EL SENADO COMO ESTORBO
POR DAVID TORRES
Como muchos otros peatones y ciudadanos, nunca he tenido muy claro para qué sirve el Senado. Según la Constitución, representa al pueblo español, aunque entonces no queda muy claro cómo, por qué y para qué nos representa también el Congreso: debe de ser que los españoles somos muy propensos al teatro. A mediados del siglo XIX, la cámara alta se denominaba muy pomposamente Estamento de los Próceres del Reino y estaba ocupada por príncipes, infantes, aristócratas y altas jerarquías eclesiásticas, probablemente para que tuvieran algo en qué entretenerse.
Que se trata
básicamente de un pasatiempo de señoritos y niños de papá me lo demostró hace
muchos años un amigo senador que me invitó varias veces a visitar el Senado. Lo
que más me llamó la atención fue el Salón de Pasos Perdidos, una lujosa galería
decorada con lienzos históricos cuyo nombre ya lo dice todo. Mi amigo era
senador prácticamente perpetuo por una provincia española en la que no sólo no
residía ni con la que no guardaba el menor vínculo, sino a la que no iba ni de
casualidad, ya que corría el riesgo de que un día sus electores lo conocieran y
no volvieran a votarlo.
Lo más jugoso de
aquellas conversaciones tenía lugar en el comedor, atiborrado de senadores y
senadoras en el acto de mover el bigote. Podían haberlos retratado en otro
lienzo que luego colgarían también en el Salón de Pasos Perdidos, aunque era
una lástima que no llevasen los uniformes, las medallas y condecoraciones de
los senadores decimonónicos. Me recordaban al capitán Stubing y al resto de la
tripulación de Vacaciones en el mar, que se pasaban el día cenando.
Esta semana hemos
descubierto que el Senado posee al menos una función básica: la de estorbar las
leyes y decisiones aprobadas en el Congreso. El PP y Vox han registrado una
propuesta con el fin de retrasar e incluso suspender la tramitación del
proyecto de Ley de Amnistía. Otra cosa no, pero lo de suspender leyes y
mandatos constitucionales es una especialidad de la derecha española: no hay
más que ver lo que ocurre con el Consejo General del Poder Judicial, que debe
renovarse cada cinco años y lleva cuatro completamente bloqueado, una Bella
Durmiente jurídica que va camino de prolongarse indefinidamente sin que se
rompa la Constitución, ni se hunda España, ni se caiga el cielo a cachos.
Tantos años con los
mismos jueces, sin ducharse ni cambiarse de togas, huele ya a sacristía, a
cloaca y a golpe de Estado, pero ahora el PP y Vox pretenden anestesiar
directamente un proyecto de ley que retrasaría o invalidaría la más que
probable investidura de Pedro Sánchez y la formación del próximo gobierno. Ya
se sabe que las amnistías en la democracia española no son trajes de corte y
confección sino levitas cortadas a medida para defraudadores fiscales,
ministros de los GAL y militares díscolos con afición por sacar los tanques a
la calle. En España siempre ha habido clases: golpistas e independentistas,
senadores y diputados, delincuentes y delincuentes, amnistiados y amnistiados.
Por suerte, ya sabemos para qué sirve el Senado.
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