EL HIERRO: DEL MARCO DE LA CRISIS MIGRATORIA A
LAS REDES QUE EXIGEN UN CAMBIO DE PARADIGMA
POR SARAH BABIKER
Mientras miles de personas llegan a las Islas Canarias
y se reeditan discursos racistas, los derechos de las personas migrantes
parecen haber quedado fuera de la agenda política en plenas negociaciones sobre
la formación de gobierno.
El viernes 10 de octubre, la líder de Coalición Canaria, Ana Oramas era trending topic tras garantizar su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno. Las críticas de la derecha, que la tachaban de traidora, se extendían en las redes, repitiéndose en concreto una idea que podría resumirse así: “que luego no se queje cuando Sánchez le llene las islas de africanos”. El discurso racista anti inmigración de la derecha tuitera, en absoluto novedoso, se sustenta estas últimas semanas en las noticias de un número de llegadas récord al archipiélago canario, superando holgadamente las 30.000 personas, muchas de ellas con destino a la isla de El Hierro. El pasado mes de octubre se alcanzó el máximo de personas arribadas a las costas Canarias en un solo mes.
Dos
antecedentes han sido mencionados recurrentemente durante todas estas semanas,
ante las imágenes de pateras llegando a las islas, la primera es la llamada
“crisis de los cayucos” de 2006, el año que más personas completarían la ruta
canaria, cuyas cifras han sido ya superadas este año, por otro lado lo
acontecido en 2020-2021, cuando un incremento considerable en el número de
llegadas se vio acompañado del bloqueo de las personas migrantes en el
archipiélago, generando tanto la respuesta de los propios migrantes como las
organizaciones de derechos humanos, y los colectivos solidarios, por un lado. Y
agitando a una derecha siempre preparada para difundir sus discursos racistas y
presentar las migraciones como una amenaza.
El
activista Serigne Mbayé, exdiputado de la Asamblea de Madrid por Podemos y
referente de la lucha de los manteros, es una de las personas que desembarcó en
Canarias —en su caso en Tenerife— en 2006, tras iniciar su viaje en la ciudad
de San Luis, procedente del pueblo de pescadores de Kayar. Mbayé apunta que si
bien nos encontramos con un número similar de personas migrantes que llegan a
Canarias, entre 2023 y 2006, existe una diferencia importante: mientras que
hace casi 20 años quienes llegaban procedían de diversos países africanos,
ahora la gran mayoría de quienes viajan son senegaleses como él.
Los
motivos coinciden en parte: En aquel entonces, los pescadores de la costa
de África Occidental vivían ya las consecuencias de los Acuerdos de Pesca
firmados con Europa: la inviabilidad de vivir de la pesca, y los
enfrentamientos entre pescadores de distintas poblaciones que pensaban
inicialmente que el agotamiento de los peces respondía a prácticas abusivas por
parte de otros pueblos de pescadores, expulsaba a muchos jóvenes del país.
“En
2005, en mi pueblo, tuvimos una pelea con otra gente de San Luis culpándonos por
la manera de pescar, pensando que era el verdadero problema. Pero no era así”.
Uno de esos conflictos, recuerda Mbayé, “se saldó con un muerto y más de 47
heridos de bala por los disparos de las fuerzas de seguridad del Estado. Esto
motivó a muchísima gente a abandonar ya estas peleas porque no eran la
solución”.
Casi
20 años después, al expolio de los mares y la penuria económica se suma una
crisis política iniciada en el 2021, ante la amenaza del actual presidente
Macky Sall de perpetuarse en el poder, y las maniobras contra el líder de la
oposición, Ousmane Sonko, junto a la represión de sus seguidores y en general,
de quienes cuestionan al gobierno: “es una situación tensa de violencia
tremenda. Muchos detenidos políticos. Eso y la persecución que sufren ha
motivado a muchísima gente a sumarse a esta salida masiva que está ocurriendo”.
Una
salida que ya no es de hombres solos que se adelantan para encontrar un trabajo
y ayudar con las remesas a sus familias hasta una eventual reagrupación. Ahora
son familias enteras las que viajan, apunta el activista: “En gran parte son
pescadores que ya no ven ningún futuro tras tantos años sufriendo esta
situación, así que deciden largarse con su mujer y sus hijos”. La situación es
tal que, explica, “la inseguridad alimentaria afecta a todo el pueblo
senegalés, mientras el país está en una situación casi de guerra de cara a las
elecciones de febrero de 2024”.
El
otro precedente presente en el imaginario reciente es el de la situación en las
islas en 2020 y 2021. La experiencia de aquellos años, marcados por el bloqueo
de las personas migrantes en las islas, ha generado algunos cambios, explica
Andrés G. Berrio que desde Irídia, en colaboración con Novact y las
asociaciones y redes solidarias del archipiélago vienen informando año tras año
de la situación en el marco de su informe sobre vulneraciones de
derechos humanos en la frontera Sur. “En aquellas islas donde se produjo un
auge de llegadas durante el año 2020, efectivamente desde el Ministerio de
Migraciones se ha trabajado para poder tener mejores recursos, sobre todo
gracias a la denuncia continua de organizaciones de derechos humanos tanto locales
como estatales”.
El
miembro de Irídia pone diversos ejemplos: El patio del CIE de Barranco Seco, en
las Palmas de Gran Canaria, afirma, aunque está compuesto de tiendas de
campaña, cuenta con instalaciones más dignas que las del CATE de Lanzarote, una
nave sin recursos suficientes, en la que acabaron cientos de personas que
llegaron a las islas en 2021. También han visto avances en la asistencia
letrada, aunque sigue siendo compleja “ahora los abogados y abogadas
entrevistan a seis personas juntas, no como antes, que podían llegar a visitar
a 20”.
Pero
para el Hierro no ha habido previsión, a pesar de que, como recuerda Berrio,
también ahí han llegado en el pasado embarcaciones. No tener nada preparado,
desarrolla, implica que se multipliquen las vulneraciones de derechos: el CATE
no cumpliría los estándares sanitarios mínimos, no hay suficiente personal para
atender de manera correcta a quienes llegan, y además “se están dando órdenes
de devolución y, durante la detención, no están teniendo asistencia letrada”.
Junto a estas “graves vulneraciones de derechos”, son numerosos los menores que
siguen siendo derivados a centros de adultos, por fallos en los procesos de
identificación de niños y niñas.
Las redes solidarias se organizan
Indira
Carballo es de El Hierro, una isla que ha visto superada su población con la
llegada de migrantes. Forma parte de Hay Raíces, una asociación pequeña que se
formó con personas que querían ayudar ante la situación de 2020 y 2021.
Carballo recuerda que en aquel entonces se sabía que había personas migrantes
en el Hierro pero no las podían ver, las mantenían confinadas en el marco de la
pandemia hasta su traslado a otras islas. A esas mismas personas que no veía en
su isla, las encontraba después en Las Raíces o La Canteras a dónde acudió como
integrante de redes de ayuda y acompañamiento, “contaban que les habían tratado
muy mal en el Hierro”. La joven explica que el hecho de que tantas personas
lleguen a El Hierro ahora da medida de su desesperación, pues es la última isla
antes de enfrentarse al océano abierto. “Si no llegan a El Hierro se mueren
directamente porque no hay nada más. Pero las propias personas migrantes te
explican que eligen esta ruta para huir de la policía de Mauritania y de
Marruecos”.
Carballo
da fe de que la situación genera tanto respuestas solidarias, como una fuerte
resistencia, “oyes mucho comentario racista y al final acabas discutiendo”. A
la joven le sorprende que tanta gente haya olvidado el pasado migrante de las
islas. “Yo tengo 22 años, pero he escuchado durante toda mi vida cómo mis
abuelos tuvieron que migrar a Venezuela. Hay mucha gente en El Hierro que tiene
incluso familia en Latinoamérica o en otros países europeos donde buscaron una
vida mejor. La diferencia es que nuestro pasaporte nos permite viajar
prácticamente allá donde queramos y las personas africanas para poder solicitar
una visa tienen que vivir un infierno”.
Conchi
Castro también forma parte de diversas redes de apoyo. Vivió en primera línea
la situación de 2020-2021, cuando, trabajando para la Cruz Roja, fue consciente
de las vulneraciones de los derechos de las personas migrantes que fueron
alojadas en hoteles durante aquella época. En pareja con un senegalés, uno de
los grupos a los que pertenece es de familias de este origen o mixtas, como la
suya. “En el grupo no paran de avisar de que llega gente, familiares de
algunas, siete personas de la misma familia, el primo de alguien, el sobrino de
otra persona”, relata.
Las
redes solidarias están curtidas y tienen experiencia para dar acompañamiento a
quienes están en las islas, tratar con la policía, acompañarles a los centros
sanitarios, etc. Pero en un contexto donde se traslada a la gente a península
con mucha celeridad, a veces no tienen tiempo de apoyar a quienes llegan.
Castro promueve junto con otras personas facilitar una red informal que se
extienda a la península, que acompañe a estas personas hacia su destino, pues
muchas se dirigen a una población concreta para reunirse con familiares, pero
al ser trasladadas pueden acabar al otro lado de la península, arriesgándose a
ser detenidos cuando viajan a su destino final.
Castro
pone como ejemplo el caso de un joven senegalés enviado a Málaga mientras su
familia le espera en el País Vasco. Lo que se trata de asegurar desde la red es
que la persona pueda ir a tomar el bus sin riesgo a ser detenido, gracias al
acompañamiento de alguien que hable el idioma y pueda facilitar que el viaje
—del que se suelen encargarse económicamente las familias mandado los billetes—
se realice sin riesgos. “No podemos tapar el sol con un dedo, pero podemos
ayudar estando cerca”, explica.
El
traslado de personas migrantes de las islas a la península está causando, por
otro lado, una reacción de rechazo en algunas de las localidades donde el
Ministerio de Migraciones está habilitando recursos temporales de acogida. Uno
de los casos que ha tenido más visibilidad en los medios es el de Medina del
Campo, en la provincia de Valladolid, donde el gobierno instalaba a un grupo de
personas migrantes en un balneario, recurso gestionado por la organización
Accem. Mientras parte de los habitantes del pueblo cuestionaban que se alojara
a las personas en un establecimiento de ese tipo, el alcalde alertaba de que
las personas podían provocar brotes “de alguna enfermedad”.
En
Madrid, ante la inminente llegada de personas migrantes a un centro gestionado
por la Cruz Roja, la Asociación de Vecinos de Carabanchel Alto difundía
recientemente un comunicado en el que expresaba su bienvenida a las personas
migrantes, desmarcándose de discursos alarmistas, e invitaban a vecinas y
vecinos a sumarse para apoyar a quienes serían alojados en este recurso
temporal. “Decidimos hacer este comunicado porque había mucha gente que estaba
poniendo el grito en el cielo porque iban a venir estas personas migrantes a
Carabanchel, decían que iba a haber todo tipo de agresiones, de robos…”,
explica Amparo desde la Asociación. Entre las voces que daban la alarma por la
llegada de personas migrantes, también se acusaba a la asociación de apoyar a
este colectivo en detrimento de los intereses de los vecinos. Con el
comunicado la asociación apuntaba a mostrar de manera clara su voluntad de
hablar con la Cruz Roja, así como la delegación del gobierno para tener toda la
información y conocer de qué manera podrían coordinarse.
Amparo
recuerda los comentarios racistas que les han estado llegando, y contrasta esta
atmósfera con la de apoyo y bienvenida a miles de refugiados ucranianos. Tiene
claro lo que subyace, “los que llegan ahora son negros, los otros no”. Al
menos, desde que hicieron público el comunicado las cosas no han ido como
temían, lo que ha llegado no son llamadas hostiles sino un montón de gente que
quiere ayudar y acompañar. La asociación ya venía con una postura clara sobre
los derechos de las personas migrantes, participando desde hace tiempo en
protestas ante el CIE de Aluche. Con la recepción del comunicado “se ve que hay
mucha gente que piensa como nosotros y esa gente está respondiendo. Es una gran
satisfacción comprobar que hay muchas personas con esta sensibilidad, que a lo
mejor no tienen voz, pero que están ahí”.
De
hecho, las principales redes solidarias, también las más invisibilizadas, son
las que organizan las propias personas migrantes. La diáspora senegalesa es
fundamental, tanto en el apoyo para que el proyecto migratorio de sus
compatriotas que salen del país tenga éxito como en una dimensión política y de
denuncia de las circunstancias económicas y de expolio que expulsan cada vez a
más gente del país. También visibilizando los abusos y violencias contra una
población que lucha por la democracia.
Los
y las senegaleses viviendo en el exterior tienen también un espacio protagónico
en el partido liderado por Sonko, el PASTEF, así como en el movimiento
ciudadano f24, la plataforma contra un tercer mandato de Macky Sall, explica
Mbayé. Además, señala, quienes están ya en Europa, también deben “denunciar y
presionar desde aquí a los países europeos por los acuerdos de pesca y señalar
todo el apoyo que dan al gobierno de Senegal, con la situación desastrosa en la
que está dejando en el país que obliga a muchísimos jóvenes a coger las
pateras”.
Migraciones y emergencia
Más
allá de las causas al origen del movimiento de personas, parece que las
políticas migratorias en el ámbito europeo están cada vez más enmarcadas en un
discurso de crisis, como si las migraciones desde el Sur no fueran una dinámica
estructural. ¿No hay otra forma de afrontar las migraciones que desde el
marco de la emergencia? Ante este interrogante Berrio recuerda que el primer
punto es la demanda de vías legales y seguras “al menos respecto a las
personas solicitantes de protección internacional, que pueda habilitarse la
posibilidad de solicitar asilo en embajadas y consulados, así como flexibilizar
la política de visados con muchos países de África, cosa que ahora mismo no
pasa y aboca a que la gente tenga que jugarse la vida y muchas mueran en el
intento”.
Pero
Berrio también llama la atención sobre las vías no legales de la frontera sur,
considera que desde la administración se puede mejorar la atención a quienes
llegan reforzando los recursos que ya existen: Pone el ejemplo del CETI de
Melilla, ahora con muy baja ocupación, donde se podría alojar en condiciones de
manera temporal a muchas de las personas que están llegando. El CETI contrasta
con aquellos lugares “donde las instalaciones, o bien son súper precarias, o no
existen o son absolutamente improvisadas. Es algo que las organizaciones de
derechos humanos tanto estatales como canarias llevamos diciendo desde hace
años, que hace falta estar preparados para este tipo de situaciones a largo
plazo”.
Mientras
a la administración le cuesta organizarse, los colectivos migrantes y
racializados cada vez están más organizados, destaca por otro lado Berrio, e
invita a un cambio de paradigma respecto a las migraciones: “hay una ola de
antirracismo surgiendo que estoy seguro de que llevará a grandes movilizaciones
que durante esta legislatura harán que las cosas cambien”. Se trata, apunta el
miembro de Irídia, de superar el “bienvenido refugiado” y avanzar hacia la
apuesta política liderada por los colectivos antirracistas: el marco de la
regularización, “un marco de defensa de derechos civiles, económicos, sociales
y culturales para las personas racializadas y migradas en el Estado español”.
Es
llamativo, que en estos meses de intenso debate político y negociaciones entre
partidos la cuestión migratoria haya estado totalmente fuera de la agenda: ni
las políticas migratorias —con episodios tan relevantes como el 24J en
Melilla—, ni la regulación extraordinaria, una demanda apoyada por múltiples
formaciones, así como más de 700.000 firmas, parecen ser relevantes para los
partidos, a juzgar por las noticias de los últimos meses.
Ante
este exclusión de las cuestiones migratorias de las prioridades políticas,
Berrio considera que no solo el movimiento antirracista integrado por personas
racializadas debe liderar esta lucha por derechos, con el apoyo de
organizaciones y colectivos de derechos humanos, sino que es central que formen
parte de estas mismas organizaciones, y que haya presencia de personas no
blancas tanto en los partidos políticos como en todos los estamentos públicos
del país. “Eso irá influyendo para que realmente las cosas cambien y no pueda
haber un nuevo acuerdo de investidura que deje de lado a la población migrante
y racializada”.
Un
liderazgo político que no solo aborde la cuestión migratoria sino sus causas
estructurales, como apunta Mbayé, implicando otro cambio de paradigma, el que
supera la lógica de la ayuda a la cooperación que “no palia el problema, sino
que genera más corrupción”, hacia el abandono de políticas neocoloniales, como
los acuerdos de pesca. “Lo que más se necesita es que dejen a los senegaleses
con sus recursos para gestionarlos ellos mismos, hablo de los recursos
pesqueros, el petróleo, el gas y todo lo que tiene el país para sobrevivir”. El
activista también considera fundamental que los países europeos dejen de
respaldar a mandatarios que participan del saqueo de sus países, permitiéndoles
tener en Europa sus fortunas y recibiéndoles cuando estallan los conflictos, lo
que hace a los gobiernos europeos cómplices.
Así
en el trasfondo de lo que se presenta una vez más como una emergencia
migratoria, lo que articulan las propias personas migrantes, o los colectivos
senegaleses en Europa y África, es una lucha política que desborda lo
humanitario: “que no se quede todo en pobrecitos cómo arriesgan su vida para
llegar, que se sepa que si esos pobrecitos vienen es el resultado de políticas
promovidas por ambos lados. Queremos que cesen esas políticas y que el
pueblo africano, en este caso el senegalés, pueda gestionar sus recursos sin
que sus hijos tengan que sufrir estos conflictos brutales”, concluye Mbayé.
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