domingo, 15 de septiembre de 2024

HAY QUE REÍRSE

 

HAY QUE REÍRSE

Al tiempo que Grison mostraba un tatuaje en su pecho con la cara de Pablo Motos, algún asesor de Kamala Harris tuvo una brillante idea: ¿y si en lugar de rebatir los bulos de Trump nos echamos unas risas?

GERARDO TECÉ

David Broncano entrevista a Najwa Nimri en La revuelta. / RTVE

Pequeños síntomas pueden anticipar grandes cambios. Esta semana TVE lanzaba el estreno más sonado de los últimos tiempos. David Broncano, el chico de oro que desde la tele de pago se convirtió en el comunicador referente para nuevas generaciones, daba el salto a la pública. La brutal campaña de promoción que durante todo el verano le ha brindado la derecha –desde el PP llegaron a asegurar que el presupuesto de su programa era dinero que no recibirían los enfermos de ELA– respondía a un miedo que ha demostrado estar más que justificado. En su primera semana en antena, La Revuelta ha conseguido superar en audiencia a El Hormiguero de Pablo Motos, histórico líder de la tele en España y vicesecretario general de PP y Vox para Asuntos de Entretenimiento. Mientras esta pequeña batalla se libraba en Madrid, en Filadelfia (EEUU) se disputaba la Superbowl de la política y el esperado debate Trump-Harris se saldaba con una demoledora derrota sufrida por el ultraderechista. Tan grande que, al terminar el duelo, Trump salió corriendo ante las cámaras que esperaban en la puerta para asegurar que había sido el mejor debate que había hecho en su vida.

A veces los síntomas no tienen que ver con el qué sino con el cómo. Broncano y los suyos tenían una estrategia secreta para derrotar al todopoderoso Motos. Consistía en poner sobre la mesa un producto audiovisual novedoso. Algo que las grandes cadenas no ofrecían desde hace años en ese horario al espectador de entretenimiento: entretenimiento. Acostumbrados a las mesas de debate en las que Trancas, Barrancas, Tamaras Falcós y otras personalidades que ni de izquierdas ni de derechas se unían para despotricar contra la izquierda, una pizca de gamberrismo y un par de risas sin pretensiones de La Revuelta parecían toneladas de artillería. Donde antes el espectador de entretenimiento podía elegir entre coreografías mezcladas con editoriales de Pablo Motos contra el presidente del Gobierno o Iker Jiménez haciendo lo mismo pero sin bailar, ahora existe una nueva opción consistente en echar un rato agradable en el que no se anuncia el fin del mundo ni la ruptura de España. Y la opción ha funcionado. Al tiempo que Grison mostraba un tatuaje en su pecho con la cara de Pablo Motos, algún asesor de Kamala Harris que preparaba el trágico duelo norteamericano tuvo una brillante idea: ¿y si en lugar de rebatir sus bulos nos echamos unas risas? El vídeo en el que Donald Trump denuncia que los inmigrantes se están comiendo las mascotas de los ciudadanos norteamericanos ante la risa contenida de la candidata demócrata es ya parte de la historia audiovisual. El usuario que decidió ponerle una base de rap al terrible relato de inmigrantes que comen gatos y perros acumula millones de visualizaciones.

Tras cualquier situación traumática –y esta escombrera intelectual lo es– el humor siempre acaba apareciendo en su tanque blindado para clavar bandera y declararse vencedor de la guerra. Tengo amigos que, cuanto más cercano y querido es el muerto, más les cuesta contener la risa floja en el entierro. El ser humano es así y trillones invertidos en odio y miedo nunca podrán cambiar eso. Quizá no sea hoy y tampoco mañana. Quizá queden aún muchos editoriales políticos de Pablo Motos, muchos anuncios del fin del mundo y muchos discursos de odio por parte de los líderes de la ultraderecha en este tiempo oscuro, crispado y desagradable. Quizá el miedo y los anuncios del fin del mundo aún tengan tirón para seguir ganando algún dinero y algunos gobiernos. Pero es cuestión de tiempo que el modelo se agote. Hay síntomas de que el trauma de estar viviendo esta época de mierda podría dejar paso a la risa floja más temprano que tarde. La naturaleza humana, como siempre, volverá a abrirse paso. Cuando lo haga pondrá a los predicadores en el lugar de la historia que les corresponde: los chistes y las risas. A propósito. Miré en la RAE la definición de “revuelta” y me gustó la tercera acepción: punto en el que algo empieza a torcer su dirección o a tomar otra. Supongo que Tamara Falcó ya se lo habrá comentado a Pablo Motos.

 

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