EL TIRO EN EL PIE DE PABLO CASADO
El
discurso desquiciado y ultra del líder del PP en Valladolid no era contra el
presidente mexicano, ni contra Sánchez, ni tampoco contra Podemos. Era contra
la inexorable situación de encerrona en la que él solo se ha metido
GERARDO TECÉ
PABLO CASADO, EN EL ACTO DE CIERRE DE CAMPAÑA EN VALLADOLID.
Cierre de campaña en Valladolid con Pablo Casado disfrazado de Isabel la Católica. Corrijo. De Isabel la Católica con unos vinos de más. Perdón. De Isabel la Católica con unos vinos de más y encarándose con Fernando por poco español –qué es eso de Aragón, payaso–. Tras la imagen de un Pablo Casado desatado que, sin embargo, no abandona la clásica sonrisilla desconcertante ni mientras acusa a Pedro Sánchez de ser socio de asesinos, una pantalla gigante proyecta en plano fijo la imagen de un campo de Castilla. Por si, a estas alturas de campaña y después de llevar semanas viendo al líder de la oposición dando mítines frente a todo tipo de ganado, granjas y tractores, aún quedase algún despistado que no
haya detectado
que la estrategia del PP pasa por intentar robarle el sello de calidad rural a
la ultraderecha vestida de cortijo en El Corte Inglés. Tras las acusaciones a
Pedro Sánchez de alta traición a España –hit obligado en todo mitin del PP como
lo es Satisfaction en cualquier concierto de los Rolling– Pablo Casado subió
ayer un nuevo escalón cuando ya parecía físicamente imposible hacerlo sin alzar
el brazo y gritar arriba España –cosa que debe tener agendada para cuando haya
elecciones generales–. Que si Castilla y León cuna de la hispanidad, que se
calle el presidente mexicano y se postre ante Hernán Cortés, que si Zapatero
comisionista de Maduro en Venezuela, que si Podemos amigos de dictadores asesinos
y violadores bananeros (sic). Es decir, Casado hizo repaso a algunas de las
principales preocupaciones de los ciudadanos castellano-leoneses. Un inciso.
Hay que sentirse muy protegido por la red mediática para exponerte hablando de
dictadores asesinos de otras latitudes semanas después de haber sido pillado
asistiendo a la misa homenaje de nuestro propio dictador asesino. Hay que
sentir una protección infinita para hablar de traición a España tras intentar
torpedear la llegada de fondos europeos. Debe sentirse intocable para soltar el
bulo de que Zapatero es comisionista en Venezuela teniendo en el currículum
haber sido chico de los recados del Aznar que obtenía comisiones intermediando
con el dictador Gadafi. Las campañas electorales van y vienen, pero la dignidad
política, al contrario que los másteres, hay que ganársela.
Si las elecciones
de Castilla y León acaban con los ultras dentro del gobierno, Casado se habrá
complicado su jugada: presentarse a las generales limpio de la foto del PP
gobernando con Vox
Pero no hagamos
como Casado y hablemos de Castilla y León. La comunidad autónoma más extensa de
España no ha sido sometida a elecciones anticipadas para solucionar sus
problemas de paro, despoblación o corrupción, sino para solucionar los problemas
del partido que la gobierna desde 1987. Estas elecciones, copia idéntica a
nivel estratégico del adelanto de las elecciones madrileñas, llegan por la
necesidad del PP de ir armándose de cara a las futuras elecciones generales
frente a la ultraderecha que viene apretando. El objetivo es absorber a un
Ciudadanos en decadencia y, hecha la portabilidad de los naranjas al PP,
presentarse ante la sociedad española como la casa grande del centro-derecha.
Por lo que sea, siguen empeñados en mantener en el rótulo lo de centro, aunque
nadie lo use. Algo parecido a lo que le pasa a Mercedes con el Benz. Sin
embargo, todo apunta a que la renovación del candidato Mañueco en el cargo,
será un tiro por la culata. Vox ha dejado claro que quiere tocar gobierno y las
encuestas, lejos de darle al PP la mayoría que logró en Madrid, parece que lo
condenan a darle entrada al partido franquista en los sillones de decisión
autonómicos. Resumen de la jugada: convocar a las urnas para sacarle ventaja a
Vox y acabar regalándoles la ventaja de ser partido de gobierno. Ni el mecánico
de Carlos Sainz.
El discurso
desquiciado y ultra de Casado de ayer en Valladolid no era contra el presidente
mexicano, ni contra Zapatero, ni contra Sánchez, ni tampoco contra Podemos. Era
contra la inexorable situación de encerrona en la que él solo se ha metido.
Para disputarle el voto a los fascistas no le queda más remedio que adquirir
sus formas. Cuando lo hace, alimenta un discurso en los que ellos son la
versión original y el PP una copia barata que sonríe mientras grita comunismo.
Y, entre copia barata y original, ya se sabe. Si, como todo apunta, las
elecciones de Castilla y León acaban con los ultras dentro del gobierno
autonómico, Pablo Casado se habrá complicado enormemente su jugada mayor: presentarse
a las próximas elecciones generales limpio de la foto del PP gobernando con
Vox. Una foto temida en Génova porque saben bien que supondría la movilización
de la izquierda y el aislamiento político a la hora de sumar otras alianzas.
Tal vez a estas alturas de desastre estratégico lo que mejor le venga a los
intereses personales de Pablo Casado sea perder Castilla y León. Quizá de ahí
el discurso de ayer, dicen los malpensados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario