NAZIS QUE NO SABEN QUE SON
NAZIS
cuba-si.ch
Francia y Alemania ven renacer el fascismo y el nazismo pero muestran tanto pudor en reconocerlo como nosotros, aunque por distintas causas. España, por razones obvias, está avergonzada de su pasado
Los nazis
ganan elecciones en Alemania y, en Francia, Emmanuel Macron nombra primer
ministro a un señor cuyo partido (Republicanos, el PP de allí) fue el menos
votado en las legislativas. Marine Le Pen ya ha manifestado su contento.
Algunos medios dicen que el presidente francés se ha marcado un golpe de Estado
a la remanguillé, que es como se dice allí.
Se rompe el corazón de Europa, circunstancia poco preocupante si se tiene en cuenta que Europa nunca tuvo corazón, solo bolsillo. Yo no sé por qué dejamos de llamarnos Comunidad Económica Europea, cuando esto de la unión continental es un puro asunto de pasta. La libertad, la igualdad y la fraternidad existen, pero solo entre banqueros y oligarcas. Somos un negocio, no es nada personal.
Yo estoy deseando que un
fascista me confiese que es fascista. Ni los de Desokupa se atreven. Yo creo
que muchos de los votantes ultras no son conscientes de lo que defienden
De un
tiempo a esta parte, los dueños del capital se han empeñado en girar hacia el
fascismo. Con escaso disimulo. Pero a veces da la impresión de que la peña no
nos enteramos. Ayer mismo conversaba con un votante de Vox que me asegura que
no es fascista. Tiene carrera universitaria, ha pasado de los cincuenta y
presume de leer. Supongo que muchos votantes de Alternativa por Alemania, de
Marine Le Pen y de Giorgia Meloni pensarán también que no son nazis ni
fascistas. El gran éxito del diablo fue convencernos de que no existe, proclama
el dicho. Y eso es lo que está consiguiendo este neofascismo, ese amor por la
inhumanidad que no se atreve a decir su nombre.
Yo estoy
deseando que un fascista me confiese que es fascista. Ni los de Desokupa se
atreven. Yo creo que muchos de los votantes ultras no son conscientes de lo que
defienden. Es ignorancia culpable. Nadie con un tįtulo universitario puede
votar fascismo sin saber que es fascista. El acceso universal (punto de vista
occidental, claro) a la información y la ciencia no nos ha convertido en más
listos ni más libres. Como siempre ha hecho la humanidad, tendemos a destruir
todo lo bello que creamos.
Las
razones son ignotas. Quizá es que los seres presuntamente racionales sufrimos
una nostalgia genética que nos seduce a volver a ser amebas. O quizá invisibles
virus sin cerebro ni conciencia. Yo carezco de la mínima experiencia en el
oficio de ser sabio. Por eso quizá valoro tanto el saber. Cuando aporto el
magro conocimiento que tengo sobre escasos temas, el fascista siempre te
contesta: eso te lo estás inventando. La ignorancia tiene la virtud de
considerar falso todo lo que desconoce. Por eso a las religiones les ha ido
siempre mucho mejor que a la ciencia. Que se lo pregunten a Galileo.
En una
pelea entre Aristóteles y Goliat, siempre gana Goliat. Y es lo que nos está
pasando. A mí me inspira más curiosidad que miedo, y eso que de razones para el
miedo vamos más que sobrados. Comparto con los poetas el amor por la
incertidumbre.
Francia y
Alemania ven renacer el fascismo y el nazismo pero muestran tanto pudor en
reconocerlo como nosotros, aunque por distintas causas. España, por razones
obvias, está avergonzada de su pasado. Incluso el fundador del PP, Manuel
Fraga, ministro franquista, se cabreaba cada vez que alguien le recordaba a su
jefe Francisco Franco. Francia y Alemania son (fueron) distintas. Allí los
genocidas fachas no ganaron la guerra. París celebra cada año el día de su
liberación. Los germanos son más cautos, pero también hacen fiesta.
Ahora el
corazón de Europa se está quitando la careta, y su rostro tiene rasgos de
primera mitad del siglo veinte. Lo que no entiendo es por qué hemos acumulado
tanta sabiduría, cuando la inclinación del ser humano es la de desaprender. O
eso parece.
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