LA CABEZA DE CASADO EN LA PLAZA DE COLÓN
Cualquiera
sabe mañana, pero el punto de partida oficial parece que es el siguiente:
investigar un contrato a dedo que acaba en el bolsillo de un familiar es mayor
escándalo que darlo
GERARDO TECÉ
Como toda familia de dinero, la derecha española siempre supo resolver sus asuntos internos de forma discreta. Cuentan que Carmen Polo, esposa del dictador, atracaba joyerías de empresarios afines al régimen con exquisito saber estar. Magnífico collar, alababa Doña Carmen el género del joyero que, encantado de recibirla en su tienda, minutos después quedaba con cara de tonto al verla salir por la puerta con el collar puesto y la cartera cerrada por la gracia de Dios. El tipo, por supuesto, callaba ante el atraco y Carmencísima, si estaba de buenas, recomendaba el establecimiento a sus amigas. Pura elegancia. Una forma de funcionar, transmitida de generación en generación –de Franco a Fraga, de Aznar a Casado–, que ha hecho posible el indiscutible logro de compatibilizar corrupción sistemática con imagen de estabilidad. La apuesta de la derecha española por la estrella del pop Díaz Ayuso ha acabado con esto.
El PP estalla por
los aires a estas horas y los peritos, salpicados de trocitos de líderes, se
centran en confirmar si, como todo indica, la explosión ha sido provocada.
Parece que no hay dudas. Según ha explicado la propia Ayuso en su
comparecencia, hace dos meses tuvo conocimiento de que su propio partido la
investigaba por un contrato dado a dedo. Un millón y medio de euros a la
empresa de un amigo que repercutieron en 283.000 euros para el bolsillo de su
hermano en concepto de comisiones por la venta de material sanitario en lo peor
de la pandemia. Dos meses después, en plena pugna por decidir qué será del
partido –boda con la ultraderecha o noviazgo sin compromiso–, el entorno de
Díaz Ayuso ha decidido hacer público lo que en cualquier otro espacio-tiempo
hubieran tratado de ocultar: un espionaje interno que conlleva reconocer la
llegada de ese dinero público al bolsillo de un familiar. Este movimiento
significa una cosa clara. Que Ayuso se sabe inmune a las consecuencias de una
mala gestión que suena a corrupción porque su éxito nada tiene que ver con la
capacidad de gestión, sino con el folclore. Si fue capaz de rozar la mayoría
absoluta con los peores datos europeos de gestión sanitaria, ¿por qué no
moverle la silla a Pablo Casado apoyándose en un contrato que enriqueció a su
propio hermano?
El nivel de la
escalada bélica dentro del PP deja en juego de niños lo de Rusia y la OTAN.
Después de la rueda de prensa de Díaz Ayuso cargando contra su jefe y el
expediente que desde Génova han abierto contra la presidenta de Madrid, no hay
marcha atrás. Se abre un horizonte en el que solo puede quedar uno de los dos
liderazgos del PP, y si alguien teme por su cuello no es precisamente Díaz
Ayuso. Casado, que hace sólo unos días clamaba a gritos por la hispanidad que
conquistaba América, podría ver su cabeza clavada en una pica en la plaza de
Colón. Cosas de la vida. La historia dice que cuando uno juega con el fascismo
suele ser el primero en ser devorado.
Según pasan las
horas, lo que empezó pareciendo una guerra va cogiendo forma de algo aún peor
para Pablo Casado: golpe de Estado. Y no llegan buenas noticias al cuartel de
Génova. A los apoyos incondicionales de Ayuso –la marquesa Cayetana y Don
Federico están a esta hora ya vestidos de militares– se une el ruido de la
ultraderecha –valga la redundancia– que lleva pidiendo la dimisión del líder
del PP desde que el pasado martes se mostró partidario de dejar a la extrema
derecha fuera del gobierno de Castilla y León. Hoy con más fuerza porque saben
que se juegan ser gobierno. Después de años de discurso ultra alimentado por el
propio Casado, la diferencia ideológica entre el militante de Vox que lo acusa
de traicionar a España y el militante medio del PP que le pide que pacte con
Vox o se largue es ya inapreciable. Telemadrid, la de todos los madrileños
excepto Casado, convoca sutilmente a manifestarse frente a la sede nacional del
PP en defensa de Ayuso. Por allí aparecen encapuchados. Son los mismos que,
después de salvar España frente a la casa de Pablo Iglesias, tienen nueva
misión. España es tan frágil que, como dejó dicho Isabel la Católica, hay que
organizarse para que cada día haya unos cuantos encapuchados de guardia. El
éxito de un golpe de Estado como este se mide en tuits y el terremoto es tal
que en las redes sociales a todo cargo público y orgánico pepero le toca saltar
a uno de los dos bloques en separación para no caerse por la grieta. Tuits de
apoyo a Casado, como el de la diputada vasca Bea Fanjul, que utiliza una imagen
de Miguel Ángel Blanco porque qué más da todo a estas alturas de degradación de
la política. El elefante blanco, José María Aznar, encantado de la vida de ver
un partido que él no preside patas arriba, echa leña al fuego con un
chascarrillo en plena crisis de quien fue su hijo predilecto: está mejor
Ucrania que el PP ahora mismo. Traducido al castellano, pulgar hacia abajo. Una
declaración preocupa especialmente en Génova tanto como la de Aznar. El gallego
Núñez Feijoó, ala moderada del partido al que se podría esperar saltando al
lado de la grieta del actual líder de la formación, condena la investigación
contra Ayuso sin explicar por qué le parece condenable que se investigue
internamente un contrato a dedo que acaba en el bolsillo de un pariente.
Tampoco es importante que lo explique. En los golpes de Estado la excusa es lo
de menos. Todo esto nos remite a una imagen: la de Casado atrincherado en
Génova sin más armamento ni apoyos que el del fiel escudero Teodoro y su
capacidad de lanzar de modo letal huesos de aceituna con la boca.
En el imaginario de
la religión aznariana está por venir ese ser de luz que, como hiciera el prohombre
en los 90, consiga unir con pegamento lo que, por algún motivo, siguen llamando
centro-derecha español y que no es otra cosa que un PP echado al monte
sujetándole la escopeta a Vox. En los sectores mediáticos más ultras nadie duda
desde hace tiempo que la enviada para tan magna obra es Isabel Díaz Ayuso. La
mujer dispuesta a gobernar sin complejos y refundar de una vez por todas el
Bando Nacional. Los medios de derechas, es decir, los grandes medios de
comunicación de este país, se verán sometidos en los próximos tiempos a un test
de estrés haciendo de árbitros para dilucidar cómo acaba esta historia. Pase lo
que pase, el PP tal y como lo conocemos está acabado desde hoy. Lo que venga
después no parece que vaya a ser mejor. Cualquiera sabe mañana, pero el punto
de partida oficial parece que es el siguiente: investigar un contrato a dedo
que acaba en el bolsillo de un familiar es mayor escándalo que darlo.
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