HAY
QUE REÍRSE
Al tiempo que
Grison mostraba un tatuaje en su pecho con la cara de Pablo Motos, algún asesor
de Kamala Harris tuvo una brillante idea: ¿y si en lugar de rebatir los bulos
de Trump nos echamos unas risas?
David Broncano entrevista a Najwa Nimri en La
revuelta. / RTVE
Pequeños síntomas pueden anticipar grandes cambios. Esta semana TVE lanzaba el estreno más sonado de los últimos tiempos. David Broncano, el chico de oro que desde la tele de pago se convirtió en el comunicador referente para nuevas generaciones, daba el salto a la pública. La brutal campaña de promoción que durante todo el verano le ha brindado la derecha –desde el PP llegaron a asegurar que el presupuesto de su programa era dinero que no recibirían los enfermos de ELA– respondía a un miedo que ha demostrado estar más que justificado. En su primera semana en antena, La Revuelta ha conseguido superar en audiencia a El Hormiguero de Pablo Motos, histórico líder de la tele en España y vicesecretario general de PP y Vox para Asuntos de Entretenimiento. Mientras esta pequeña batalla se libraba en Madrid, en Filadelfia (EEUU) se disputaba la Superbowl de la política y el esperado debate Trump-Harris se saldaba con una demoledora derrota sufrida por el ultraderechista. Tan grande que, al terminar el duelo, Trump salió corriendo ante las cámaras que esperaban en la puerta para asegurar que había sido el mejor debate que había hecho en su vida.
A
veces los síntomas no tienen que ver con el qué sino con el cómo. Broncano y
los suyos tenían una estrategia secreta para derrotar al todopoderoso Motos.
Consistía en poner sobre la mesa un producto audiovisual novedoso. Algo que las
grandes cadenas no ofrecían desde hace años en ese horario al espectador de
entretenimiento: entretenimiento. Acostumbrados a las mesas de debate en las
que Trancas, Barrancas, Tamaras Falcós y otras personalidades que ni de
izquierdas ni de derechas se unían para despotricar contra la izquierda, una
pizca de gamberrismo y un par de risas sin pretensiones de La Revuelta parecían
toneladas de artillería. Donde antes el espectador de entretenimiento podía
elegir entre coreografías mezcladas con editoriales de Pablo Motos contra el
presidente del Gobierno o Iker Jiménez haciendo lo mismo pero sin bailar, ahora
existe una nueva opción consistente en echar un rato agradable en el que no se
anuncia el fin del mundo ni la ruptura de España. Y la opción ha funcionado. Al
tiempo que Grison mostraba un tatuaje en su pecho con la cara de Pablo Motos,
algún asesor de Kamala Harris que preparaba el trágico duelo norteamericano
tuvo una brillante idea: ¿y si en lugar de rebatir sus bulos nos echamos unas
risas? El vídeo en el que Donald Trump denuncia que los inmigrantes se están
comiendo las mascotas de los ciudadanos norteamericanos ante la risa contenida
de la candidata demócrata es ya parte de la historia audiovisual. El usuario
que decidió ponerle una base de rap al terrible relato de inmigrantes que comen
gatos y perros acumula millones de visualizaciones.
Tras
cualquier situación traumática –y esta escombrera intelectual lo es– el humor
siempre acaba apareciendo en su tanque blindado para clavar bandera y
declararse vencedor de la guerra. Tengo amigos que, cuanto más cercano y
querido es el muerto, más les cuesta contener la risa floja en el entierro. El
ser humano es así y trillones invertidos en odio y miedo nunca podrán cambiar
eso. Quizá no sea hoy y tampoco mañana. Quizá queden aún muchos editoriales
políticos de Pablo Motos, muchos anuncios del fin del mundo y muchos discursos
de odio por parte de los líderes de la ultraderecha en este tiempo oscuro,
crispado y desagradable. Quizá el miedo y los anuncios del fin del mundo aún tengan
tirón para seguir ganando algún dinero y algunos gobiernos. Pero es cuestión de
tiempo que el modelo se agote. Hay síntomas de que el trauma de estar viviendo
esta época de mierda podría dejar paso a la risa floja más temprano que tarde.
La naturaleza humana, como siempre, volverá a abrirse paso. Cuando lo haga
pondrá a los predicadores en el lugar de la historia que les corresponde: los
chistes y las risas. A propósito. Miré en la RAE la definición de “revuelta” y
me gustó la tercera acepción: punto en el que algo empieza a torcer su
dirección o a tomar otra. Supongo que Tamara Falcó ya se lo habrá comentado a
Pablo Motos.
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