¿A QUIÉN NO LE GUSTA LA FRUTA?
POR MARTA NEBOT
La presidenta madrileña, el viernes pasado, en la Asamblea de Madrid, declaró: “a mí, desde luego, me gusta la fruta”. Lo hizo para justificar que llamara “hijo de puta” la tarde anterior al Presidente del Gobierno desde la tribuna del Congreso de los Diputados, durante el debate de investidura. Y es que su equipo, pocos minutos después de que el momento fuera inmortalizado por las cámaras, afirmó que se estaban malinterpretando sus palabras, que habíamos leído mal sus labios, que lo que en realidad había dicho es que le “gusta la fruta”.
Y, claro, la pregunta que surge es: ¿A
quién no le gusta la fruta? ¿O dicho con todas las palabras: a quién no
le sienta bien llamar entre dientes hijo de puta a quién le ha hecho una
putada? A muchos de los mortales españoles nos sienta de puta madre y lo
hacemos a menudo en serio o de guasa, en voz alta o callada, en público o en la
intimidad. Apuesto a que somos más los que utilizamos esta expresión soez que los
que se desahogan en momentos críticos con palabras más elevadas. Lo que pasa es
que hay momentos para todo y putadas y putadas.
¿Es una putada que el Presidente del
Gobierno le recuerde al Partido Popular, en momento de máxima audiencia, su
historia reciente con presidente del partido expulsado por ir contra presuntas
corruptelas con presidenta madrileña como protagonista? Yo diría que sí, sobre
todo para su protagonista más protagónica. Ergo, afirmo que la Presidenta Ayuso
en la tribuna del Congreso estaba en su derecho como española de comerse un
melón, una sandía o el sapo con piña que le debió parecer que se tragaba con
todos los focos encima. Sin embargo, esto no quita que también crea que lo suyo
habría sido inmediatamente pedir disculpas porque el cargo que ostenta
obliga.
Thank you for watching
Porque si no, ¿que pasaría con el
consumo de fruta del resto? Por ejemplo: ¿Era una putada para socialistas,
podemistas y sumadores que, cada dos por tres, fuera el debate que fuera, se
les tirara a la cara los efectos perversos de la maltrecha Ley del sólo sí es
sí sin venir a cuento? Sí. Ergo, ¿estaban en su derecho todos esos puteados de
cagarse delante de las cámaras en las putas madres de todos los cabrones que
pervertían cualquier intento de debatir sobre lo que fuera? ¿Tenían el mismo
derecho que ella a la fruta? ¿Cuántas veces se hubieran mentado a sus pobres
progenitoras si todos aplicaran el mismo rasero que pretende generalizar la
Presidenta?
Porque una cosa es que se te escape –que
le puede pasar a cualquiera– y otra, que después pretendas justificarlo con
chistes malos del peor club de la comedia, y otra más, que lo hagas en un
momento particularmente tenso en el que se están atacando diariamente las sedes
socialistas y a diputados de esas siglas concretas con insultos como ese a
gritos, a huevazos, a lanzamiento de mobiliario urbano y lo que
pillan.
He aquí otro ejemplo de su ley del
embudo, solo que esta vez afecta a algo muy sensible y megavalioso: la
convivencia. Porque ¿si nuestros políticos se dicen esas cosas en las más
altas instituciones del Estado, qué están incitando que la gente se diga en las
calles, en los bares, en los ascensores, en cualquier lado?
La ira y la rabia no son patrimonio de
ninguna ideología, son parte de todos y cada uno de nosotros y su gestión no va
por barrios, va por personas y por educación, porque las emociones también se
educan. Y allá cada cual con eso en su esfera íntima, siempre y cuando no
delinca.
La cuestión es que fuera de esa esfera
todos y cada uno somos responsables de parar a los exaltados que pueda y todos
podemos más con los propios que con los ajenos. Que se mantenga este oasis
social, la valiosa paz que gozamos, que podamos seguir tranquilos
disfrutando de esta democracia, depende de todos y cada uno de nosotros, pero
más –por su valor ejemplarizante– de los que están en las instituciones y de
los que tienen foco.
Isabel Díaz Ayuso debería disculparse
por sus proclamas frutícolas. Pero, además: ¿no debería Esperanza Aguirre
disculparse también por haber asistido a manifestaciones en la puerta de Ferraz
que están convirtiéndose en batallas campales, ya que no le
representan?
¿No debería Antonio Garamendi, como
presidente de la CEOE, distanciarse de los altos directivos de empresas
españolas que atacaron el jueves a diputados socialistas en una cafetería cerca
del Congreso al grito de “asquerosos, traidores, os tenían que matar”? ¿Y no
deberían hacer lo propio las empresas para las que trabajan y la orden
nobiliaria de la que uno es caballero? ¿No deberían declararse en contra de
declaraciones tan guerracivilistas por el bien común?
Así que les pido que reflexionen porque
estoy segura de que si lo hacen estarán de acuerdo conmigo: lo mejor para tod@s
es que cada uno se coma la fruta que quiera en su puta casa.
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