¿Y CUÁNDO LLEGARÁ EL DÍA EN QUE
EL “OKUPA” SE VA?
QUICOPURRIÑOS
Probablemente eso sería lo que se me pasó por la cabeza cuando entró por primera vez en lo que hasta entonces era mi casa.- De dónde se sacó mi hija a este catalán vestido de negro, con barba de cuatro días, lleno de imperdibles por medio rostro, tatuado hasta las cejas y que, según consta en el Registro Civil, se llama Joel. Así, con expectación, con dudas, con mucha incertidumbre comenzó una impuesta convivencia, por aquello de no decir que no a la pequeña de mis dos hijas, intentando digerir como normal la imagen del forastero, mirándolo con buenos ojos por aquello de que “los del mundo del cine son así”, un poco extravagantes, un tanto bohemios, un poco a contracorriente. Y me veo, de pronto, a mis sesenta y cinco cumplidos, compartiendo piso con uno de veinticuatro, su entonces novia que ya llevaba previamente instalada en mi fonda unas semanas, una alemana “Made in Fuerteventura”, de nombre Nomi y el inseparable gato, que según la Cartilla Sanitaria es de mi hija Ana pero que también encontró alojamiento temporal en la Pensión Quico, años hace, y aún continúa el minino bautizado como “Oreo” pues blanco, negro y redondito es el susodicho felino.
A los dos o tres días
del inicio de la convivencia tengo que recular, darme cuenta de lo que siempre
uno dice de los otros y nunca se atribuye o aplica a uno mismo, y es que, a
veces, la primera impresión engaña y claro, los estereotipos marcan,
condicionan y más cuando existe esa notoria diferencia generacional. Reconocido
mi error, y mirando ya al pequeño (por edad)
independentista que había tomado posesión en la casa, voy descubriendo
cada día a la persona que lleva dentro, de la que veo que compartimos muchas
cosas, el gusto por la cocina, por la pintura, por una conversación tranquila.
Y así fueron pasando los días, luego las semanas y después los meses,
intercalando “el viajero llegado de Barcelona” trabajos en películas, con
periodos de “descanso forzado” a la espera de otra serie, de otra película. Y
dónde mejor aguardar la llamada de alguna productora que en “Casaquico”, en la
que, sea por su espíritu inquieto, sea por colaborar, no había jornada en la
que no dedicara alguna hora a pintar, a crear alguna escultura o diseño, en
reparar un grifo o crear una lámpara, combinando troncos, cables y bombillas
que ahora cuelga majestuosa en el patio cubierto, el mismo en el que hemos
compartido almuerzos y cenas y largas tertulias en las que todo tema cabe, cada
uno con las ideas propias, las que la edad nos impone, pero con un respeto
digno de reconocerle. Igual se habló del “process”, como del origen de
determinadas expresiones usuales del idioma, de técnicas de pintura o de obras
del genial Gaudí, de sus proyectos laborales o de cómo se entiende el amor
cuando se tienen veinte años o cuando sobrepasas los sesenta y de mujeres, como
no, pues el fútbol, que sería el otro “tema universal” no era precisamente su
fuerte, aunque hubiera jugado al rugby
pero eso es otra cosa, aunque su origen sea también inglés.
Ahora que el año parece toca a su fin, me anuncia que le
ha llegado el momento, el que tanto esperaba, la llamada para trabajar en una
famosa serie de televisión, en el
departamento de arte, en lo que a él le gusta, para empezar, como empieza el
año, el 1 de enero próximo, pero en Madrid y con perspectivas de trabajo para
rato. Es decir, que ha llegado la hora en la que el okupa levantará el
campamento, pues nada hay en la vida que mil años dure. Creo, sospecho, que
Oreo lo echará mucho de menos. De lo que no tengo ninguna duda es de que yo sí
que lo haré y que difícil será volver a tener un okupa como el que ahora se va,
pero que no dudo regresará, porque aquí
deja su casa.
quicopurriños
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