CUARENTA Y CUATRO AÑOS PERDIDOS
POR BENITO SACALUGA
Hoy y ahora, 85
años después, el panorama politico español da la sensación de ser un “remake”
de lo sucedido en 1933/1934, una nueva versión actualizada y a color de lo que
llevó a España a un desastre total, deberíamos preguntarnos seriamente las
razones de esta involución.
Corría el mes de
marzo de 1933, España era una República y la izquierda política española se
impuso la tarea de llevar a la práctica los valores republicanos más
esenciales: Libertad, Justicia Social y Solidaridad. Solo hacía dos años que la
monarquía había sido desterrada y los terratenientes y el clero veían como día
a día mermaban sus ancestrales privilegios, al mismo tiempo y al mismo ritmo
que crecían los derechos y expectativas de la clase proletaria, de esos
españoles que no disponiendo de medios propios de producción han de vender su
fuerza de trabajo a cambio de un salario. Se creaban escuelas e institutos, el
exacerbado analfabetismo que existía en España iniciaba una línea descendente.
España dejó de tener una religión oficial (catolicismo), la iglesia perdía privilegios y su influencia adoctrinadora perdía fuerza. El Ejército permanecía en sus cuarteles, expectante. La gran labor de construir un nuevo estado y un proyecto de país moderno y democrático estaba en marcha y, aunque lentamente, el proyecto iba tomando cuerpo de realidad, esperanzando a esas clases proletarias a las que antes me he referido, y lo hacia muy al pesar de la derecha política, una derecha que más que una legitima oposición lo que anhelaba era una completa involución. En ese mes de marzo nacía la Confederación Española de Derechas Autónomas (C.E.D.A), integrada por 19 partidos nacionales, todos de derechas y todos católicos.
España dejó de tener una religión oficial (catolicismo), la iglesia perdía privilegios y su influencia adoctrinadora perdía fuerza. El Ejército permanecía en sus cuarteles, expectante. La gran labor de construir un nuevo estado y un proyecto de país moderno y democrático estaba en marcha y, aunque lentamente, el proyecto iba tomando cuerpo de realidad, esperanzando a esas clases proletarias a las que antes me he referido, y lo hacia muy al pesar de la derecha política, una derecha que más que una legitima oposición lo que anhelaba era una completa involución. En ese mes de marzo nacía la Confederación Española de Derechas Autónomas (C.E.D.A), integrada por 19 partidos nacionales, todos de derechas y todos católicos.
Pero ¿quién o qué
era la CEDA y que pretendía?. Ante la reciente aparición de Vox y Ciudadanos
(C’s) y la salida del armario del Partido Popular (PP), y sus verdaderos
objetivos, puestos día a día de manifiesto, es imposible abstraerse de lo que
fue la CEDA, de la gran similitud de ésta con los tres partidos políticos
citados. El líder de la CEDA, Gil Robles, bebió de los medios de propaganda
política de los nazis, para ello visitó en varias ocasiones la Alemania de
Hitler, asistiendo a congresos del partido nazi. Su ideología, la declarada, se
basaba en un exacerbado contrarreformismo de signo católico, el antiliberalismo
político y el fundamentalismo moral.
Gil Robles, definía
a su partido, a la CEDA, como una organización nacida para proteger a la
religión, la familia y la propiedad, con el propósito firme de dar a España una verdadera
unidad, un nuevo espíritu. Para Gil Robles, y según lo por él declarado, “…la
democracia no es un fin sino un medio para la conquista del nuevo Estado.
Cuando llegue el momento, ya sea a través del parlamento, la eliminaremos” . En
los mítines de la CEDA, organizados al más puro estilo fascista de la época, se
anunciaba con pasión una marcha sobre Madrid para hacerse con el poder por la
fuerza.
No son pocos los
historiadores que han calificado a la CEDA como una organización de inspiración
fascista. En el parlamento español nunca dejaron de apoyar abiertamente a los
regímenes fascistas de
Italia y Alemania. Con ese discurso y esos planes, la CEDA, en coalición con varios
partidos, entre ellos el monárquico Renovación Española, obtuvo 115 escaños en las elecciones de noviembre de 1933,
lo que la convirtió en la primera fuerza política del Parlamento, aunque sin
escaños ni apoyos suficientes para formar Gobierno. No pudo formar Gobierno,
pero si formar parte del constituido por el radical Lerroux, tres miembros de
la CEDA fueron nombrados ministros. Comenzaron las paralizaciones, cuando no
anulaciones, de las políticas sociales y económicas emprendidas, el Bienio
Negro se adueñó de España. A los pocos
meses vino la fracasada huelga revolucionaria de octubre de 1934, y al mismo
tiempo, en Barcelona, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña presidido por
Lluís Companys, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), proclama el Estado
Catalán, también fracasado, y sus líderes acaban en prisión.
La izquierda tuvo
que esperar a febrero de 1936 para desbancar a la derecha del poder, y lo hizo
ganando una elecciones generales, una victoria conseguida gracias a la unión de
las fuerzas de izquierda en un frente común, en el denominado Frente Popular.
La derecha no quiso digerir la derrota e hizo lo que mejor sabe hacer, llevar a
cabo un golpe de estado con el apoyo de parte del Ejército y la Iglesia. Lo que
vino después, aunque ya todo el mundo lo sepa quiero recordarlo aquí, fue una
guerra de tres años seguida de 40 años de dictadura.
Hoy y ahora, 85
años después, el panorama politico español da la sensación de ser un “remake”
de lo sucedido en 1933/1934, una nueva versión actualizada y a color de lo que
llevó a España a un desastre total, deberíamos preguntarnos seriamente las
razones de esta involución.
Se está produciendo
un resurgimiento de la extrema derecha y esta vez no se puede atribuir a la
República. Ha bastado la caída del Partido Popular, no por sus políticas
nefastas e injustas, ha sido simple y llanamente por su extendida e
incalculable corrupción, lo mismo le sucedió a la monarquía de Alfonso XIII. Se
proclamó la República, y antes de que se pudieran recoger los frutos las
ilusiones de millones de españoles fueron cortadas de raíz por el sable de un
general de infantería, un sable pagado y afilado por la derecha política.
Hemos perdido 44
años (desde 1975) sin pasar a la acción, situados en una especie de lirismo
republicano de salón. La República esta hoy convertida en una especie de museo
de lo que pudo ser y no fue. Ha dejado de ser una opción en la calle y en el
mundo político. Solo Cataluña la sueña en serio y lucha por ella, mientras
tanto, y sin pausa desde 1975, la derecha mancilla y ataca al republicanismo
exactamente igual que lo hizo desde 1931 hasta 1975. Volvemos al pasado, los
que nos acusan de querer quebrar España son los que finalmente la quebrarán,
para que vuelva a ser su España, esa especie de cortijo reservado para las
élites, el ejército y la iglesia, un lugar usurpado al pueblo donde poder hacer
y deshacer a su antojo, sin importarles lo más mínimo los derechos de los
proletarios españoles.
Lo peor de todo es
que los planes de la derecha se llevarán a cabo con los votos de las clases
trabajadoras, por siempre engañadas desde púlpitos y tribunas y hoy desde los
medios de comunicación que de forma escandalosamente mayoritaria están en manos
de las élites financieras.
El próximo domingo
se reunirán en la capital de España todos y cada uno de los partidos políticos
y asociaciones que conforman la derecha reaccionaria y profascista. En la plaza
de Colón de Madrid, a los pies de una bandera de 300 metros cuadrados, veremos
a los jefes de C’s, PP, Vox, España 2000, Falange Española de las Jons,
Democracia Nacional, Alternativa Española, Hogar Social…, y a sus pies, a los
de sus jefes, veremos a miles de españoles vitorear la propuesta de
derrocamiento del actual presidente del Gobierno, cueste lo que cueste. La
bandera de España, la de su España, la de esa España egoísta y rancia que desde
siempre ha combatido hasta con las armas a la libertad, a la justicia social y
a la igualdad, será su inútil máscara, todos sabemos (que ironía) quién y qué
hay detrás de esa bandera.
Desde la muerte del
dictador han pasado ya 44 años, y a pesar de ese casi medio siglo transcurrido
no hemos sido capaces, no ya de reinstaurar la República, sino de ni tan
siquiera conseguir que se haga justicia a los que por su defensa fueron
asesinados, (para colmo vemos como en Andalucía la aplicación de la Ley de
Memoria Histórica ha quedado en manos de un partido profascista), ni tan
siquiera hemos sido capaces de mandar los restos de Franco y su familia a una
isla desierta de coordenadas desconocidas, y después dinamitar ese museo de los
horrores que es el Valle de los Caídos. No hemos sido capaces de nada ello, y
como consecuencia de nuestro fracaso el germen del totalitarismo sigue vivo en
nuestra sociedad, y reproduciéndose sin que nadie haga nada por impedirlo.
Ante este lúgubre
panorama podemos hacer dos cosas, callar y quedarnos en casa en las próximas
elecciones (ya lo hemos hecho en Andalucía), o unirnos y llenar las calles y
las urnas de votos para los partidos de izquierda, unos partidos, los de la
izquierda, donde hay poco que elegir si verdaderamente sabemos distinguir entre
los que se autodenominan de izquierda y los que realmente lo son.
Salud y República.
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