DIEZ RETOS URGENTES PARA LA IZQUIERDA
JUAN CARLOS MONEDERO
La evolución de la
derecha española obliga a toda la izquierda a dejar clara su vocación
ideo
lógica. Esto incluye también al PSOE, a quien votan muchos millones de
españoles que se sienten de izquierda. Tenemos el ejemplo histórico en Europa
de 1939. No repitamos errores. Claro que hay matices en el continuum que iría
del 5 al 10 (de la izquierda más moderada a la izquierda más radical), pero si
eres de izquierda tienes que tener claras algunas cosas que te diferencien de
la derecha. La izquierda más comprometida con las ideas de izquierda tiene que
encontrar los puntos en común de todo el espacio y buscar un equilibrio para
que ese frente amplio pueda tener lugar. Y la izquierda más moderada tiene que
salir del sueño dogmático de creer que pactando con una derecha que cada vez es
más iliberal va a lograr domesticarla o va a recibir el favor de los poderes
reales.
La izquierda es
republicana -no monárquica-, y federal, confederal e incluso independentista
-no centralista-. La memoria democrática española hace patente esta opción. La
opción federal, con elementos confederales -la Ertzainza o los Mossos son
ejemplos claros de confederalidad o de federalismo asimétrico que no generan
controversia territorial- es la que más conviene a la organización plural de
España porque es la que más favorece a la idea de unidad y diversidad propias
de lo que históricamente es España.
La izquierda está a
favor de lo público y lo común con todas las consecuencias, entre ellas, la
defensa radical del medio ambiente y la apuesta por una transición ecológica
firme. Esa defensa de lo público y lo común lleva a crear un ámbito público
fuerte y democrático. Apuesta fiscalmente a que los más ricos paguen más, a que
el trabajo sea digno y remunerado dignamente, a la creación de empresas
públicas que suministren de manera accesible los bienes comunes (sanidad,
educación, vivienda, transporte, electricidad, gas, internet...).
Está a favor de la
igualdad de hombres y mujeres, defendiendo los derechos reproductivos de las
mujeres, como el aborto, y oponiéndose a su mercantilización, como es el
proxenetismo o los vientres de alquiler. En esa dirección, no deja de lado a
ningún colectivo minoritario aunque estén señalados por la derecha y los
medios, sean las personas trans, lgtbi, inmigrantes, gente sin techo ni
alternativa habitacional, pobres, enfermos mentales o cualesquiera otros que
están en los márgenes de la sociedad.
Apuesta por el
pilar de los cuidados como un pilar fundamental del Estado social, prestando
especial atención a los demás pilares, como las pensiones, la sanidad, la
educación, el desempleo y la dependencia. El camino hacia una renta básica
universal, complementado por el Estado de bienestar y políticas decididas de
empleo es un objetivo urgente.
Separa Iglesia y
Estado, y, en la misma línea, defiende la democratización de las instituciones
del Estado, terminando con los trazos de dictadura judicial y de corrupción
policial en la judicatura y en los cuerpos de seguridad del Estado.
Se atreve a
democratizar los medios de comunicación, terminando con el oligopolio
mediático, impidiendo el control de los medios y las redes sociales por parte
de empresas ajenas a la comunicación -como bancos, grandes empresas energéticas
o fondos de inversión-,y también luchando legalmente contra las fake news
(apostando por leyes que garanticen la pluralidad e independencia de los
medios) y garantizando que la sociedad civil tenga medios de comunicación igual
que los tiene la Iglesia, fundaciones conservadoras y reaccionaras o
asociaciones vinculadas a la patronal.
En el ámbito
internacional, reclama la soberanía, defiende un modelo militar propio al
margen de la OTAN. Asume con todas las consecuencias que para la izquierda, ser
demócrata en Europa es ser antifascista y en América Latina, Asia y África, ser
antiimperialista. Y, por eso, la izquierda no asume la demonización por parte
de EEUU y de las élites europeas de los países de izquierda, como hicieron con
Chávez y Maduro, con Lula, con Correa, con Evo Morales y con cualquiera que no
formara parte del "consenso" creado por los medios de comunicación.
La izquierda no puede apoyar a gobiernos que asesinan y encarcelan a su pueblo,
como ha pasado en Colombia con Uribe y Duque, pasa en Ecuador con Moreno y
Lasa, pasó en México con Enrique Peña Nieto, pasa en Nicaragua con Daniel
Ortega, pasa en Arabia Saudí y buena parte de Oriente Medio con el islamismo
radical, como sufren en Palestina con Netanyahu y en el Sahara con Mohamed VI.
La izquierda en
España no puede ser rehén del consenso conservador bipartidista que ha
funcionado desde la muerte de Franco. En ese binomio conservador el PP -ahora
en unión con Vox- es la parte radical del conservadurismo y el PSOE la parte
moderada. El PSOE no debe seguir queriendo sostener el bipartidismo porque va
contra el pluralismo, refuerza a un partido de matriz franquista como es el PP
e impide que España se libre de los candados franquistas que legó la
Transición.
Es de justicia
entender el papel de Podemos como la fuerza política que ha roto desde la
izquierda ese consenso bipartidista rompiendo o denunciando los candados
heredados de la Transición. Uno evidente es el bloqueo del Consejo General del
Poder Judicial.
En conclusión, hay
que respetar el legado del 15M, porque es el que empezó a romper el
bipartidismo que vaciaba la democracia española. Por eso no se puede
representar a la izquierda que quiere superar el bipartidismo si se asumen
vetos por parte del PP -como el de Victoria Rosell- para el Consejo General del
Poder Judicial. Tampoco si se asumen vetos como los marcados por la OTAN,
desembocando en el seguidismo en política internacional a los EEUU, con
espectáculos patéticos como el guerrerismo de Borrell o la aceptación como
presidente a un tipo autoproclamado en una plaza, como pasó con Guaidó. No
puedes hacerlo si por gustar al oligopolio mediático y al consenso bipartidista
no eres firme y no denuncias los comportamientos mafiosos de los medios. Que el
presidente Pedro Sánchez dé una entrevista al presunto mafioso Antonio Ferreras
es intolerable, como lo son las presencias en las tertulias que asumen la
agenda que marcan los dueños de las televisiones y aceptan los vetos que les
marquen.
No puede
representarse el espacio si ante los casos de lawfare se opta por el silencio,
en vez de señalarlos. Y tampoco se puede salvaguardar el espacio de superación
del bipartidismo si pretendes aprovechar la hostilidad mediática y judicial
constante a la gente que más ha representado la superación del bipartidismo -es
decir, a Podemos- para hacerte fuerza y sacar ventaja de esa hostilidad. La
centralidad no es el centrismo. Y la voluntad de ganar elecciones no puede
escindirse de la defensa de los principios de la izquierda. Los ejemplos de
Mélenchon en Francia y de Petro en Colombia marcan ese rumbo.
Todo esto se resume
en tres ideas: claridad ideológica, firmeza contra los privilegiados que se
niegan a crear derechos donde hay necesidades y fraternidad y sororidad amplias
y también dentro del espacio que tiene que construir la unidad de la izquierda.
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