EL FUGITIVO DEL MALETERO
JOSÉ
ANTONIO MARTÍN PALLÍN
Abogado. Comisionado de la Comisión Internacional de Juristas
(Ginebra).
Ha sido Fiscal y Magistrado del Tribunal Supremo
Cuando la tensión política adquiere unos niveles de crispación absolutamente preocupantes para la estabilidad de nuestro sistema democrático, conviene refugiarse en el humor para hacer frente a la irracionalidad y visceralidad de los argumentos que se esgrimen por una derecha extrema sin parangón en la Unión Europea y una extrema derecha que sabe de dónde viene pero que no sabe dónde va.
La mayor parte de la gente de mi edad recuerda una serie que tuvo un gran éxito en televisión titulada El Fugitivo. El protagonista era un médico condenado injustamente a muerte por el asesinato de su esposa. De camino al corredor de la muerte, el tren descarrila, lo que le permite escapar y comenzar una búsqueda del verdadero autor del asesinato. Se muda de pueblo en pueblo, siempre tratando de permanecer discreto y pasar desapercibido mientras se evade de la captura.
La oposición a la
amnistía como institución constitucional en abstracto se bate en retirada, pero
surgen objeciones a su aplicación en la práctica de la más variada e incluso
pintoresca naturaleza. Varios medios de comunicación y muchos columnistas hacen
un frente común para rechazar, en última instancia, la aplicación de la
amnistía a un prófugo de la justicia
que se ha escapado de España escondido en el maletero de un coche. Por cierto, que nadie ha tenido el detalle de
reconocer que viajar en esas condiciones resulta bastante incómodo y molesto.
Ninguna de estas
personas reflexiona sobre las causas que motivan el rechazo de los jueces
europeos y de los organismos que integran la Unión Europea a las peticiones de
detención y entrega presentadas por el juez instructor del Tribunal Supremo.
Todo parte de una insólita y disparatada querella del Ministerio Fiscal que
acusaba a los políticos independentistas
de un delito de rebelión, que exige el porte y en su caso el uso de
armas, equiparando estas conductas a la puesta en marcha de actividades
parlamentarias encaminadas a la convocatoria de una votación en la que los
ciudadanos depositasen su papeleta en una urna.
Los fiscales encargados de llevar adelante el proceso, ante la crítica
de una gran mayoría de la doctrina penal española, tuvieron que retorcer el
derecho y sostener que se trataba de una rebelión sui generis acomodada al
siglo XXI. Como ejercicio académico
puede pasar, pero no para esgrimirla ante un Tribunal de Justicia.
Me imagino que
cuando traspasó los Pirineos se sentaría cómodamente en el asiento del copiloto
para dirigirse a Bélgica, país que había elegido para fijar su residencia. El
fugitivo Carles Puigdemont no se dedicó a esconderse, buscando refugio en
bosques, cabañas o recónditos lugares donde no pudiese ser descubierto. Se
instaló, a la vista de todos, en una lujosa mansión en la ciudad belga de
Waterloo y se puso a disposición de los jueces europeos de los países
integrados en la Decisión-marco que regula las órdenes de detención y entrega.
Se encuentra en un espacio de libertad, seguridad y justicia bajo la protección
de los Tratados de la Unión europea y su Carta de los derechos fundamentales.
Hasta el momento presente, todas las órdenes
de detención y entrega por delitos de rebelión, sedición y malversación han
sido rechazadas por los jueces encargados de tramitarlas, salvo el Tribunal
alemán del Schleswig-Holstein que acordó entregarlo por el posible delito de
malversación de caudales públicos. Sorprendentemente el Tribunal Supremo
rechazó la entrega y todavía no ha dado explicaciones a los españoles del
porqué de esta insólita e inexplicable decisión.
Carles Puigdemont
ha tenido la posibilidad de ser elegido europarlamentario por lo que, si la
historia no me corrige, debe ser el único miembro de un parlamento que es
considerado por su país de origen como un fugitivo. Por supuesto nada que
objetar a que las autoridades de nuestro país pongan en marcha todos los
mecanismos que estimen procedentes para conseguir su entrega con arreglo a los
procedimientos establecidos por las normas europeas.
En estos momentos
se baraja la posibilidad de una amnistía que le permita volver a España libre
de responsabilidades penales. La medida me parece justa e impecablemente
constitucional y debe abarcar a todo lo acontecido desde que el Tribunal
Constitucional, integrado por una mayoría reaccionaria de derechas y algún
tránsfuga, “se cepilló” el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
Como es lógico,
todos los argumentos que se esgriman contra la amnistía están amparados por la
libertad de expresión, pero no por ello todos me parecen razonables. La
amnistía afecta a determinados hechos que han sido juzgados y obtenido
sentencias condenatorias y aquellos que aparentemente tengan un contenido que
pudiera encajarse en algún precepto del Código Penal. Los que han sido
declarados autores de estos hechos delictivos por sentencia firme y aquellos
que están pendientes de juicio pueden beneficiarse por esta medida de gracia
que corresponde en exclusiva al Poder legislativo y que los jueces, sometidos
al imperio de la ley, tienen que aplicar si no quieren vulnerar la ley procesal
penal.
Es difícil de
explicar en el mundo jurídico internacional la posición del órgano de Gobierno
de los jueces y de la Asociación mayoritaria de la judicatura contra una ley
que cuando haya superado el trámite parlamentario goza de la presunción de
constitucionalidad hasta que se pronuncie el Tribunal Constitucional. En una
sociedad democrática no se puede sostener, sin rubor, que una amnistía pone fin
al Estado de derecho y la democracia. Por si faltaba algo, un párrafo del
acuerdo de investidura entre el PSOE y Junts, en el que se hace referencia a la
constitución de Comisiones de investigación para determinar si se ha caído en
lawfare (Indebida criminalización de la política), cuestión que, en mi opinión,
ya ha sido suficientemente matizada, ha provocado la irrupción en masa de todas
las asociaciones judiciales denunciado la vulneración del principio de la
división de poderes. Algún Colegio de Abogados, excediéndose de sus funciones y
suplantando la posición de muchos de sus afiliados, se ha unido al coro de los
escandalizados. Echo de menos un pronunciamiento del Pleno de la Conferencia
Episcopal o de la Liga de Futbol profesional.
Sí a ello unimos la
violencia desatada en las calles, no tiene nada de extraño que lo que está
sucediendo en España haya llamado la atención de los medios de comunicación más
prestigiosos. The Economist opina que los críticos con Pedro Sanchez, “no se
arriesgan a quedarse cortos”: “Su furia es tan intensa porque la continuidad en
el poder del señor Sánchez (…) parece ahora asegurada. Queda por ver si el
conflicto de Cataluña se estabiliza realmente”. Por su parte, el periódico británico
Financial Times sí apoyó explícitamente la amnistía. “Es una política
conveniente para Pedro Sánchez, pero también es la decisión correcta para
Catalunya y para España”.
A lo mejor el
fugitivo del maletero tenía razones para tomar esa decisión.
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