EL ESTADO, LA JUSTICIA AL DESNUDO
SUSO DE TORO
Ya sé que lo
urgente es hablar de la convocatoria electoral, pero prefiero hablar de lo
importante que no nos es tan evidente porque de eso se encargan nuestros amos.
Cómo evitarnos presenciar el juicio más importante tras la muerte de Franco. El
juicio del 23-F fue una formalidad tras el 'pacto del capó', el golpe de Estado
fue la corrección definitiva del rumbo de la Transición y marcó el futuro hasta
aquí, pero el juicio a los dirigentes políticos y sociales catalanes es el gran
juicio de "la democracia española", como definió el fiscal, que se ve
atacada por esas nueve personas y otras exiliadas en Europa.
Los televidentes
españoles no disfrutaron en su día del servicio que le deberían haber dado sus
televisiones al hurtarles las imágenes de las cargas de la Policía Nacional y
Guardia Civil contra personas desarmadas e indefensas, no les permitieron ver
en qué consistía el "¡A por ellos!". Ahora esperaba, ingenuamente,
que TVE emitiese la verdad de este juicio, que les permitiera a los
televidentes españoles ver y oír con sus ojos y oídos para poder tener una
opinión propia, sin estar cocinada previamente en la redacción y bien rebozada
con valoraciones. Pero no. TVE sólo emite voz e imágenes del juicio en directo
para Catalunya, como si eso fuese un problema local, exclusivo de los catalanes
y no del conjunto de la ciudadanía española.
Pero quienes hemos
podido tirar de Internet hemos podido comprender por qué velan esas imágenes y
voces: precisamente porque revelaron la ruina y la podredumbre de las
entretelas de una institución fundamental del Estado, la Justicia.
Sabíamos por
Ignacio Cosidó que la sala estaba controlada "desde atrás" por quien
puso al juez, el PP. Sabíamos de los enchufes familiares entre jueces y
fiscales. Sabíamos que Lesmes, el hombre escogido por el PP para presidir el
máximo organismo de gobierno de la Justicia, le había escrito al juez del
juzgado trece de Barcelona: "cambiaste (el rumbo) de la historia misma de
este país", "(te has transformado) en la medida de todos nosotros,
los jueces". Un juez que inició una investigación preventiva y que ordenó
pero luego negó y finalmente tuvo que reconocer que había ordenado
interrogatorios "preventivos" a cargos de la Generalitat. Con ese panorama
era con el que nos acercábamos al juicio pero lo que hemos podido ver y oír es,
si cabe, más aterrador.
Oriol Junqueras y
Joaquim Forn cumplieron su papel de reos del modo que les correspondía, casi
con profesionalidad. Cada uno siguiendo su estrategia, Junqueras según el
modelo de Gandi o Mandela ofreció una imagen incontestable de ciudadano probo y
decente que desea lo mejor para los demás, empezando por el país al que siente
pertenecer. Su exposición la hizo basándose en su realidad personal y fue tan
detallada porque siente que dice su verdad, sólo desde la mala fe se le podría
retratar como ese hombre lleno de odio que nos llevan contando. Escogió no
defenderse porque sabe que está condenado de antemano y prefirió apostarlo todo
a un mañana en el que la sociedad catalana crea que puede encontrar en él una
referencia moral fundacional. Es una estrategia arriesgada pero en un proceso
histórico como este cabe todo.
Forn escogió
enfrentarse a las acusaciones del Estado y de los fascistas de VOX, contestando
al interrogatorio de la Fiscalía y la Abogacía del Estado. Las preguntas se
basaron en las investigaciones del juzgado Nº13 de Barcelona, en la instrucción
de Llarena y en el relato entregado por la Policía Nacional y la Guardia Civil.
No sabemos si ese relato lo escribió el capitán de los antidistubios que en
aquellos días gritó borracho, sujetando a un camarero por el cuello en un bar
de Barcelona: "¡En Barcelona soy la puta ley y se cierra el bar cuando lo
diga yo!"; pero sí sabemos que por parte de la Guardia Civil fue el
oficial Baena quien firmó treinta y cuatro de esos informes. Para valorar la
buena fe, la profesionalidad y la confianza que merecen estos informes basta
leer uno de los tuits escritos por Baena contra los independentistas de su
cuenta 'Tácito': "Ponga las urnas en el suelo. Lentamente. Las manos
detrás de la cabeza". Según yo lo veo es una burla y una amenaza
intimidatoria a quienes defienden democráticamente la opción independentista,
pero no lo ve así este Estado y su Justicia que mantienen presas a esas nueve
personas y las están juzgando a partir de informes como esos.
Ya no hablo de que
Forn fue el responsable político de la detención, y también eliminación, del
grupo terrorista dirigido por el imán de Ripoll, un personaje del que sabemos
que era confidente de los servicios secretos de este Estado y del que ignoramos
más cosas porque PP y PSOE tumbaron en el Congreso la petición de una comisión
para que investigase los vínculos del terrorista con el Estado. Y tampoco recordaré
apenas al mayor Trapero, el responsable policial de ese operativo, imputado por
la juez Lamela. Quienes defendieron directamente de ese sospechoso ataque
terrorista a la sociedad catalana están hoy presos o procesados. Estas cosas
las saben los catalanes aunque los españoles puedan ignorarlas.
Pero lo que sí
vimos fue la ideología y la falta de ética profesional de la Fiscalía y de la
Abogacía del Estado. Seguramente esas personas nunca vieron las imágenes de la
violencia policial contra aquellos vecinos que iban a votar y se basan
únicamente en los mencionados informes, eso demostraría una parcialidad en la
recogida de pruebas y una falta de capacidad en su oficio pero, además, su
argumentario se basó en razonamientos políticos e ideológicos y sobre las
actuaciones concretas del Gobierno en su día y de los partidos catalanes.
Lo que dejaron
claro, además de manejar datos equivocados o directamente falsos, es que tanto
para la Fiscalía como para la Abogacía del Estado, ejercer los derechos de
expresión y manifestación es perseguible. Las objeciones a ejercer esos
derechos las teorizó el abogado de Vox, que no necesita triquiñuelas para
defender lo que defiende: "Hay un convenio que regula la libertad de
expresión cuando es incompatible con la unidad territorial". No sabemos
del convenio, aparte del testamento de Franco, pero entendemos que decir,
escribir o expresar por métodos pacíficos que la "España una" es una
cárcel para personas o países que quieran vivir y decidir libremente. Por lo
oído en el Tribunal Supremo, ser fascista y ejercerlo en España es legal y
puedes acusar a demócratas de ganchete con el Estado mismo, pero esto que acabo
de escribir es delito.
Lo terrible fue ver
y oír que una persona puede ser juzgada y acusada por un tribunal así, que bajo
este Estado, con esta Justicia corrompida, ignorante del mundo actual y
reaccionaria, una persona puede estar presa preventivamente y ser juzgada
arbitrariamente. La Justicia española, particularmente en sus órganos de
gobierno, empezando por ese Lesmes, es un temible pozo oscuro y sin fondo
cavado por el continuísmo con la justicia franquista y posteriormente aumentado
por las maniobras de los partidos, principalmente los dos partidos estatales
que sostienen el sistema salido de la Transición tras el 23-F.
Sí, en el Tribunal
Supremo se juzga a políticos por actos políticos que fueron pacíficos y no hay
prueba alguna, que no sean informes delirantes, que demuestre otra cosa que
fueron ellos quienes padecieron la violencia. Es un juicio político, por lo
tanto es un tribunal político y está juzgando ideologías, no precisamente la de
VOX, cosa que hace cada día la continuación del TOP, la Audiencia Nacional.
Sí, Kafka pasó por
el Tribunal Supremo antes de escribir "El Proceso". Pero los demás
vivimos dentro de esa fábula de pesadilla a la que nos condenó nuestra
debilidad, no haber sido capaces de tumbar el franquismo. Por eso el franquismo
no está caído y nosotros procesados o susceptibles de serlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario