FACEBOOK NO SE VA A NINGUNA PARTE
Meta,
la nueva marca de la empresa de Mark Zuckerberg, amenaza con abandonar Europa
por el control de datos personales que hace la UE. Hemos leído los titulares,
pero, ¿de qué estamos hablando?
MANUEL
Hace tiempo que las noticias en torno a Facebook –recordatorio: ahora la empresa matriz se llama Meta– producen una mezcla de risa y lástima. Es la clásica y aburridísima historia del novio manipulador que te espía, te acosa y luego lloriquea por las esquinas en busca de un poco de caso. Para muestra, el último revés de los de Zuckerberg: tratar de venderle a la opinión pública su inminente salida de Europa si no les arreglan unos asuntillos de tráfico de datos. El tema, protagonista durante días de jugosos titulares, nos recuerda, más allá de la patética autoamenaza, que la partida por el futuro de internet sigue en juego.
Un poco de
contexto: a raíz de una denuncia del activista austriaco Max Schrems en 2020,
el Tribunal de Justicia de la Unión Europea anuló el acuerdo que permitía la
transferencia de datos personales entre la UE y EE.UU. La decisión del TJUE se
basaba en que el nivel de protección de datos en Estados Unidos no era
equivalente al de la Unión. Casi dos años después, Meta ha presentado un documento
a la SEC –la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos– en el que exige la
creación de un nuevo marco de transferencia transatlántica de datos; de lo
contrario, dicen, tendrían que dejar de prestar servicios como Facebook o
Instagram en Europa.
Las acciones de
Meta cayeron tras reconocer que los cambios introducidos por Apple en materia
de privacidad podrían llegar a costarles 10.000 millones de dólares en 2022
La carta a la SEC,
en la que vaticina pérdidas millonarias –Meta/Facebook es una empresa que
cotiza en la bolsa de valores estadounidense– por el presunto corte de
servicios en Europa, es la clásica estrategia de relaciones públicas de quien
se sabe en una posición de poder: no solo busca presionar al gobierno
estadounidense para que saque adelante el acuerdo, sino que, poniendo a los
usuarios en el centro, intenta dar un golpe de efecto a las negociaciones
también de la parte europea. La misma porquería de siempre: empresas que
gobiernan países por la puerta trasera.
Para desgracia de Meta,
las leyes de control de datos de la Unión Europea no son su único problema. Las
acciones de la compañía cayeron hace unos días tras reconocer que los cambios
introducidos por Apple en materia de privacidad podrían llegar a costarles
10.000 millones de dólares en pérdidas en 2022. Desde el año pasado, la empresa
del iPhone da la opción a sus usuarios de elegir si quieren ser rastreados por
las aplicaciones que utilizan: según un estudio de Flurry, más del 75% de los
usuarios estaría impidiendo que sus datos se compartan con terceros desde el
inicio de la medida.
Sin rastreo, cae el
volumen de datos que las empresas tienen del usuario. Si no hay información
suficiente que permita seleccionar a targets de población, no hay anunciantes.
Sin anunciantes, el modelo de negocio de Meta y de buena parte de internet está
en serios problemas. Es una buena noticia que Apple haya tomado la delantera a
sus rivales tecnológicos, pero no podemos bajar la guardia: la Unión Europea
debe seguir protegiendo a sus usuarios de las prácticas abusivas que están por
llegar.
Porque, en fin,
Meta no se va a ir a ninguna parte; dejar escapar Europa es impensable para una
compañía cuyo valor se mide casi exclusivamente por el número de usuarios que
utilizan sus servicios. Tendremos Facebook, Instagram y WhatsApp para rato. Lo
que Meta pretende es, una vez más, saltarse la ley. La diferencia radica en
cómo pretende conseguirlo: tras el escándalo de Facebook y Cambridge Analytica,
las tecnológicas entendieron que el modelo opaco de venta de datos de usuarios
a terceros tenía los días contados; había que buscar nuevas maneras de mantener
el negocio a flote.
Los cambios que ha
experimentado Twitter en el último año son la prueba de ello: la red social ha
virado hacia los “temas de interés”. Pidiéndole al usuario que elija el tipo de
contenido que quiere ver, Twitter se asegura un flujo constante de datos que
vender a los anunciantes; no hay rastreo, es el propio usuario el que comparte
dicha información. Así funcionan la mayoría de aplicaciones móvil de origen
chino, que han entendido muy bien cómo apelar al usuario en la era del nativo
digital: desde el algoritmo de recomendación de TikTok –que permite llegar a
conocer los intereses del usuario casi a la perfección– a aquellas apps que ofrecen
un caramelito al usuario –¿quieres ver qué aspecto tendrás dentro de cincuenta
años?– a cambio de que éste comparta sus datos.
Twitter se asegura
un flujo constante de datos que vender a los anunciantes; no hay rastreo, es el
propio usuario el que comparte dicha información
La guerra, no lo
olvidemos, es eminentemente comercial: en 2020, Trump intentó prohibir el uso
de TikTok –una app que está, como Facebook y otras, capada en China: su equipo
opera desde ciudades como Los Ángeles, Dubái o Singapur– en Estados Unidos. La
administración Biden, que levantó el veto de Trump, ha anunciado ahora nuevas
medidas para controlar el tratamiento de datos que hacen este tipo de
aplicaciones extranjeras en suelo estadounidense. El panorama, de tintes
proteccionistas, deja al usuario con el culo al aire: tanto sus datos como su
“privacidad” se han convertido en monedas de cambio para tecnológicas y
gobiernos. ¿Qué cabe esperar, entonces?
El grueso del
negocio actual de Meta se basa en vender publicidad cuyo origen está en los
datos: esas fichas digitales que la empresa tiene de sus usuarios y que utiliza
para hacer dinero. No se trata de espiarnos a través de la webcam, sino de
vendernos cosas: productos, servicios, ideología, propaganda; Zuckerberg
vendería a su abuela a cambio de unas monedas. Con la promesa del metaverso aún
lejos, y en plena transformación del modelo de internet, Meta hará todo lo
posible por salvar los trastos a golpe de presión y chantaje. En previsión del
motín, quizá sea prudente darle la vuelta a esta propuesta indecente; quizá sea
el momento de que los países de la Unión Europea revisen sus prioridades e
inviten a Meta a irse.
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