EL ERROR DE YOLANDA DÍAZ CON
NACHO ÁLVAREZ
CANAL RED -- EDITORIAL
Si Díaz pensaba que
los de Belarra iban a ser doblegados por el látigo mediático para aceptar la
oferta, revela que no los conoce en absoluto. Si sabía que no iban a aceptar
pero pensaba mandar algún tipo de mensaje beneficioso para sus intereses con la
maniobra, ha demostrado una incapacidad táctica, cuando menos, sorprendente
A última hora de la tarde del día de ayer, Nacho Álvarez renunciaba la oferta de Yolanda Díaz para ser ministro y dimitía formalmente de todos sus cargos en Podemos; formalmente porque ya llevaba meses sin desempeñarlos y dedicándose únicamente a sus responsabilidades en el ministerio de Derechos Sociales y en Sumar.
Varias horas antes,
cerca del mediodía de ayer, saltaba la noticia que terminó por desencadenar esa
decisión de Álvarez. Sumar había filtrado a uno de sus medios de cabecera
—eldiario.es de Ignacio Escolar— los términos de la oferta que habían hecho
llegar a Podemos apenas unos minutos antes: los morados se tendrían que
comprometer a apoyar en el Parlamento todas las iniciativas provinientes del
Gobierno sea cual sea su contenido, a acatar la disciplina de voto de Sumar en
todos los casos, a seguir todas sus diputadas la línea comunicativa definida
por Sumar —cesando, en particular, lo que el documento filtrado califica como
«ataques públicos» e «insultos a miembros de Sumar, incluida Yolanda Díaz»— y a
presentarse «en todo el ciclo electoral en la Coalición SUMAR, empezando por
las elecciones europeas de 2024». A cambio de todos estos compromisos, Sumar
ofrecía que Nacho Álvarez sea ministro, sin especificar en qué ministerio.
Más allá de que
todos los periodistas de Madrid son perfectamente capaces de identificar
—aunque no lo puedan decir en público— los mimbres de una maniobra de tan baja
calidad, que, además, fue adelantada hace casi dos meses por Diario Red, más
allá de que todos los informadores políticos sepan perfectamente que Nacho
Álvarez lleva trabajando para Yolanda Díaz varios meses y que —al no responder
a la disciplina de Podemos— su entrada en escena solamente sirve para
justificar de una forma bastante burda el veto a Irene Montero, más allá de que
resulte absolutamente evidente qué significa en términos de voluntad
negociadora el filtrar a la prensa el documento de la propuesta a los pocos
minutos de haberlo enviado a tu interlocutor, más allá de que podamos analizar
por qué la inmensa mayoría de los medios de comunicación han presentado la
oferta de Sumar como una simple «propuesta» más sin mayor valoración y qué
significa esto en términos de corrupción del periodismo cuando todos ellos saben
lo que hay detrás y cuando cualquier observador mínimamente informado detecta
inmediatamente la asimetría que existe en decir que todos los partidos eligen a
las personas que van a ocupar las carteras ministeriales, excepto Podemos, a
quien se le impone el nombre de forma autoritaria, más allá de todos estos
elementos que son absolutamente obvios, analicemos la maniobra del PSOE y Sumar
—de ambos, porque es claro que Sánchez y Díaz actúan en coordinación, dado que
solamente el presidente puede nombrar ministros— en términos tácticos.
No hay que ser Sun
Tzu ni von Clausewitz para darse cuenta de que, en el ámbito táctico, la
maniobra Nacho Álvarez ha sido un auténtico desastre
No hay que ser Sun
Tzu ni von Clausewitz para darse cuenta de que, en el ámbito táctico, la
maniobra Nacho Álvarez ha sido un auténtico desastre para los propios intereses
de sus promotores. Y no solamente por cómo ha acabado. Es un desastre para
Sumar, primero, porque reabre el debate sobre la presencia de Podemos en el
Gobierno. Por mucho desgaste político que ese tema le cause a Yolanda Díaz
—como es normal—, el veto a los morados ya se daba por descontado en los
círculos políticos y periodísticos, y también en el debate público. Con esta
torpe maniobra, el asunto se vuelve a poner encima de la mesa y la conversación
vuelve a girar en torno a él. En segundo lugar, la maniobra Nacho Álvarez
reactiva el marco de la humillación por parte de Yolanda Díaz a Podemos al ser
completamente evidente que se les está intentando imponer el nombre de forma
autoritaria; algo que no se hace con ningún otro partido. En tercer lugar, se
refuerza a Irene Montero al señalar de forma implícita pero muy clara que
Sánchez y Díaz la temen como ministra en tanto que líder política con capacidad
de hacerles sombra. Por último, Yolanda Díaz muestra también de una forma
nítida su preocupación, su debilidad y su miedo ante la perspectiva de que los
morados puedan presentarse en solitario a las elecciones europeas, demostrando
así que todo el discurso público de Sumar y sus periodistas afines afirmando
que «Podemos está muerto» no se lo creen ni ellos mismos.
Si Yolanda Díaz
pensaba que los de Belarra iban a ser doblegados por el látigo mediático para
aceptar la oferta, revela que —después de tantos años de cohabitación— no los
conoce en absoluto. Por el contrario, si sabía que no iban a aceptar algo, por
otro lado, inaceptable, pero pensaba que iba a conseguir mandar algún tipo de
mensaje político beneficioso para sus intereses con semejante maniobra,
demuestra una incapacidad táctica que es, cuando menos, sorprendente. En
cualquiera de los dos casos, que la maniobra Nacho Álvarez ha sido un error
garrafal para los propios intereses del bloque PSOE-Sumar es un hecho objetivo
e indiscutible, independientemente de las simpatías políticas de cada uno. En
el camino, además, Díaz ha conseguido incinerar la figura de Álvarez poniéndolo
a los pies de los caballos.
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