LOS INMIGRANTES QUE SE COMEN LOS
GATOS EN SPRINGFIELD
DIARIO
RED
Ante semejante villano de película —tan patético como peligroso—, es natural que la gente decente, en Estados Unidos y en cualquier país del mundo, experimente un fuerte deseo de que gane las elecciones Kamala Harris
En la mañana del día de ayer, el tema estaba en todas las portadas de los medios españoles. Como es natural, todo el planeta está interesado en saber quién va a ocupar la presidencia de los Estados Unidos después de las elecciones de noviembre. Aunque el hegemon norteamericano se encuentra en su fase crepuscular y ya ha dejado de ser la potencia indiscutible que fue en el pasado, el dólar todavía es la moneda más utilizada del planeta y, aunque los Estados Unidos hayan visto cómo China los ha superado en Producto Interior Bruto, todavía disponen del ejército más moderno y más poderoso.
Así las
cosas, era de esperar la enorme atención mediática que ha generado el primer
debate electoral entre Donald Trump y Kamala Harris toda vez que aquello que
sucede en ese país tiene efectos políticos y económicos en todos los demás. A
la expectación esperable, había que sumar, además, el hecho de que el último
debate presidencial que tuvo lugar —antes del verano— provocó un movimiento
tectónico en la campaña, con la dimisión de Joe Biden después de que se hiciera
evidente para todo el mundo que no estaba en condiciones físicas y mentales
como para poder seguir siendo el presidente de los Estados Unidos. Ante la
evidencia de que dicho tema iba a convertirse en el único tema de campaña, los
demócratas tomaron una decisión prácticamente inédita cambiando de candidato a
unos pocos meses de las elecciones. Todo ello sumado al crecimiento en las
encuestas que ha experimentado Kamala Harris desde que fue nombrada cabeza de
cartel y a la posibilidad que ello conlleva de que, por primera vez en la
historia, una mujer mujer se convierta en presidenta de los Estados Unidos,
produjo que 7 de cada 10 norteamericanos encuestados dijesen que tenían
previsto ver el debate.
Según reconoce la práctica
totalidad de los analistas, incluyendo a la mayoría de los analistas de
derechas, la ganadora indiscutible del debate fue Harris. Aunque apenas
concretó su programa y evitó hacer bandera de la gestión del gobierno de Joe
Biden
El
resultado del mismo es también conocido por cualquier persona en España que
haya abierto ayer las redes sociales o leído o escuchado cualquier medio de
comunicación. Según reconoce la práctica totalidad de los analistas,
incluyendo a la mayoría de los analistas de derechas, la ganadora indiscutible
del debate fue Harris. Aunque apenas concretó su programa y evitó hacer
bandera de la gestión del gobierno de Joe Biden —del cual todavía es
vicepresidenta—, las delirantes afirmaciones de Donald Trump —así como las
acertadas reacciones gestuales de incredulidad y mofa por parte de Harris— le
pusieron la victoria en bandeja.
El
candidato republicano lanzó numerosos bulos a lo largo de sus intervenciones,
pero bastan tan solo dos para hacerse una idea de hasta qué punto se salió
completamente de los raíles. Por un lado, dijo que, en
determinados lugares gobernados por los demócratas, se puede abortar hasta el
noveno mes de gestación; algo que obviamente es mentira y, de hecho, es
infanticidio. Por otro lado —y quizás el momento más viral de todo el debate—,
Donald Trump afirmó que las personas migrantes se comían a las mascotas —a los
perros y a los gatos— de los habitantes autóctonos de la ciudad de Springfield.
Semejante delirio, basado en un bulo fabricado contra los haitianos por parte
de la extrema derecha de la República Dominicana y desmentido en directo por
los moderadores, que llamaron a las autoridades de Springfield expresamente,
arrancó prácticamente la carcajada de Kamala Harris y hundió por completo a su
adversario.
Ante semejante villano
de película —tan patético como peligroso—, es natural que la gente decente, en
Estados Unidos y en cualquier país del mundo, experimente un fuerte deseo de
que gane las elecciones Kamala Harris
Ante
una situación como esta, ante un candidato que ha sido condenado por agresión
sexual, que lideró un intento de golpe de estado mediante el asalto de una
turba ultraderechista al Capitolio —con el asesinato de agentes de policía
incluido—, que dice que se puede abortar a los nueve meses o que utiliza una
afirmación tan delirante como que los migrantes se comen a las mascotas para
generar odio racista y violencia, ante semejante villano de película —tan
patético como peligroso—, es natural que la gente decente, en Estados
Unidos y en cualquier país del mundo, experimente un fuerte deseo de que gane
las elecciones Kamala Harris el próximo 5 de noviembre.
En
Canal Red y en Diario Red —toda vez, además, que no hay ninguna alternativa a
una victoria de los republicanos o de los demócratas, por ser el sistema
electoral americano un sistema mayoritario puro que excluye completamente a las
terceras opciones—, también preferimos que gane Kamala Harris a que gane Donald
Trump. Pero, al mismo tiempo, no podemos dejar de hacer algunas acotaciones que
conviene tener en cuenta si alguna vez queremos transitar a sociedades no
controladas por una diminuta oligarquía capitalista obscenamente rica y en las
que cada persona tenga sus derechos materiales garantizados y una vida libre de
explotación.
Para
que ese horizonte no sea eternamente una utopía irrealizable, es necesario
poder vencer el agujero negro del ‘mal menor’. Obviamente, si las únicas dos opciones que
ofrecemos a una persona son la tortura o quedarse como está, va a elegir 100 de
100 veces la segunda opción. Pero ese determinismo solamente proviene del hecho
de que no le estamos dando la opción de prosperar y mejorar sus condiciones.
Así, el ‘malmenorismo’ acaba con toda esperanza, o —peor aún— nos arrastra a la
ficción emocional de asumir como buenas opciones mediocres de resignación, de
derrota y de arrojar la toalla.
Claro que Donald Trump
es un perturbado, un agresor sexual, un delincuente fiscal, un golpista, un
racista, un catalizador de la violencia ultraderechista y un peligro para los
Estados Unidos y para el conjunto del planeta
Claro
que Donald Trump es un perturbado, un agresor sexual, un delincuente fiscal, un
golpista, un racista, un catalizador de la violencia ultraderechista y un
peligro para los Estados Unidos y para el conjunto del planeta. Pero ese hecho
no borra que Kamala Harris apoya de forma cerrada el genocidio en la Franja de
Gaza, que ha renunciado a prohibir la práctica brutalmente contaminante del
fracking, que no apuesta por una sanidad pública y universal sino por seguir
pagando con dinero público a las empresas de sanidad privada, que va a seguir
azuzando la guerra y pidiendo a los miembros de la OTAN que se gasten el dinero
de sus servicios públicos en la fabricación y la compra de armas, o que no va a
tocar ni un pelo de los privilegios económicos de los multimillonarios
globales.
De
hecho, es precisamente para esto para lo que sirve un candidato como Donald
Trump: para que a mucha gente decente,
progresista y de izquierdas, le resulte imposible imaginar otra cosa que no sea
votar a una candidata de derechas como Kamala Harris… e incluso suspire
por su victoria.
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