lunes, 30 de septiembre de 2024

PERDONA NUESTRAS OFENSAS, ASÍ COMO NOSOTROS NO PERDONAMOS A NADIE

 

PERDONA NUESTRAS OFENSAS, ASÍ COMO NOSOTROS NO PERDONAMOS A NADIE

JUAN CARLOS MONEDERO

 

Foto de archivo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez junto

al mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador-EP

    Es inconsecuente comparar la conquista de América con otros procesos de la historia como, por ejemplo, la romanización. Hará temblar de excitación a los que todo lo que saben de historia se lo susurró el capitán Alatriste, pero hay vida más allá del carajillo y el yelmo con el que se fotografió Abascal para perdonarse haberse librado como el buen pillo que es de hacer el servicio militar. Todo por España. Los efectos perversos de la romanización hoy no afectan a los pueblos romanizados y no dan ninguna ventaja a Italia (bueno, salvo turistas, que no es poco), mientras que los de la colonia española siguen vivos y benefician a los países coloniales. En la Ciudad de México, en el Zócalo, todos los días tienen noticia de que había otra cultura debajo de donde los conquistadores construyeron la hermosísima catedral de la capital. El racismo vivo en México vive de aquella sumisión de los indios y la mezcla, que tiene resultados grandiosos, la utilizamos para hacer jerarquías donde los blancos siempre estaban arriba. Tampoco es gratuito que mexicanos y venezolanos, la mayoría tan ricos como ladrones, estén comprando tantos inmuebles en el barrio de Salamanca. Tampoco que Iberdrola se beneficiara de las reformas energéticas neoliberales en México o que el PP participara del golpe de Estado contra Chávez.

    España está perdiendo una hermosa oferta hecha por López Obrador: escribir juntos los dos países la historia compartida. Qué propuesta tan bonita. Ojalá en todo el mundo víctimas y victimarios, conquistadores y conquistados, invasores e invadidos, pudieran escribir juntos lo que pasó y darse la mano compartiendo un mismo sentido del pasado. Así, que Alemania e Israel pudieran escribir juntos el Holocausto y que se incorporara Polonia para explicar el gueto de Varsovia y su colaboración en la masacre; luego, que Alemania siguiera la colaboración con Namibia o Tanzania y su particular holocausto, que Francia escribiera con Argelia o con Haití su pasado común, que Bélgica se sentará con el Congo a hablar de la esclavitud y el robo. Es una pérdida terrible que España, con tantos lerdos que quieren vivir en el pasado la gloria que hoy les falta, hayan empujado a la derecha y también el Partido Socialista (que mal encajan a veces los nombres de los partidos), ha perder esta oportunidad. Aún más cuando López Obrador ha insistido siempre en la propia responsabilidad de México en el maltrato a los pueblos originarios, igual que no ha dejado de recordarle a los presidentes estadounidenses que les robaron un tercio de su territorio. Hablamos de hermanar a los pueblos. ¿No es una forma hermosa de hacerlo escribir juntos nuestro pasado y escribir las luces y las sombras en la misma lengua?

    Hace falta un Gobierno republicano para que se recupere esta oferta. Cuando España tenga una presidencia republicana nos corresponderá desempolvar esta ofrenda y hacerla valer, porque hoy lo que pesa es la soberbia monárquica de los Borbones. Siguen creyendo que a ellos les ha elegido la historia y les queda el regusto de haber perdido las colonias con el infausto Fernando VII, antecesor del VI de los Felipes que nos reina. Igual que la sumisión del PSOE y del PP a la institución monárquica, unos porque son parte del mismo bloque histórico y otros por cobardía. Si no se invita a un rey, no va nadie del Gobierno de España. Como si la monarquía pudiera presentar otras actas que las de haberle cortado la cabeza, quemado, torturado, fusilado o exiliado siempre a la mejor España.

    Pedir perdón cuando se inflige un daño es saludable para la víctima y para el verdugo. Repara, conforta, sienta las bases para la cooperación, restaura la confianza. Solo hay que ganar. La España de hoy pidió perdón por la expulsión de los judíos sefardíes en 1492. Porque la continuidad histórica del Estado lo hacía sensato y la moral lo obligaba. ¿Por qué no hacerlo por la conquista? Hacerlo en serio, no de pasada, con la boca pequeña. Y compartir con México el pasado. Un libro de historia escrita no a dos manos sino a dos pueblos. Seguramente porque aquella expulsión la hizo otra dinastía, los Austrias. Quizá también han opinado las grandes empresas, que prefieren una relación colonial que una entre iguales. No han entendido todavía que harían más negocio siendo menos egoístas. Y seguramente hay algo de subconsciente de que una dinastía montó el imperio y otra lo perdió. Y los huevones, como se dice en la región, que perdieron el imperio no quieren disculparse para no parecer aún más huevones de lo que fueron. Lo dicho: soberbia.

    El problema es que un Gobierno del PSOE con Sumar se comporta de la misma manera que uno del PP con Vox. Y eso es desalentador porque demuestra que las élites españolas repartidas entre ambos grupos comparten todavía una mirada colonial que es la explica los errores constantes de los gobiernos con América Latina. La España que obedeció a EEUU para reconocer a falsos presidentes, la que no tiene una idea propia de país, la que solo es feliz en el pasado, se condena cada vez más a estar sola. Y hace que la España republicana sea la única solución a ese drama anticipado. Esa República que fue tan bien acogida en México y que sabe que les debemos las gracias y el perdón. Ese México que también añora la república porque aprendió de los yugos y no se olvida.

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