BOICOT AL MUNDIAL DE QATAR: DERECHOS HUMANOS, LA FIFA Y LAS
TRADICIONES INVENTADAS
MARGA FERRÉ
Dos activistas sostienen pancartas frente
al Museo del Fútbol Mundial de la FIFA en protesta por la celebración del
Mundial en Qatar. -REUTERS
Hace pocos días el ministro de Exteriores británico pidió a los aficionados homosexuales que acudan al Mundial de Fútbol en Qatar que fueran "respetuosos con la nación anfitriona" que es "un país con un conjunto de normas culturales muy diferente al nuestro". Impresionante. Le llovieron tantas críticas que hasta el presidente del partido tory tuvo que salir a los medios a enmendar sus inenmendables palabras.
Lo que hizo el
señor ministro no es más que repetir el relato patrocinado por la FIFA, y
profundamente equivocado, que confunde costumbre con ley. Confusión
intencionada tras la que se esconde el desprecio a los derechos humanos del que
ha hecho gala la FIFA desde que decidió que el Mundial se iba a celebrar en
Qatar. Voy a dejarlo claro desde el principio: yo no critico la cultura qatarí,
sino sus leyes, su cuerpo legislativo que cimenta un Estado autoritario que
discrimina, criminaliza, explota y censura de forma orgánica, reglada y
punitiva.
Un Estado
autoritario
En Qatar están
prohibidos los partidos políticos. La sede del Mundial entra perfectamente en
la definición de un Estado autoritario, que bajo el eufemismo "monarquía
absoluta" pretende hacer pasar por tradición inmutable que el país es
regido por una familia que hereda el poder y lo ejerce de forma despótica.
Las mujeres en
Qatar son consideradas seres humanos bajo tutela masculina en su cuerpo
legislativo. Se argumenta que las leyes qataríes son mejores que las de otros
patriarcados, pero eso no es un eximente para un régimen que, según el informe
de Human Rights Watch, "aplica un sistema discriminatorio de tutela
masculina que niega a las mujeres el derecho a tomar decisiones clave sobre sus
vidas", algo que a la FIFA parece no importarle lo más mínimo.
Como no le importan
los derechos de las personas LGTBQ+, de hecho, los desprecian. Si creen que
exagero les aseguro que me quedo corta: Nasser Al-Khater, el CEO del Mundial de
Qatar, amenazó en una conferencia de prensa oficial: "Quien luzca la
bandera LGBTIQ+ en el Mundial será arrestado por 7 u 11 años", en perfecta
consonancia con las leyes del país anfitrión que consideran que ser homosexual
es un crimen que se castiga con cárcel y que puede llegar a la pena de muerte.
Voy a repetirlo: en la sede del Mundial de Fútbol existe la posibilidad legal
de que el Estado te ejecute si eres homosexual.
El blanqueo del
régimen qatarí pasa por minimizar su represivo cuerpo legislativo bajo la
excusa de la tradición, pero ni siquiera eso es verdad. Hace falta muchísima
inventiva histórica para creerse que prohibir los sindicatos sea una tradición
ancestral o que la censura a la libertad de prensa sea una costumbre atávica.
Tradiciones
inventadas
"Las
«tradiciones» que parecen reclamar ser antiguas son a menudo bastante recientes
en su origen, y a veces inventadas", concluían los historiadores Eric
Hobswman y Terence Ranger en su brillante estudio La invención de la tradición
donde venían a demostrar que, en el caso del Imperio Británico, se inventaron
tradiciones, o se reinventaron otras, con el claro objetivo de justificar la
dominación.
Es decir, señores
de la FIFA, ni el racismo, ni el patriarcado, ni el clasismo, ni la homofobia
son hechos culturales que anteceden a la opresión, sino constructos ideológicos
que la justifican. Hacer un Mundial de Futbol en un país cuyo régimen viola 20
de los 30 artículos de la Carta de Naciones Unidas parece querer mandar el
erróneo mensaje de que, en el fútbol, el dinero está por encima de los
derechos. La Declaración Universal de Derechos Humanos no es de obligado cumplimiento
(ya me gustaría a mí) pero sí una aspiración que debemos proteger y cuya
violación no deberíamos negar.
La normalización
del régimen qatarí esconde una especie de racismo inverso. Como demostraron las
primaveras árabes y hoy las valientísimas mujeres iraníes, la diferencia
cultural no es excusa para justificar la opresión. La diferencia cultural a la
que se aferraba el ínclito ministro tory, no los convierte en un
"otro" al que despreciar.
Menos mal que son
miles los aficionados a este deporte que no están de acuerdo. Para muchos y
muchas de nosotras este será el Mundial de la Vergüenza, aunque sea solo por
solidaridad con las mujeres, homosexuales y trabajadores en Qatar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario