FEIJÓO BENDICE EL SICARIATO DE MELONI
ANA PARDO DE
VERA
Feijóo y Meloni
se saludan durante su reunión en Roma.- GOBIERNO DE ITALIA
"El hombre con el que hablaba
me contó que antes de que empeorasen los enfrentamientos sacaban regularmente a
los detenidos del centro de detención y los obligaban a trabajar como esclavos
en las casas de los libios pudientes. Violaban a las mujeres y los cristianos
sufrían abusos singulares: los golpeaban con especial violencia mientras les
arrancaban el crucifijo del cuello. (...) Sin querer, me había topado de bruces
con un atentado contra los derechos humanos de proporciones épicas".
Este es un extracto del libro de la periodista Sally Hayden, Cuando lo intenté por cuarta vez, nos ahogamos, publicado por la editorial Capitán Swing en España. Hayden, reportera, cuenta su experiencia con las y los migrantes del norte de África que acabaron atrapados en Libia, uno de los sicarios a los que paga la Unión Europea para que frenen la llegada de hombres y mujeres a sus costas, particularmente, las de Italia: el 2 de noviembre de 2022, de hecho, Italia y Libia prorrogaron por tres años el memorándum de entendimiento dirigido a detener la migración como fuera. El libro de Hayden detalla ese "como fuera" y cómo no había piedad con los y las migrantes.
Ésa
es la política de migración de la primera ministra italiana, Georgia Meloni,
que despierta la admiración del líder de la oposición en España, Alberto
Núñez Feijóo, y de su socio de ultraderecha, Santiago Abascal, pero
también del laborista (supuesto) y primer ministro británico, Keir Starmer,
o del socialdemócrata (presunto) y canciller alemán, Olaf Scholtz. A la
postfacista Meloni, que se considera cristiana, conservadora y tiene por lema
"Dios, patria y familia" (heterosexual, por supuesto), le da igual
que los migrantes a los que recluye en campos de concentración de Libia, Túnez
o Albania sean torturados, explotados, violadas y/o asesinados, como cuenta
Hayden en su libro; sean cristianos -como ella- o no: parece que como
migrantes, no merecen vivir.
Meloni,
Starmer, Scholtz, Feijóo ... Da igual, la Unión Europea empezó mucho antes con
su fórmula del sicariato: desde que se inició la guerra en Siria -que continúa,
aunque se nos olvide-, más de 12 millones de personas han huido
de sus hogares, unos 5 millones fuera de su país. Los que quieren llegar a
Europa, son detenidos en Turquía a la fuerza y retenidos en campos de
refugiados (de concentración, insisto), previo pago de Bruselas al sicario turco.
Solo algunas ONGs alivian un poco tanto sufrimiento de niños/as, mujeres y
hombres. Estas organizaciones humanitarias son, precisamente, el otro puntal
de la política migratoria de Meloni que admiran Feijóo y los imitadores del
postfascismo que se dicen progresistas, incluida España: este mismo jueves
Marruecos nos ha hecho saber que, gracias a sus agentes fronterizos, se impidió la entrada
de tres mil desgraciados a Ceuta; esto es, cuando nos portamos
bien con Rabat, pueden pararlos.
La
Justicia italiana ha imputado al hoy viceprimer ministro italiano y líder de la
Liga Norte, Matteo Salvini, por impedir el desembarco en 2019 de las decenas de migrantes
que se encontraban a bordo del barco de la ONG española Proactiva Open Armas.
Salvini, socio de Gobierno de Meloni, pretende querellarse, a su vez, contra
Open Arms, por decir lo que ha dicho contra él: la verdad, vamos. Más allá de
eso, la imputación de Salvini, que podría ir a la cárcel y ser inhabilitado, no
impide a la primera ministra italiana seguir acosando a las ONGs que tratan de
rescatar a seres humanos en el Mediterráneo central. Ésa es la otra pata de
la política migratoria de Meloni que admira Feijóo, y yo les recomendaría a
ambos la lectura del libro de Sally Hayden con el que abrí este texto, pero
dirán que es mentira y que Libia es el colmo del respeto a los derechos
humanos, o así. Como Túnez, no hay más que leer esta semana en The
Guardian la realidad que hay detrás de las políticas de reducción
migratoria italiana; la
realidad del sicariato, la de todas y todos nosotros.
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