JUNTS PER AQUÍ, JUNTS PER ALLÀ, ¿DÓNDE
ESTÁ LA PELOTITA?
SATO DÍAZ
Meme de la
celebración de la independencia en el Passeig de Lluís Companys.
Cuando
en 1967 el filósofo y cineasta parisino Guy Debord se lanzaba a teorizar La
sociedad del espectáculo, probablemente no imaginaba el alcance de esta
menos de un siglo después. Cada vez más, las relaciones humanas y, por tanto,
políticas se han convertido en un conjunto de imágenes y representaciones con
las que mercadear; cada vez más forma y menos un fin en sí mismas.
Un mero repaso por la actualidad global nos da buena cuenta de ello: la Argentina de la motosierra, la oreja de Trump sangrante, los campos de concentración de personas migrantes en Albania financiados por la aclamada Giorgia Meloni, las okupas repletas de personas refugiadas en Bruselas, los dispositivos móviles que explotan en Líbano a la orden de Tel Aviv, un nacimiento en un cayuco perdido que se dirigía a las Canarias...
En
la política española, espectáculos haberlos haylos también. Hoy hablamos de Junts per Catalunya (aunque tenemos
muchos más ejemplos) y su afán de espectacularizar su acción política, de
sorprender con un vuelco de guion inesperado para captar la atención de la
audiencia. Este martes, a tan solo tres minutos de la votación de la toma en consideración de la ley que pretendía regular los
alquileres de temporada, el grupo parlamentario de Junts en el Congreso
cambiaba su voto para que la propuesta decayera. Que el espacio heredero de
Convergència vote contrariamente a expandir el derecho a la vivienda (uno de
los principales problemas sociales de hoy) no es extraordinario, llama más la
atención la forma, en el último momento.
Hoy
en día, el debate político se ha trasladado casi en la totalidad a los medios
de comunicación y estos van mutando de tal manera que, por la explosión de las
redes sociales, el número de emisores se multiplica. Contrastar la veracidad de
los mensajes se complica y estos tienen que ser demasiado espectaculares
para ganarse la atención de un receptor que sufre una ingente oferta de
información. Las instituciones políticas que sustentan la democracia son, en
muchas ocasiones, meros platós televisivos, soportes para generar contenido
para las redes. La realidad tiene que superar a la ficción y esta última se
refugia en biopics y mundos apocalípticos.
Ya
a principios de la legislatura, el Gobierno tuvo que sudar la gota gorda para
lograr sacar adelante dos importantísimos decretos leyes (el decreto ‘ómnibus’,
necesario para solicitar los fondos de la UE, y el que prorrogaba el escudo
social) que dependían de los votos de Junts. El partido de
Carles Puigdemont mantuvo la tensión (y la atención) y anunció in
extremis el apoyo a cambio de que el Ejecutivo cediera a Catalunya
unas competencias en inmigración que, por cierto, aún no se han
resuelto.
Algo
similar ocurrió más recientemente con el primer techo de gasto, tumbado
por Junts; también fue de infarto la aprobación de la ley de amnistía,
sorprendentemente la primera vez que la ley se sometió a votación en el
Congreso decayó por el voto en contra de los propios
nacionalistas catalanes. Los postconvergentes también boicotearon la reforma
de la ley de extranjería junto a PP y Vox. Junts se ha convertido así, con
estos vaivenes, en objeto de deseo del Congreso, quien cuente con su favor,
dadas las ajustadas mayorías, puede anotarse victorias parlamentarias, ora
Alberto Núñez Feijóo, ora Pedro Sánchez.
La
dirigencia del partido capitaneado por Jordi Turull celebraba el pasado 8 de
agosto la aparición estelar en Barcelona y posterior huida de su líder
Puigdemont. Vieron en la falta de cumplimiento de su palabra del
expresident, que se había comprometido a asistir al debate de investidura en el
Parlament aunque no fuera el candidato, un acto heroico de tal nivel como la
operación que permitió burlar al CNI y colar en Catalunya miles de urnas que
permitieron la celebración del referéndum del 1 de octubre de 2017.
Dos
victorias para Junts (la de las urnas y la de la aparición y desaparición del
gerundense) que sobre todo fueron un gran troleo al Estado, una enorme
burla y demostración de los errores de diferentes instituciones gobernadas
desde Madrid (Policía, CNI...). En eso está Junts ahora, de esta actitud
depende la legislatura española: giros de guion, bromas pesadas, golpes de
efecto, medias verdades, robar el foco, captar la atención...
Muy
cerquita del lugar en el que se le perdió la pista a Puigdemont el pasado 8 de
agosto, a las puertas del Parc de la Ciutadella barcelonés que da cobijo al
edificio del Parlament de Catalunya, hace casi siete años se dio otra situación
parecida, valleinclanesca. El 27 de octubre de 2017 Puigdemont pronunciaba un
importante discurso en la sede del Legislativo catalán, se le presuponía que
iba a declarar la independencia.
"Que
Catalunya pase a ser un Estado independiente con forma de República", dijo, en un principio, amparándose en los resultados
de la consulta del 1-O. A las puertas del parque, donde se habían instalado
unas pantallas gigantes para seguir la retransmisión en directo del pleno, se
celebraron con celeridad estas palabras. Pocos segundos después, el mismo
Puigdemont proponía suspender los efectos de la independencia para
establecer un diálogo con el Estado que la materializara. Giro drástico de los
acontecimientos, regreso a lo mismo.
Los
memes de las caras de las personas que celebraban la independencia en el
Passeig de Lluís Companys y su frustración instantes después pronto recorrieron
el mundo entero. Otro vuelco de guion inesperado, otra vuelta de tuerca en uno
de los momentos históricos más importantes de Catalunya, una falta a la palabra
dada ante una ciudadanía que, escasas tres semanas antes, había sido duramente
reprimida por la Policía Nacional y la Guardia Civil por ir a votar.
En
estos momentos, Junts tiene pocos alicientes para cumplir con lo pactado el
año pasado con el PSOE en el acuerdo bilateral de investidura de Pedro
Sánchez de "dar estabilidad a la legislatura". La amnistía no
acaba de materializarse en todos los casos por la actitud belicista, en buena
medida, de parte dela judicatura española; el independentismo, como movimiento
social, está cada vez más mermado y dividido, tal y como se vio en la Diada; el
socialista Salvador Illa es president de la Generalitat y el PSC se convierte
en el rival antagónico de Junts en Catalunya, lo que dificulta una colaboración
con un Gobierno socialista del Estado que tendría sentido si Junts ocupara el
Palau de la Plaça Sant Jaume; les ha salido un competidor independentista por
la derecha, Aliança Catalana...
La
legislatura (entendida como un periodo durante el que llevar a cabo un proyecto
legislativo) depende en buena medida de Junts. Con las ajustadas mayorías del
Congreso, sin los de Míriam Nogueras, Sánchez tiene muy complicado sacar
leyes adelante. Junts, mientras, juega. Busca foco, el espectáculo, el
aplauso de los suyos, el troleo.
Como
el chiste ese en el que, quien lo cuenta, simula una pelota apretando con la
lengua una mejilla, dibujando un bulto en un lateral de la mandíbula, y con voz
casi ininteligible dice: "nada por aquí, nada por allá, ¿dónde está la
pelotita?". ¡Qué espectáculo!
Viernes
20 septiembre por la tarde: una delegación del
PSOE, encabezada por su número 3, Santos Cerdán, aterriza en Suiza para reanudar las
negociaciones con Junts. No todo está definido. El espectáculo
puede continuar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario