NECESITAMOS REDES SOCIALES DE
TITULARIDAD PÚBLICA
El paradigma
sobre el que mucha gente trabaja todavía es que la vida ‘online’ no es del todo
real. Sin embargo, la manera en la que encaremos este asunto afectará a
nuestras democracias durante décadas
Deposite su odio / Malagón
Querida
comunidad contextataria:
Sabrán,
porque no hemos parado de dar la turra desde hace semanas, que en el consejo
editorial y en la redacción de CTXT le estamos dando vueltas a la idea de
abandonar la red de Elon Musk dando un sonoro y dignísimo portazo. (Me produce
grima y desazón llamarla X, un nombre ridículo a la altura de su caprichoso
dueño).
Cuando esta carta fue enviada a nuestros suscriptores el pasado sábado, yo ya avisaba de que no tenía una opinión firme sobre el tema. Les adelanto que sigo sin tenerla. Pero esta mañana tuve una epifanía que me gustaría compartir con ustedes porque no sé cómo he podido estar tan ciega hasta este momento. Verán: creo que el marco del debate no es si CTXT –o usted, suscriptor que nos lee– debemos irnos o no de Twitter, sino más bien si, como sociedad, vamos a seguir consintiendo que todas las redes sociales sean de titularidad privada y ajenas a nuestro control. El paradigma mental sobre el que mucha gente continúa pensando y actuando en 2024 es que existe una vida real, la vida offline, y una vida que no es real del todo, la online. Pasamos conectados a Internet todo el tiempo que no estamos durmiendo o haciendo senderismo por algún monte sin cobertura. Trabajamos online, nuestro ocio y entretenimiento son online, socializamos online, nos informamos online.
Pero al parecer Internet no es la vida real, sino apenas un juguetito y, en
consecuencia, ni nos lo tomamos tan en serio ni está sujeto a las mismas
reglas. Y así es cómo hemos aceptado sin mayor cuestionamiento que las redes
sociales, que son ahora mismo uno de los principales epicentros de debate,
discusión y transformación políticas, pertenezcan a multimillonarios fascistas
con agendas sombrías. Y la única alternativa ante semejante despropósito que
alcanzamos a vislumbrar es aceptar este juego o largarnos, sin más. No molestar
en ningún caso.
No
es novedoso que los medios de comunicación masivos sean propiedad de
millonarios que los emplean para hacer propaganda y difusión de sus ideas
–ideas por lo general totalmente contrarias a los intereses mayoritarios–. Pero
sí lo es que los foros de debate públicos, allí donde ciudadanos particulares
van a desahogarse, socializar, informarse e intercambiar opiniones con sus
iguales, estén siendo también objeto de grotescas manipulaciones pensadas para
alterar nuestra percepción de la realidad y nuestro estado de ánimo.
Sigo
pensando, como expresaba en mi carta original, que deberíamos quedarnos en
Twitter hasta que la propia red nos eche de una patada en el culo. Una patada
que exponga de una sola vez las miserias, no ya de esa red, sino las de un
sistema entero manipulador y retorcido. Una patada que nos propine el impulso
que necesitamos para empezar a reclamar un cambio de paradigma serio. No se
trata solo de apostar por el uso de otras redes sociales descentralizadas (como
Bluesky o Mastodon), sino de empezar a preguntarnos en manos de quién estamos
dejando nuestra libertad de expresión, en lugar de simplemente enfadarnos y
renunciar a ella.
Les
contaba en mi carta original que Twitter, cuando todavía era Twitter y no X,
adolecía de problemas bien chungos. Las campañas de astroturfing, los
nazis sin complejos, la publicidad encubierta o sin encubrir, los bots,
el acoso organizado. Todo eso ya existía mucho mucho antes de que llegara Musk
en abril de 2022. Me gusta recordar que el desquiciado magnate no había
comprado aún la red cuando Donald Trump la usó, el 6 de enero de 2021, junto
con Facebook, para promover su intentona golpista contra el Capitolio. Trump
solo fue desterrado de ambos espacios virtuales cuando el daño ya estaba hecho
y había muertos encima de la mesa. En las redes sociales nunca se ha jugado
limpio.
Si
empezamos a entender y aceptar que no existen una vida online y una vida
offline, que las redes sociales no son un juguetito y que todo lo que
sucede en ellas tiene repercusiones directas y palpables en nosotros, en
nuestra salud física y mental, en nuestro trabajo y entornos laborales, en
nuestra cultura y sociedad, en nuestra legislación, en nuestra política y en
nuestras democracias, lo único que se me ocurre es que hay que empezar a exigir
una regulación seria de las redes, de las campañas de manipulación y de los
mensajes de odio que se vierten en ellas. Y esa regulación no consiste en
aplicar leyes retrógradas contra usuarios particulares que hacen chistes sobre
Carrero Blanco, que es en esencia lo que se ha hecho hasta ahora, sino más bien
en controlar la titularidad y propiedad de los lugares en los que tanto los
medios de comunicación como los ciudadanos particulares estamos ejerciendo
nuestra libertad de expresión. Quizá habría que empezar por decirle al señor
Musk que, si quiere seguir teniendo presencia en el mercado español, tendrá que
controlar el algoritmo manipulador de su red social y eliminar los discursos de
odio cuya visibilidad –que no cantidad real, no nos dejemos engañar– parece
haber crecido exponencialmente en los últimos tiempos. O, incluso, podemos ir
más allá y plantearnos si no deberían existir redes sociales de titularidad
pública, igual que existen una radio y una televisión públicas, sujetas a
auditorías y controles externos.
Sigo
pensando que tenemos que quedarnos en Twitter. Ser faro de luz, ser terremoto y
no sismógrafo. Aprovechar el tiempo que nos queda ahí para construir
comunidades alternativas. Buscarnos activamente la patada en el culo. Pero creo
que el debate va mucho más allá de lo que decidan hacer usuarios particulares o
incluso nuestra propia revista. Creo que la manera en la que decidamos encarar
este asunto va a tener una afectación directa sobre nuestras democracias en las
próximas décadas. Aceptemos de una vez que Internet es la vida real y actuemos
en consecuencia. Los multimillonarios fascistas ya lo han hecho.
Gracias
siempre por leernos, ya sea aquí, en nuestras redes, en nuestra web o en su smartwatch.
Aprovecho para meter la cuñita publicitaria: pueden encontrarnos en Telegram,
Facebook,
Mastodon,
TikTok,
Bluesky, WhatsApp y YouTube.
Un
abrazo,
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