justicia social y el bienestar de
todos? Es lugar común que la democracia es la menos mala de las posibilidades
para conseguir todo eso. Pero la democracia, por no estar gestionada desde
abajo, sino desde arriba, no consigue el bien común.
Algunas personas
nos interesamos por la justicia, la libertad, la unidad, la paz y todos
aquellos valores sin los cuales la vida nos resultaría penosa, triste, y para
muchos insoportable, y por eso hay hasta suicidios. Nadie protesta, se
manifiesta, se margina socialmente o se suicida por ser feliz, por disponer de
lo necesario para vivir, por ser amado o por gozar de libertad.
¿ Qué clase de
organización política hace posible la paz, la justicia social y el bienestar de
todos? Es lugar común considerar que la democracia es la menos mala de las
posibilidades para conseguir todo eso. Pero… la democracia, por no estar
gestionada desde abajo, sino desde arriba como poder delegado, no ha conseguido
en ninguna parte la paz, la justicia o el bienestar para todos,sino para
algunos. Por otra parte, cada persona tiene asuntos por gestionar en su propia
conciencia. Y esos asuntos por resolver en cada conciencia individual terminan
a su vez por confluir inevitablemente hacia la vida colectiva imprimiéndole
carácter. Por eso cada nación tiene el suyo y la humanidad el resultado global.
Por desgracia, el balance es negativo y afecta negativamente no solo a la
humanidad, sino al propio Planeta Tierra y a todas sus formas de vida.
Si prevalece el
pensamiento egoísta entre las gentes como problema de conciencia sin resolver
colectivamente ¿ cómo puede esperarse que exista una democracia social, una
justicia distributiva correcta, un bienestar sin excluidos? Quien anda por la
vida con ansias de poder, desprecia al semejante, es proclive a la violencia,
la codicia o el deseo de reconocimiento, que son enfermedades del alma,
contribuye a crear conflictos y enfrentamientos y empuja a otros a sufrir por
su causa. Esto es especialmente peligroso cuando gente de esas características
acceden al poder político.
Sin embargo, la
política es necesaria para garantizar unos mínimos de convivencia ordenada,
pero ¿cómo ?…
Se debería conseguir por métodos pacíficos que
diferentes posturas ideológicas existentes en la sociedad como consecuencia de
los diferentes niveles de riqueza y de conciencia ética y social sean capaces
de llegar a acuerdos. La mayoría, sin embargo, buscan con la política su propio
provecho, y otros, los menos, el bienestar de los ciudadanos. En esencia, este
es el esquema de la lucha política.
El bienestar de
todos los ciudadanos debería ser la meta de la acción política, de los partidos
políticos y de los gobernantes. Difícilmente estaría en contra de este punto de
vista una persona de buena voluntad y amante del bien ajeno tanto como del
propio. Sin embargo, la vida política no parece tener mucho que ver con la
buena voluntad de las buenas gentes y se presta a muchas trampas a causa del
poder de los ricos y de la escasa conciencia ética y social de las mayorías que
no apoyan fácilmente, oh paradoja, a quienes están de su parte. Esto favorece a
los políticos conservadores, que son los subvencionados por los ricos y aspiran
a gobernar con espíritu continuista de sus ambiciones y de su poder, aunque lo
disfracen con palabras como democracia, patria, o la defensa de una bandera.
Porque el continuismo es continuidad: de las desigualdades, de las injusticias,
de la violencia y de las restricciones en todos los terrenos.
II
Política
sucia contra pretensiones decentes
Uno con buen
corazón y despistado podría pensar que la competencia por el poder político que
observa en las televisiones es una especie de celo bienhechor, que cada partido
quiere superar al otro en mejorar el bienestar, la salud, la educación, la
libertad o la justicia de las personas bajo su mandato. Pero si alguien piensa
esto es que vive en una realidad virtual como la que cuentan esos mismos
telediarios. Y aunque tenga el mejor corazón del mundo quien piensa así, puede
tener la inteligencia en estado de hibernación.
La dura realidad,
la de verdad, nos muestra que la política tal como es ejercida hoy – da igual
el país de que se trate- es un arte sucio, vil, rastrero, donde los partidos
mayoritarios representan a distintos grupos de poder financiero, industrial y
mediático. Cada uno de esos grupos de poder tiene su propia expresión política
y su partido o partidos representativos. ¿ Alguien creía otra cosa?
La única excepción
la constituyen esas minorías parlamentarias que no gozan nunca de poder
económico más allá de las cuotas de sus socios, pero tienen una elevada
conciencia de las necesidades reales de las gentes, o de la Tierra y sus formas
de vida, y actúan en su defensa. Esta es la posición más difícil, porque no
solo tienen el handicap económico, sino la oposición incesante y feroz del
sistema de poder dominante -continuista, conservador y nunca conservacionista-
y el poder mediático, sino también a la débil conciencia social de mayorías
bombardeadas a diario para que desconfíen de quienes buscan el modo de mejorar
de verdad la vida colectiva. Así, la opción más favorable para cambios reales
viene siendo la menos valorada o está ausente en las encuestas, y sus líderes
mirados con desconfianza o simplemente ni aparecen en los medios.
Los llamados medios
de comunicación de masas, los falsimedia, con sus tramposas y torticeras
informaciones deformantes al servicio de los ricos, hacen que la opinión
pública sea en realidad la opinión del bando más conservador. No hay más que
ver las encuestas que se hacen en esos medios, donde se elude cuidadosamente el
preguntar ciertas cosas para no tener respuestas que no les convengan.
No importa que los
partidos organizados se llamen conservadores o progresistas; demócratas o
republicanos y otras denominaciones de origen. Todo eso son tan solo
indicaciones livianas. Se usan coloquialmente para hacernos pensar que la
derecha, los conservadores con todas sus siglas, representa a los ricos, la
izquierda en todas sus versiones a los trabajadores y pobres, dejando el centro
para que cada uno defienda que no es extremista y que está dispuesto a ser
moderado y a no asustar a nadie si alcanza el poder. Pero no existe otro centro
que el ego de los poderosos.
III
Siempre es un juego
El nombre de los
equipos que se disputan el poder para asegurar el continuismo del sistema no
definen nunca sus verdaderas intenciones de fondo, y solo son útiles para poder
cambiar de vez en cuando las reglas del juego y las fotos de los jugadores. Ese
juego, por desgracia, nos deja a un lado a los pueblos como beneficiarios,
porque no es el juego de la verdadera política, no es el de la acción
cooperativa por hacer mejor la vida de los ciudadanos, sino la pugna, a menudo
descarnada, por ocupar poder, gozar de privilegios económicos, sociales y
personales de los que consiguen los votos, y nada más. Pero eso no es política.
La verdadera política, que es acción transformadora a favor de los que sufren,
y del mundo animal, vegetal, mineral, no tiene mucho espacio visible en los
medios. Sus objetivos son poco explicitados, ninguneados o expuestos como
utopías, cuando no objeto de burlas, mientras se magnifican sus contrarios, y
hasta se subvencionan, como ocurre con las corridas de toros o la ganadería
extensiva a pesar de la crueldad de lo primero y la alta responsabilidad de la
segunda en el cambio climático.
Los Parlamentos
nacionales, las catedrales de la Democracia, que es el nombre oficial de la
casa de juegos del poder, sus señorías han perdido la capacidad de tomar decisiones
autónomas sin contar con datos foráneos, porque las directrices se hallan
fuera, en Bruselas, en EEUU, en la Bolsa y en el poder persuasivo de los
falsimedia en todas partes. Por obra y desgracia de todos ellos, la política,
degradada, se ha rebajado a politiqueo. Y el politiqueo ocupa hoy el lugar de
la política y el tiempo de políticos, tertulianos y otras gentes que interese
sacar a la palestra. El politiqueo convoca a manifestarse por cosas como el “ A
por ellos”, o Unidad de España, que nada tienen que ver con la calidad de vida,
los salarios dignos o la vejez bien pensionada, el, la educación, la salud, el
bienestar o la justicia. Eso al politiqueo conservador no le interesa. Solo le
interesa el poder para seguir haciendo lo de siempre: arrimar el ascua a su
sardina y dejar a los demás con lo puesto.
IV
La caja de
Pandora del extremismo conservador
Cuando las clases
populares se vuelven exigentes y pugnan por mayores cuotas de bienestar,
libertad, independencia o poder, los ricos ven peligrar sus cálculos de
beneficios, lo que les produce nerviosismo y les lleva a crear leyes
restrictivas de derechos, recortes, y otras, como estamos viendo en Francia, en
España o en Italia, países donde se ha abierto la caja de Pandora del fascismo.
El fascismo,
expresión extrema del poder de los ricos, asustados por las consecuencias
sociales de su mano dura neoliberal y el aumento de la contestación, es un
grito de miedo ante el poder popular. Y el miedo del fascismo todos sabemos en
qué se convierte. Basta mirar un poco de su historia. Lo vimos en la Alemania
nazi, en la Italia fascista, en varios países latinos, entre ellos Argentina o
Chile, en el franquismo español y ahora,
en estos días, en el neofranquismo que asoma desde sus balcones rojigualdos en
el horizonte político español su rostro sucio y su historia fúnebre para
hacernos creer que son salvadores de algo. Pero lo único que desean es salvar
sus paraísos fiscales y sus ideas ultraconservadoras, que lo único que
desean ultraconservar son privilegios amparándose en la ignorancia de
las gentes y queriendo volver a su
pasado nostálgico y vacío, violento y chulesco.
Que no esperen
los españoles que esta nueva versión del trio de las Azores, vayan a dar
otra cosa que lo que ellos mismos tienen tienen: miedo,mentiras,
corrupción, robos y pasado, mucho pasado. Es que no tienen otra cosa, a no ser
que sean paraísos fiscales y privilegios judiciales. Eso, y mucha propaganda
mediática a su favor
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