FELIPE GONZÁLEZ INSPIRA REPULSIÓN
DANIEL CAMPIONE
González creó los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), bandas parapoliciales que en la década de 1980 llevaron adelante una guerra sucia contra la izquierda abertzale
A quien esto escribe no le gusta la utilización de palabras fuertes en sus notas y artículos, pero no se le ocurre otra más suave.
Felipe González, el hombre que convirtió al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), partido de Pablo Iglesias y Francisco Largo Caballero, en un bastión de las reformas neoliberales vino una vez más a Argentina.
Es conocido su
pasado. Fundamentalmente una larguísima estadía como “presidente”, el nombre
que asigna la normativa española a quien hace las veces de jefe de gobierno o
primer ministro. Permaneció en el cargo 14 años, entre 1982 y 1996.
Claro que si se
tratara de un líder latinoamericano con alguna aspiración de autonomía (y a
veces sin ella) tal duración entrañaría “abuso de poder”, “avasallamiento de
las instituciones”, “manipulación del electorado” o lisa y llanamente
“dictadura”.
Cuando se trata de
dirigentes afines al poder económico y comunicacional, y sobre todo si es un o
una dirigente europea/o que rebasa una década en el poder, la continuidad
sostenida se convierte en “rica experiencia”, “conocimiento profundo de la
administración pública”, “mirada de consumado estadista”, etc.
Y allí tenemos a
González, celebrado a pesar de su trayectoria. Que por cierto, una vez dejada
la función pública, tuvo entre sus ejes ejercer presión a favor de grandes
empresas españolas. En especial, por supuesto, en Nuestra América. Qué importa,
es un mimado del poder mundial. Se lo invita y se lo agasaja.
Un preferido del
gran capital…y de muchos otrxs
Lo trajo el “grupo
de los seis”, que nuclea a las mayores entidades empresarias, entre ellas la
Unión Industrial, la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural Argentina, la Cámara
de la Construcción. Pero no fueron sólo grandes capitalistas los asistentes a
su larga tenida oratoria: Alrededor de una hora y media.
El lobbysta
“socialista” con sus anfitriones de la alta dirigencie empresarial argentina,
entre ellos Adelmo Gabbi, Eduardo Eurnekian y Nicolás Pino.
Dirigentes del
gobierno y oposición fueron a escucharlo. Y ¡cómo no! los capitostes
sindicales, siempre sumisos con los dueños del poder. Y no sólo personajes del
tenor de Armando Cavalieri, sino también “combativos” como Hugo Moyano y Juan
Carlos Schmid.
González predicó en
Buenos Aires (¿Hasta cuándo?), las bondades de la “transición española”. Se
comprende en un punto. Él tornó al PSOE en sostén de la monarquía instaurada
por Francisco Franco.
El partido que
respaldó a la IIa República y le dio dos presidentes del Consejo de ministros,
trastocado en deferente a “Su Majestad”. Y contribuyó activamente al “pacto de
silencio”. Y a los arreglos económicos para que quienes se beneficiaron bajo el
franquismo sigan haciéndolo bajo la monarquía que lo heredó. El significante
“Pacto de la Moncloa” suele ser llenado con esos contenidos. Y erigido en
objeto de reverencia.
Claro que a los
poderes permanentes de España le venía más que bien un “socialista” llevando
adelante buena parte de su programa. Ya no había que recurrir a conversos del
franquismo, sedicentes “demócratas de toda la vida”. Para qué, si podían contar
con un jefe de gobierno con credenciales de lucha contra la dictadura. Y hasta
vínculos con organizaciones obreras de izquierda.
Ése es el sujeto
que viene a “darnos clase” de “democracia” y “progreso”, con el beneplácito
vergonzante de las elites argentinas. Estuvo incluso el “progresista” ministro
del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Y sentado al lado de Héctor Daer,
burócrata entre burócratas de la CGT. Dio el presente asimismo el jefe de
gabinete, Juan Manzur.
No juzgamos
necesario aburrir a lxs lectorxs con las parrafadas del ex premier. En general
recorrió los tópicos del pensamiento político de la corriente principal más
convencional. No faltó alguna diatriba contra el “populismo”, y referencias
genéricas a la necesidad de “dejar de pelear y establecer consensos”.
Y hasta un guiño
“progre” acerca de la necesidad de distribuir riqueza, como para mejor
tranquilizar a alguna parte del auditorio que pudiera sentirse algo fuera de
lugar.
“Lecciones” y
colonialismo.
Lo que sí merece un
par de líneas es el colonialismo mental de quienes permiten que venga a darnos
lecciones de democracia el adalid de una “transición” que pretendió dar eterna
impunidad a los crímenes de una de las dictaduras más cruentas de la historia
europea.
Sobre todo porque quienes
lo habilitan son ciudadanos de un país que, mal que bien, juzgó a numerosos
represores, sin excluir a quienes estuvieron en la cima de las Fuerzas Armadas
y el Estado por esos años.
Aún con funestas agachadas como el “punto
final”, la “obediencia debida” y los indultos, la comparación con la península,
donde todavía no se han anulado las sentencias de muerte dictadas por
tribunales militares u otros “especiales”, no presenta la menor duda.
Y qué decir del
antecedente más tenebroso de González, la organización de los Grupos
Antiterroristas de Liberación (GAL), unidades parapoliciales que en la década
de 1980 llevaron adelante una guerra sucia contra la izquierda abertzale.
***
Estas preferencias
no pueden extrañar en los grandes capitalistas, que seguramente hubieran
preferido el “orden” y la “seriedad” de la transición española.
Lo más
significativo es que dirigentes que blasonan de cierta autonomía frente al
poder económico y amagan enfrentar a los emporios de la comunicación, saluden
sumisos la visita. La de un emblema de la apostasía respecto de quienes,
literalmente, se dejaron la piel bajo las garras del franquismo.
¿O es que en el
fondo aplauden a Telefónica, a Repsol, a Iberdrola y a otros grupos empresarios
españoles que movilizan o han movilizado recursos abundantes en la maltrecha
sociedad argentina?
Cada visita de
González resulta una burla para las mayorías populares de nuestro país. Se
repetirán, salvo que se produzcan cambios profundos y destinados a perdurar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario