VENEZUELA, EL BARROCO Y LOS ALÍEN QUE COMEN
MASCOTAS
GUILLERMO
ZAPATA
Edmundo González (Jeampier
Arguinzones/ Europa
Press) y la Rana Pepe (X).
Esta
semana me preguntaba por la belleza después de ver el traíler de un documental
crítico con el despliegue de las energías renovables. Lo bello es una idea y
cómo tal puede adoptar formas muy diferentes. Así, hay para quien ver un
monte alfombrado de placas solares representa el fin de la civilización y esa
superficie parece ser la extensión de cientos de kilómetros de autopistas o de
plazas duras donde no crece ni un árbol; y para otra gente (entre las que me
incluyo) la imagen de un molino de energía eólica o esa misma superficie de
placas solares remite a una idea mucho más liviana de energía limpia y futuro
para el planeta. La belleza, como la perversidad, está en los ojos del que
mira.
El auge de la extrema derecha en los últimos años ha ido acompañado de un aparato estético y de su propia idea de belleza. Una belleza cimentada en la estética del porno y las cripto-monedas, del pastiche memético de la Rana Pepe y el lujo de videoclip de rapero de los noventa mezclado con escaparates de "El Precio Justo" y culto al cuerpo con estética espartana y burpees.
En
ese aparato estético tiene un lugar muy destacada la conspiranoia. Y ese es el
lugar donde parece estar acampando Donald Trump en una campaña electoral que,
por primera vez, parece sonar a "ya visto" y "ya dicho". El
debate entre Trump y Kamala Harris estuvo marcado por los delirios
conspiranoicos de un Trump empeñado en que los migrantes se comen a sus
mascotas.
POdemos
rastrear el origen de la actual conspiración hasta la celtiberia más cercana.
Esa que insistía en los años noventa que no iba a comer a restaurantes chinos,
porque a saber con qué hacían su comida. Todo racista tiene dentro un
higienista que cree que los demás son bárbaros digestivos y uno está
siempre limpio de polvo y paja.
El
problema es que Trump tiene que recurrir cada vez mas a giros lingüísticos e
imágenes recargadas para impactar en los medios de comunicación. ¿Qué va a
contar sino? ¿Que va a construir un muro en la frontera con México que ya dejó
sin construir en la temporada anterior de su mandato? No, mucho mejor decir que
los alíen están infectando a las personas trans.
Ese
giro hacia lo recargado y lo barroco parece ser el signo de los tiempos en lo
que a la derecha se refiere.
Alvise
es el giro barroco de Vox, Vance es el giro barroco de Trump, Milei es el giro
barroco de la derecha Argentina y suma y sigue. Mientras tanto, el campo
progresista defiende su condición de "normie" y señala algo así como
el "están locos estos Romanos" que decían Astérix y Obélix.
Esta
semana, el Partido Popular ha intentado su propio giro barroco con Venezuela.
La noticia de que el líder de la oposición Venezolana, Edmundo González,
había elegido España para exiliarse, ha puesto en el disparador a una derecha
que parecía querer gritar "no, por aquí no es" a un hombre al que,
hasta antes de ayer, tenían por un libertador.
Debido
a eso, ha sido necesario llevar al congreso una votación para que España le
declare presidente de Venezuela porque se ve que con el anterior
"presidente encargado" no tuvimos bastante. Resulta que hoy son
los parlamentos de un país los que deciden quién es presidente en otro.
Algo que no se ha atrevido a hacer (esta vez) ni siquiera Estados Unidos.
Es
curioso porque lejos de aumentar la presión para que el gobierno de Nicolás
Maduro cumpla con los estándares que el propio gobierno de Venezuela había
establecido durante años para certificar sus siempre democráticos resultados
electorales y que, en esta ocasión, se ve que ya no son necesarios, el PP ha
conseguido que ese tema pase a un segundo plano y hoy nos entretengamos con
asuntos ya de índole nacional como si Venezuela romperá o no relaciones
diplomáticas con España. Porque para el muy barroco PP todo asunto
internacional puede convertirse en un asunto de índole nacional. (Salvo el
genocidio en palestina. Ese asunto les interesa tirando a poco).
Como
la actualidad come acontecimientos a más velocidad que el El Monstruo de las
Galletas devora las idem, a la petición de reconocer a Edmundo Gonzalez como
presidente – cosa que hasta dónde yo sé, no había pedido ni el propio Edmundo
González que cada mañana se levanta y dice "oye, muchas gracias por
acogerme, Pedro Sánchez" – ha respondido La Moncloa con un paseo fugaz el
jueves por la mañana.
Dos
fuerzas antagónicas moviéndose a la misma velocidad en direcciones opuestas se
anulan, y quizás el gran aprendizaje del sanchismo en esta temporada de la
serie es que una imagen de un paseo vale tanto como una votación perdida
por el bloque progresista en el congreso.
El
caso es que la votación del otro día ya no le vale al Partido Popular con lo
que ha decidido que, como tiene mayoría en el Senado, le va a pedir al gobierno
que lleve a Maduro a la Corte Penal Internacional. Esa que no les suena para
con Netanyahu.
Lo
dicho. En seis, ocho meses, estaremos preocupados por si la dieta de quienes se
juegan la vida cruzando el Estrecho incluye gato o al final no, porque en el
barroco, todo se pega.
Los
alquileres, por cierto, siguen también barrocos perdidos. De eso esta semana,
sin embargo, no se ha hablado.
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