ALFONSO GUERRA SE DIVIRTIÓ EN
‘EL HORMIGUERO’
El
exvicepresidente habló como faro de la izquierda real, la que sabe que el
principal problema es que ya no funcionan igual de bien ni el socialismo ni los
chistes de homosexuales, enanos y gangosos
GERARDO
TECÉ
El exvicepresidente Alfonso
Guerra durante la emisión de
El Hormiguero el 22 de
noviembre. / Atresmedia
Alfonso Guerra, en El Hormiguero. Diversión para toda la familia. El Leo Harlem del socialismo ochentero fue anoche el invitado estrella al programa de Pablo Motos. Está acabando el mes de noviembre y al exitoso presentador de entretenimiento aún no le ha llegado la circular interna de Atresmedia avisando de que la campaña electoral ya acabó. Y la perdieron. Así que, que pase Alfonso Guerra. Cuando uno invita a Guerra a un sarao es para que dé ídem. Imaginen que un día de estos, alguien invita a Don Alfonso a un programa de máxima audiencia y, por el motivo que sea, ese día no le apetece hacer aquello que de él se espera. Y se pone a hablar de la vida de los caracoles. ¿Sabes, Pablo, que este molusco produce tanto espermatozoides como óvulos? Y Pablo intenta reconducir el asunto diciendo que a los caracoles les da igual ocho que ochenta, como al presidente Sánchez. Y don Alfonso, que si los caracoles tienen una esperanza de vida de unos cinco años. Y Pablo, desesperado, que cinco años es más que una legislatura, como la legislatura vergonzosa que Pedro Sánchez acaba de echar a andar de la mano de delincuentes y que siente vergüenza de ser español. Y don Alfonso, que si hay más de 500 especies diferentes de caracoles y Trancas y Barrancas que no saben ya dónde meterse y eso que están bajo la mesa. Gracias a dios, nada de esto ocurrió. Alfonso Guerra acudió al bolo para cumplir con el papel que de él se esperaba cuando fue invitado.
La amnistía es
inconstitucional, no se puede pactar con unos delincuentes, decía Guerra en el
programa de entretenimiento y el público que había ido a un programa de
entretenimiento aplaudía a rabiar las disquisiciones constitucionales del que
fuera vicepresidente del Gobierno hasta 1991 y la cara del presentador del
programa de entretenimiento era la misma cara de satisfacción escuchando al
previsible Guerra que esa que ponía John Hannibal Smith en el Equipo A cuando
le encantaba que los planes salieran bien. ¿Usted pensó alguna vez que un
presidente del Gobierno pactaría el apoyo de unos delincuentes a cambio de
borrar un delito?, le preguntó Motos a Guerra como podría haberle preguntado
por aquella vez que él y Felipe se fueron a las puertas de la prisión de
Guadalajara a apoyar a los condenados por terrorismo de Estado –del que se
realiza con pistolas en vez de urnas de cartón– posteriormente indultados. Y
Guerra que no, que eso no puede hacerse de ninguna de las maneras. Lo de los
catalanes. Y Motos, como yo me acerco al panadero los lunes cuando el Sevilla
perdió el sábado, que vaya tela cómo de mal está el asunto y, como el panadero
hace conmigo, Guerra le daba la razón a Motos y Motos a Guerra. Y el público,
que había ido a divertirse a El Hormiguero, se divertía porque dígame usted qué
es entretenimiento sino escuchar a un líder del socialismo hegemónico de hace
cuatro décadas repitiendo que ya no se fabrica socialismo como se fabricaba
antes. ¿Para qué, si no, invita Atresmedia a don Alfonso a El Hormiguero, si no
es con el altruista fin último de que España disfrute de una izquierda
verdadera como la que representan don Guerra, don González, don Leguina, don
Corcuera o don Redondo Terreros y el resto de tertulianos de Intereconomía?
Como no todo el
entretenimiento puede ser analizar la inconstitucionalidad de la amnistía o la
salud democrática de un Estado –se le olvidó a Motos preguntar y a Guerra
comentar lo del Poder Judicial secuestrado–, don Alfonso habló de otros
problemas que azotan a los españoles, como la censura. Los humoristas ya no
pueden hablar de nada, decía Guerra mientras Pablo Motos asentía, porque antes
se hacían chistes de homosexuales y enanos y ahora ya no se puede. Y Motos que
sí, que es verdad, que eso es censura. Y no les falta razón a don Pablo y don
Alfonso, ya que, como todos sabemos, las cárceles están llenas de presos que
contaron el chiste del enano que preguntaba por la calle cómo llegar al metro y
le respondían que lo tenía difícil midiendo 60 centímetros. Y alguien debería
hacer una amnistía para quienes están y estaremos en prisión por haber contado
este chiste perseguido por la Justicia de un país que se va por el retrete.
Don Alfonso Guerra,
faro y guía de la izquierda real, esa que sabe bien que el principal problema
de nuestros días es que ya no funcionan igual de bien ni el socialismo ni los
chistes de homosexuales, enanos y gangosos, estuvo muy bien. Impecable, diría.
Como Leo Harlem cuando se sube a un escenario, hizo lo que de él se esperaba y
lo hizo con maestría. Deseando que Atresmedia anuncie que la semana que viene
va a divertirse a El Hormiguero el juez García-Castellón o el tipo que reza el
rosario frente a la sede de Ferraz. Lo disfrutaré. Desde casa o desde la cárcel
si llega a los oídos de Pedro Sánchez que conté el chiste del enano que buscaba
la boca de metro.
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