UN ALIVIO RELATIVO
POR
JUAN TORTOSA
Periodista
Hace falta bajar el
balón al suelo. Necesitamos dejar atrás cuanto antes tantos días de ruido y
furia. Hubo este jueves quien quiso ver un atisbo de esa posibilidad en el
saludo de Núñez Feijóo a Pedro Sánchez tras la reelección de este como
presidente del Gobierno. No sé yo, porque tampoco pareció que lo hiciera con
mucha gana, pero ojalá.
Que la estrategia seguida hasta ahora no les ha servido es algo que en el PP deben tener ya claro. De nada les ha valido tanta crispación, de nada les ha servido tanta mentira, tanta amenaza, tanto jaleo… Llevan desde mayo cantando victoria y repartiéndose cargos, así que digerir el fracaso puede que les lleve un cierto tiempo.
Lo admitan o no,
continúen o no con manifestaciones señalando adversarios políticos por las
calles y gritando que se rompe España, para ellos ha comenzado ya la etapa del
borrón y cuenta nueva, ¿por qué no les ha funcionado el plan si casi todos los
vientos parecían soplar a su favor? Las mismas miradas, las mismas amistades
peligrosas que hasta ayer le hacían la pelota a Núñez Feijóo empiezan ya estos
días a girar la vista hacia quien va a administrar cuatro años más los
Presupuestos Generales del Estado. Los mismos que le hicieron creer que estaban
con él a muerte serán quienes acabarán dejándolo caer. Nadie hace las cosas por
España, a menos que llamen España a sus bolsillos, a los saldos de sus cuentas
corrientes.
Haber frenado a la
ultraderecha, o que gallegos, canarios, las dos principales formaciones
políticas vascas y dos partidos catalanes hayan decidido apoyar un Gobierno de
coalición progresista puede que para algunos merezca un brindis, pero aquí
falta algo, aquí falta alguien porque en esta nueva etapa no van a estar todos
los que son.
Ni a Pedro Sánchez
ni a Yolanda Díaz les hubiera costado nada, durante la sesión de investidura,
haber dedicado unas cuantas palabras de reconocimiento al valioso trabajo de
quienes les han acompañado en este viaje de cuatro años que ahora finaliza. Sin
Ione Belarra, sin Irene Montero, sin el apoyo de Podemos y la generosidad de
sus miembros, Sumar no habría sumado, los socialistas no continuarían en el
poder y el fascismo estaría ya en el palacio de la Moncloa desde hace un par de
meses perpetrando las mismas tropelías que ya están llevando a cabo en las
comunidades autónomas donde populares y ultraderechistas gobiernan en
coalición.
A medida que
transcurran los días y vayamos adquiriendo perspectiva, lo veremos con más
claridad. No tardaremos en echar de menos el papel de contrapeso de una
formación que, con Pablo Iglesias como vicepresidente en sus primeros dieciséis
meses, hizo posible que Sánchez y los suyos no tuvieran más remedio que
practicar una política social a la que intentaron resistirse como gato panza
arriba a pesar de los compromisos firmados. Unos pactos cuyo cumplimiento, por
cierto, quedaron incompletos al finalizar la legislatura. Quizás por esto,
entre otras razones, Esquerra y Junts no se fían un pelo de este Gobierno de
coalición que han contribuido a sacar adelante y anuncian vigilancia
diaria.
Lo definió bien
Gabriel Rufián en su intervención del jueves pasado: lo único que une a las
formaciones que han apoyado la continuidad de Sánchez al frente del nuevo
Gobierno de coalición es la necesidad de frenar en seco a una ultraderecha cuyo
líder, por cierto, ya ha advertido que si hay que estar manifestándose mil
cuatrocientos días seguidos, se estará.
¿Un cierto alivio?
De acuerdo, sí, pero sin bajar la guardia ni un segundo. Los medios hostiles no
lo van a hacer, los artífices del lawfare tampoco, ni los guardias civiles
“dispuestos a derramar su sangre”, ni muchos militares, ni tanto niñato de tres
al cuarto de los que montan pollos estos días y a quienes, cuando les preguntas
contra qué se manifiestan, no saben ni contestar.
Entre las
obligaciones urgentes del nuevo Ejecutivo está la de hacer pedagogía social,
contrarrestar la desinformación, los fake news, las mentiras sistemáticas:
explicar bien sus políticas y conseguir que quienes se benefician de ellas lo
sepan, lo entiendan y lo valoren. Para ello es fundamental reconocer el trabajo
realizado por una izquierda que ahora ningunean y que más pronto que tarde
echarán/echaremos de menos. Será la única manera de que las derechas no acaben
comiéndoselos vivos.
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