EL CAMPO DE BATALLA
Aceptar el
territorio enemigo, su campo y sus reglas de juego, es aceptar la derrota de
partida
El Twitter de
Elon Musk.
Me apresuro a meter baza en un debate al que concedo la máxima relevancia. Me refiero al que abrió ayer, en esta misma revista, Gerardo Tecé, y que plantea la conveniencia o no de que un medio como CTXT permanezca en una red social como X, antes Twitter, liderada y rentabilizada por un cretino archimillonario, tóxico y peligroso como Elon Musk. Como el mismo Tecé dice, los argumentos que claman en favor de retirarse de la red “no admiten demasiada discusión”. Él mismo recuerda algunos: “X –o como quiera llamarlo el psicópata que se compró el juguete– es hoy un inmenso altavoz de la ultraderecha en manos de un fascista que difunde bulos contra inmigrantes, amenaza a representantes democráticos y ataca a feministas o personas trans”. Por decir algo. Por no decir mucho más. Por no hablar de los despidos masivos en la empresa. Por no recordar, como sostenía hace poco el historiador Yuval Noah Harari, que más del 20% del contenido de X lo deciden bots, software que utiliza la inteligencia artificial.
A
pesar de lo cual Tecé opta, contra viento y marea, por permanecer en la red. Si
nos vamos, dice Tecé, les dejamos la pista libre, mientras que quedándonos
podemos seguir repitiendo una y otra vez –pues la red nos lo consiente– “cómo
el algoritmo manipula, cómo se promocionan discursos de odio, cómo su dueño
representa lo peor de la derecha reaccionaria mundial”.
Por
otro lado, dice Tecé, en X cabe todo y hay de todo, “no es un lugar tan
diferente al resto de la sociedad”. A lo mejor ese es el problema, al menos
para quienes no nos sentimos a gusto en esta sociedad y estimamos preferible no
replicarla. En cuanto a las alternativas que parecen plantearse a X, como
Mastodon, con quince millones de usuarios en todo el mundo, a Tecé le parece
que “nada de lo que allí se diga o haga en este momento ejerce ninguna
influencia en el debate público. No es una red social masiva a día de hoy. No
es un campo de batalla ideológico”.
Y
aquí sale a colación el concepto clave, ese del “campo de batalla”. Pues de eso
se trata: de escoger el campo de batalla, o de definir uno nuevo. Y es que
¿cómo pretende Tecé dar la batalla en un campo dibujado y controlado por el
enemigo, regido por sus normas? ¿Cómo no sospecha de las razones que mueven a
una red social como X a “consentir” la presencia supuestamente incordiante de
tipos como nosotros, de medios como CTXT? ¿Piensa que la consentiría si tuviera
la más mínima duda acerca de la irrelevancia del daño que puede recibir? ¿Y en
qué momento se creyó Tecé que Twitter fue en algún momento “nuestra casa”, como
él dice? ¿Nuestra casa? ¿Los son Facebook o Instagram? ¿Puede serlo cualquier
red en manos privadas? ¿Redes que silencian o relegan programáticamente, por
poner un solo ejemplo muy a mano, las manifestaciones de simpatía por la causa
palestina?
Por
supuesto que “la batalla ya está aquí”, como dice Tecé, cuándo no. Y la
seguiremos perdiendo siempre que no seamos capaces de darla en el terreno
adecuado, allí donde nuestros recursos –la razón, la decencia, la verdad–
rindan algún resultado. Celebra Tecé que Mastodon no tenga dueño, que no pueda
caer “en manos de un psicópata como Elon Musk”. ¿No le parece una razón
suficiente? ¿O esperamos a que, para ser una red masiva, con capacidad de
incidencia en el debate público, se la apropie algún magnate que la promueva?
¿Cómo conseguir que Mastodon o la red que sea se expanda si no es con una
activa participación en ella? Habrá qué hacer la travesía del desierto, cómo
no, pero qué otra cosa cabe. Recuerdo bien las declaraciones que tantos
hicieron cuando Musk compró Twitter, anunciando su salida de la red. ¿Qué fue
de esos buenos propósitos, de esas solemnes despedidas? ¿Es que no hay vida
fuera de X? Tampoco parece haberla fuera de Amazon, fuera de Glovo, fuera de Uber.
Pero si algo ha de cambiar, a lo mejor hay que empezar por cambiar algunos
hábitos, por resistirse a ciertas dependencias.
Aceptar
el territorio enemigo, su campo y sus reglas de juego, es aceptar la derrota de
partida. Si además se contribuye con ello a su expansión y enriquecimiento, se
trabaja encima en favor de sus intereses. Y a lo más que se puede aspirar es a
servirle de coartada a la hora de acreditar su pluralidad y su ecuanimidad,
como viene ocurriendo.
Ese
trabajo inmenso y de antemano estéril que propone Tecé, el de “denunciar todos
y cada uno de los bulos que son difundidos desde esos oasis de tranquilidad
ultraderechista” que son las redes sociales colonizadas por la ultraderecha;
mejor emplearlo en promover un campo de batalla adecuado. Uno configurado
conforme a principios y dinámicas que no sean miméticas de las ya existentes,
que planteen reglas y usos nuevos, capaces de irradiar credibilidad. Uno
vacunado –no es tan difícil– contra la infiltración de elementos reaccionarios
o ultraderechistas, como lo están X y otras redes contra lo que ellas mismas
estiman “inadmisible”.
Por
lo demás, si hay que ir cambiando de lugar, así será, qué remedio. Mejor eso
que quedarse haciendo de comparsa. Mejor eso que aceptar anticipadamente la
derrota, o un papel simplemente testimonial, por muy heroico que se nos antoje.
Con la esperanza puesta siempre en encontrar las condiciones para dar la
batalla con posibilidades de éxito, de darla para ganar, no para decir una vez
más que, si los malos ganan es, ya se sabe, porque son más y encima son más
fuertes.
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