UN CIELO CENIZO
DUNIA SANCHEZ
Un cielo cenizo. Un cielo estrangulado por el peso de los nubarrones. Una impertinente llovizna se hace hueco en las pisadas por una urbe plomiza, densa donde la verticalidad de las alas se arrima a un árbol cual supura las heridas de la polución, de la desganas de ser lumbre de ataúdes ¡la vida¡Nada más. Seguir entre edificios grotescos donde los chillidos de las miradas perdidas lo desesperan. Un cielo corrosivo envuelve ojos vetados al más allá. Ojos revolcados en lo cotidiano de una supervivencia en lo absurdo, en lo trivial. Somos hijos de esta casa que se despeña donde los acantilados callan, donde las mareas muerden el adiós. Y llueve, circulamos como náufragos de esta atmósfera. Ajenos a todo silencio regido por el dolor. Ausentes nos
apoyamos en una
esquina, vemos el paso del tiempo, un tiempo perdido en donde nuestro reflejo
se hace marmóreo. Los cipreses cantan y las tumbas vienen donde la sed, el frío
y guerras perdidas o vencidas se apoyan en nuestros hombros. Y caemos y un
cielo cenizo besa nuestra garganta. Y nos levantamos y un cielo cenizo huele
nuestra hambre. Indefensos, vestidos de miedo con las manos abiertas pedimos
clemencia, basta ya, no más. Derrotados nos embarcamos a rumbos oscuros,
brumosos, tenebrosos. Un temblor se enreda en nuestros rostros y llueve y hace
frío y no sé porque pensamos en el ayer. Qué hermoso ver los pájaros cuando el
alba nos llama. Que hermoso ver los años en un jardín donde los niños corren
bajo la lluvia, sobre la hierba fresca.
Que hermoso ver la sonrisa de las jornadas, acostada en la plenitud de
soles , de nuevas estaciones donde la paz sea retumbar de nuestras venas ¡Ah
esos nuevos despertares¡ en la plenitud de la tierra, de una tierra que somos
resonar de su vientre.
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