SABINA-IZQUIERDAS: LLEGA EL FRÍO
CON LAS MANOS VACÍAS
POR JAVIER CORTINES
Las polémicas declaraciones de Sabina diciendo que “ya no es tan de izquierdas”, que todas las revoluciones del siglo XX han fracasado y que lo único que avanza es el feminismo y la ola LGTBI, han vuelto a encender las hogueras en la España cainista, donde se ha impuesto la costumbre de juzgar, sin reflexionar, y condenar.
Es verdad que el feminismo y ciertos colectivos históricamente marginados obligan a una nueva construcción social, pero sin echar cortinas de humo sobre los graves problemas que padecen en España la clase media baja, la trabajadora y “los nadies”.
Muchos días los
informativos se centran en los dos asuntos que marcó Sabina y apenas dedican
espacios al empobrecimiento de los más vulnerables, que están condenados, en
estos tiempos oscuros, a “morir de frío”, pasar hambre, encogerse ante la
subida de los precios y subsistir con trabajos precarios y miserables. Con
sueldos que humillan, empequeñecen y nos traen recuerdos de “la superada” Era
de la Esclavitud.
Tras décadas de
Gobiernos socialistas impera la abismal desigualdad social, madre y padre de
casi todas las violencias, incluida la doméstica, pues un pueblo que vive con
dignidad y futuro tiende a reconciliarse con el prójimo (siempre habrá
excepciones, pero cuidado con hincharlas con hábiles discursos que funcionan a
las mil maravillas para atrapar votos).
La monstruosa
especulación de las eléctricas, la banca, los plutócratas, los tiranos (de
todos los tipos) nos arrastran a una realidad virtual en la que lo que menos
importa es la felicidad del pueblo, pues el mundo sigue funcionando con el
adagio preferido de Hannah Arendt: El del burro, la noria, el palo y la
zanahoria.
La guerra de
Ucrania y la ineptitud de nuestros gobernantes ha sido la excusa perfecta para
complacer al inquilino de turno de la Casa Blanca (un mero títere del sistema
USA) para que España -con unos números rojos de 1,5 billones de dólares que
tendrán que ir pagando el pueblo en las próximas décadas- invierta en armamento
12. 825 millones de euros (según el último presupuesto), cifra que siempre se
dispara con gastos adicionales, para apuntalar la supremacía de Washington a
nivel global.
(Nuestro Gobierno
por una parte destina monedas consoladoras a los más pobres, lo que se anuncia
cuando se aproxima la Navidad, y por otra vacía el bolsillo de gente necesitada
para cumplir “con nuestras obligaciones bélicas”).
Se descuidan
sectores humanitarios como centros para mayores, educación, sanidad, empleo, y
otros claves, como el nicho de Investigación y Desarrollo, de lo que depende,
en buena medida, que entremos, sin cojear, en el grupo de naciones “avanzadas,
civilizadas”.
Si como dice
Sabina, tenemos cabeza, ojos y oídos, deberíamos acabar con el encantamiento de
La Religión del Dinero, cuyos dioses han sustituido a los antiguos, que han ido
desmoronándose como muñecos de arena ante la subida de la marea. Esa que mueve
la avaricia desde cavernas sin luz.
Se maquilla la
superficie y se da caramelos “a la plebe”, pero la raíz profunda de los
problemas, de las tragedias de la humanidad, penetra en lo más hondo de las
entrañas de la Tierra y se aferra, apretando con descomunal fuerza, su centro,
su corazón.
Algún día los
volcanes, en vez de lava expulsarán sangre y ya nadie, ni Dios, podrá dar
marcha atrás.
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