EDMUNDO GONZÁLEZ, SUBCAMPEÓN
Foto de archivo de Edmundo González
durante un acto de campaña en la ciudad de Valencia, estado de Carabobo
(Venezuela).- EFE/ Ronald Peña
Al igual que España tiene un monarca en funciones y otro emérito en Abu Dabi, Venezuela cuenta con un presidente electo en el país y dos, al menos, fuera del país, esperando por lo que pudiera ocurrir. Ya se sabe que los gobiernos en Latinoamérica son altamente inflamables, con lo que conviene disponer de uno o dos recambios presidenciales en el extranjero. El mejor lugar donde guardarlos suele ser Miami, que está a un tiro de mísil de Caracas: allí vive actualmente Juan Guaidó, quien fue reconocido presidente de Venezuela por un montón de países y organismos internacionales, salvo Venezuela y otros países poco serios. Es un verdadero latazo que los venezolanos no aprendan a votar bien y se empeñen en no dejarse teledirigir desde Washington.
Tras
las polémicas elecciones venezolanas, a Guaidó ahora le ha salido un duro
competidor, Edmundo González, que le ha quitado el segundo puesto en el
disputado podio de presidente de Venezuela, cargo ocupado por Nicolás
Maduro, campeón absoluto en la disciplina caribeña, aunque muy criticado
por la prensa extranjera. Pese a estar apoyada por la CIA, por la Unión
Europea, por el PP, por Vox, por Federico Jiménez Losantos y por Hermann
Tertsch, la Operación González ha fracasado estrepitosamente tras casi dos
meses de tira y afloja político, de ofensivas mediáticas, de presiones
diplomáticas y de acusaciones de golpe de Estado. Se veía venir porque
Maduro, además, usa chándal.
El
culebrón de Edmundo González nos ha tenido en vilo durante los coletazos
finales del verano, uno más de los grandes éxitos internacionales de la
televisión hispanoamericana: Pasión de gavilanes, Betty la fea, Cristal,
Caballo viejo, Los ricos también lloran y Guaidó presidente.
Para exiliarse, González podía haber elegido cualquier país hostil al régimen
chavista, de Estados Unidos a Argentina, pero ha preferido pedir asilo político
a Pedro Sánchez, con lo que ha pillado con el pie cambiado al PP, un
partido que, en un auténtico alarde opositor, lleva meses ejerciendo la
oposición en Venezuela además de ejercerla en España.
Después
de comparar a Sánchez con Maduro, con Chávez, con la ETA y con Pedro Botero, Feijóo
y sus mariachis se han quedado de piedra al ver a la gran esperanza neoliberal
contra el chavismo aterrizar en Barajas. Es un giro de guion inesperado
hasta para el PP, donde se pirran por los culebrones. Para colmo, contra todo
pronóstico y sin comprender que iba a liarla parda, el subcampeón de las
recientes elecciones difundió la semana pasada un comunicado en el que aseguraba que no había existido
ninguna coacción por parte de la Embajada española en Venezuela
para que abandonara el país. Lo peor es que en cualquier momento va a difundir
otro comunicado pidiendo a Feijóo, a Abascal y a la derecha española en bloque
que, por favor, dejen de ayudarle.
Una
vez más el PP sigue empeñado en sintonizar una emisora trasatlántica, hablando
de las flagrantes injusticias en Venezuela y no, por ejemplo, de la injusticia
de los presos de Alsasua; lamentando la miseria en los barrios pobres de
Caracas en lugar de arreglar, por ejemplo, el desastre sanitario en Andalucía o la
situación insostenible de los poblados en la Cañada Real de Madrid. Pero en
Génova no se arredran ante la infundada acusación de que les importan más los
venezolanos que sus propios compatriotas: lo único que les importa de verdad son los millonarios,
ya sean venezolanos, nacionales o jeques árabes. El dinero es su
única patria, aunque a veces los ricos también lloran.
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