PATRIOTAS Y TERRORISTAS
PABLO
IGLESIAS
La diferencia entre un terrorista y un patriota es la diferencia entre la derrota y la victoria. La diferencia entre un terrorista y un patriota es el control de la prensa y del relato.
Los historiadores lo saben aunque no siempre lo digan. Los resistentes españoles al ocupante francés en 1808, los fusilados del 2 de mayo, los madrileños que atacaron con navajas a los soldados franceses, eran terroristas a ojos del ocupante ilustrado. Los hijos de la Revolución Francesa frente al “vivan las cadenas” de los españoles. Democracia contra integrismo religioso como ahora en Oriente Próximo ¿verdad?
En aquella guerra de independencia, los españoles inventaron además la técnica militar terrorista por excelencia: la guerrilla. Bien podría decirse que los españoles somos las madres y los padres del terrorismo moderno. Pero acabamos echando a los franceses, así que el 2 de mayo Ayuso nos volverá a recordar que Madrid es España por haber expulsado de la patria a Napoleón y a los afrancesados.
Washington, Bolivar
o San Martín pasaron a la historia como patriotas porque ganaron, del mismo
modo que el héroe de los jacobinos negros de la revolución haitiana, Toussaint
Louverture, murió olvidado en una prisión francesa. Así es la historia. No
busquen justicia en ella.
Nelson Mandela es
el padre de la patria sudafricana porque el Congreso Nacional Africano derrotó,
aunque fuera parcialmente, a sus enemigos. Pero Mandela, antes de ser el padre
de la patria, fue un terrorista comunista encarcelado.
La batalla de
Argel, de Gillo Pontecorvo, fue prohibida en Francia durante años porque decía
muchas verdades sobre la política, sobre el colonialismo, sobre el patriotismo
y sobre el terrorismo. “Dennos sus aviones y nosotros les daremos nuestros
cestos”, responde en la película el jefe del Frente Nacional Argelino cuando
los periodistas occidentales le preguntan por qué atentan contra civiles
franceses en el barrio europeo de Argel. Detenido, torturado y ejecutado por
los paracaidistas franceses, Ben M'hidi era un terrorista. Cuando Argelia fue
por fin libre, se convirtió en otro padre de la patria.
En estos días Hamás
ha dado un paso muy importante a ojos de la comunidad internacional. Ayer eran
terroristas sin escrúpulos, ni tan siquiera se les reconocía la condición
humana. Hoy se sientan en la misma mesa con los representantes del Gobierno de
Israel y pactan un alto el fuego. Les ha costado más de 14.000 muertos, entre
ellos casi 6.000 niños. ¿Merece la pena? Esa pregunta nunca ha tenido sentido
para entender la historia de la humanidad.
Todas las patrias,
todos los sistemas políticos, también los democráticos, se construyen sobre el
asesinato. La gran victoria sobre el nazifascismo se construyó también con los
bombardeos contra civiles en Dresde y con la humillación del orgullo racial de
las mujeres alemanas al que apelaba el intelectual soviético y judío Iliá
Ehrenburg, dirigiéndose a los soldados del ejército rojo que avanzaban hacia
Berlín. Y de propina llegaron dos bombas atómicas de la democracia
estadounidense sobre Japón.
Hamás adquiere una
vez más estatuto de beligerancia al ser reconocido como interlocutor por Israel
para negociar un alto el fuego. ¿Mereció la pena? Una arcada humana que se
horroriza cada vez que las redes sociales nos muestran cadáveres de niños nos
dice que no, pero la historia de la humanidad, que en los últimos siglos es una
historia de terroristas y patriotas, nos recuerda que esa pregunta no tiene
demasiado sentido para entender la historia y la política.
Solo el futuro dirá
si Hamás fue la vanguardia del patriotismo que liberó a Palestina o una banda
de terroristas fanatizados por el Islam. Solo el futuro dirá si Israel fue una
teocracia colonial y criminal que ejecutó un genocidio contra el pueblo palestino o la expresión del
jardín democrático europeo en Oriente Próximo.
Pero tengan por
seguro que el futuro se construirá sobre millares de cadáveres, a mayor gloria
de patriotas y terroristas.
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