“LA TESIS DE AGUSTÍN GAJATE”
SALVADOR GARCÍA
LLANOS
El
periodista y escritor Agustín Gajate Barahona presentó el pasado 11 de enero su
último libro 'Reflicciones', en un acto celebrado en el Instituto de Estudios
Hispánicos de Canarias, en Puerto de la Cruz.
En las siguientes líneas reproducimos el texto de presentación que escribió el presidente de la Asociación de Periodistas de la Prensa de Tenerife (APT), Salvador García Llanos, sobre dicha obra.
“El brezal
está triste. Cerraron todos los guachinches del camino al terminarse el vino
elaborado con las uvas de la última cosecha. No se escucha la algarabía de las
conversaciones solapadas por familias y amigos alrededor de una cuarta o media
de aquel dulce elixir transparente y ligeramente dorado por los rayos del sol,
que se acumuló primero en los racimos y luego fue fermentado en la oscuridad,
hasta adquirir el suave sabor afrutado que invita a disfrutar de la gastronomía
local, de la vida, de los sueños del amor…”.
Agustín
Gajate Barahona se inventa una palabra –o
mejor cabría decir un ,'palabro'– para dar título a cuarenta relatos escritos
entre 1982 y 2019 “en momentos puntuales dispersos en el tiempo, a partir de
una idea, un sentimiento o una experiencia”, según desvela en un primer intento
de situar al lector. 'Reflicciones', que es el vocablo, empieza así, con la
tristeza del brezal que forma parte de una atrayente descripción tan
consustancial a las vivencias, al costumbrismo de los habitantes del norte
tinerfeño.
Pero, por
muy triste que evolucione el brezal, y a pesar de la dispersión temporal,
Gajate vuelca sus propuestas como si de un ejercicio lúdico se tratare. “La
momia del guanchinche”, titula ese primer relato. Y construye sus tesis,
acreditando la imaginación que no se frena porque la combinación de
pensamientos y emociones da para sugerentes resultados que impulsan la lectura de
los textos que se suceden hasta proporcionar una ilación que termina dando
sentido ordenado a la obra.
Un sentido
que empieza a explicarse desde los dos ingredientes que justifican el título:
la reflexión y la ficción que sustancian la escritura del autor, fabricada
sobre hechos presuntamente reales, pero que –tal como relata– “con el paso de
los años, se almacenan entre los recuerdos y, al reproducirse sobre el papel,
se impregnan de conocimientos y experiencias que no se poseían cuando
sucedieron, además de que pueden haberse omitido detalles a causa de su
olvido”. Ahí brota el espacio-tiempo donde Agustín Gajate piensa, reflexiona,
critica y hace gala de incesante imaginación.
Ese es su
compromiso, no solo acreditado en esta obra sino en entregas anteriores. El de
un libre pensador y un ser eminentemente creativo, como le definiera el
escritor e historiador Juan Francisco Santana Domínguez en un artículo de
opinión publicado en 'El Día' en las pasadas vísperas navideñas. Dice Santana
que Gajate emplea un “léxico brillante” para ir construyendo “un lenguaje
connotativo y poético que nos lleva como en volandas a disfrutar de la
lectura”.
Así, el
propio articulista, identificado con numerosos relatos del autor de
'Reflicciones', aprovecha para aludir a uno de sus textos, “Una reflexión sobre
la función social del escritor en Canarias”, publicado en 1989. “El escritor y
el poeta deben ser seres comprometidos con su tiempo y así mismo ser la voz de
aquellos que, por diferentes circunstancias, no la tienen”, sostiene Santana,
quien confiesa haber releído los relatos “pues son temas… que abordan
cuestiones sociales de rabiosa actualidad: cierres de empresas editoriales,
problemas a los que se enfrentan los marginados, el dormir en la calle y entre
cartones, el coleccionismo (tema que me apasiona), la belleza física o los
sabores y olores…”. El propio Gajate añade otras, enfocadas desde una
perspectiva literaria: crisis climática, memoria histórica, el legado de los
guanches o los desastres ecológicos que provoca el ser humano ‘civilizado’.
Gajate
siente admiración por el autor portugués Fernando Pessoa, inventor de los
heterónimos, una gran creación estética que caracteriza toda su obra. Los
heterónimos, a diferencia de los seudónimos, son personalidades poéticas completas:
identidades, que, en principio falsas, se vuelven verdaderas a través de su
manifestación artística propia y diversa del autor original. Entre los
heterónimos, el mismo Fernando Pessoa pasó a ser llamado ortónimo, ya que era
la personalidad original. Con el tiempo, y con la maduración de las demás
personalidades, el propio ortónimo se convirtió en un heterónimo más entre
otros.
De Pessoa
son estos versos:
“El poeta es
un fingidor.
Finge tan
completamente
que hasta
finge que es dolor
el dolor que
en verdad siente”.
Esta
digresión de alguna manera explica que los cuarenta relatos de temáticas y
estilos tan diferentes y que constituyen el cuerpo de la obra de Agustín Gajate
Barahona, no parezcan escritos por una misma persona. Son textos surgidos en
momentos dispersos registrados a lo largo de las últimas décadas.
Hay alguno,
tan cercano en el tiempo, que resulta apropiado reproducirlo, ahora que todavía
andamos en días de cambios o devoluciones, el apéndice del consumo que no cesa.
“Así
–escribe el autor– las próximas generaciones, dotadas con los mejorados
anticuerpos contra la desigualdad, realizarán ofrendas navideñas virtuales a
los dioses del consumismo por internet o en centros comerciales construidos
sobre suelo rústico recalificado de manera prevaricadora y malversadora
reconocidas mediante sentencia firme plurirrecurrida e incumplida, para no
enojar a los misericordiosos generadores de riqueza y que permitan al resto de
los mortales degustar las migajas de su seductor comportamiento, cebando así a
sagrados empresarios y políticos fraudulentos para que se lleven su botín a
paraísos fiscales y sacrificando derechos sociales en magnas ceremonias
oficiadas en templos democráticos, contentos todos de encumbrar en los altares
del poder divino a seres superiores por su dominio de las bellas artes de la
farsa, la indecencia y la ignominia, como las clásicas y ancestrales deidades
paganas”.
Aunque
parezca que no va a llegar al final del párrafo o que alarga la sucesión de
oraciones para completar la trama argumentativa, este párrafo revela la
claridad y la concisión del lenguaje utilizado. Si al principio destacamos su
afán descriptivo en los pasajes costumbristas, no hay que desdeñar que llegue a
ser duro y agudo, acaso siempre con el objetivo de remover conciencias.
Lo hace, con
determinante claridad, en la historia de la palabra innombrable y el beneficio
de la duda, la narración de una abuela y su nieto al que reprende por haber
dicho eso, la palabra innombrable, cuando él quería, en ausencia de su madre,
seguir jugando; y la abuela, descansar y echar una cabezadita. El relato es
delicioso y les dejamos con la incógnita de su final, potra por innombrable,
pero justificando, siquiera por un párrafo, las apreciaciones anteriormente
dichas sobre el lenguaje que emplea Gajate. Dice:
“A duras
penas había conseguido que cenara, se lavara los dientes, se desvistiera y se
limpiara un poco la cara, los brazos y el cuerpo con el agua de la bañadera, el
lavabo de ricos y pobres en los tiempos en los que no existían las duchas,
cuando el preciado y básico líquido había que ir a buscarlo a las fuentes,
cargarlo en cántaros y trasladarlos a lomos de burros y mulas, en el mejor de
los casos”.
Ideas,
sueños, sentimientos, anhelos, emociones y experiencias va desgranando el escritor
cuyos textos no guardan relación entre sí, claro que no, pero se suceden con
vocación de continuidad, complementando algunos títulos con palabras guanches,
la lengua de los aborígenes, la otra gran pasión de Agustín a la que ha
dedicado no pocas jornadas de investigación, de empeño y amor propio y también
difusión.
El
periodista y crítico literario tinerfeño Eduardo García Rojas ha ponderado la
aportación de Agustín Gajate a las letras canarias: “Baste decir que [su
mérito] ha sido el de construir un armazón literario en el que su idea de lo
pasado y presente se fusiona con la suficiente naturalidad para dar origen a un
futuro en el que se observa con cierta nostalgia un tiempo que el viento se
llevó, creando a su alrededor una geometría –circular me atrevería a decir–
concebida con elementos que configuran un mundo literario personal y con señas
de identidad. Otra cosa es que ese mundo guste o disguste a unos y a otros, en
nuestro caso lo observamos con cierta atención, reconociendo el esfuerzo por elevar
ese imaginario y su voluntad por darle coherencia”.
Por eso
gustan y atraen estas 'Reflicciones', en apariencia dispersas y hasta
inconexas, pero sobre el papel muy granadas, muy juiciosas, reveladoras de
afanes indesmayables y experimentales de búsqueda. Compartimos la creencia de
García Rojas: lo que une estos textos de Gajate es una profunda vocación
humanista, “así como una naturalismo feroz que disemina en las páginas de
historias donde los menos favorecidos son los protagonistas”.
Una a una,
las tesis del autor, sus propuestas, se van sucediendo con un despliegue de
interés que nos hace aguardar próximas entregas con la expectativa de quien
espera por una literatura llamativa, generosa… e igual de comprometida.
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