TEO VUELVE A LA ACEITUNA
DAVID TORRES
El exsecretario general del
PP Teodoro García Egea,
este martes entrevistado en
La Sexta.
En la entrevista que concedió el martes por la noche a Ana Pastor en la Sexta, Teodoro García Egea no se dio cuenta hasta última hora de que se había equivocado, que no estaba en Antena 3, en El Hormiguero, con Pablo Motos. Aun así, se empeñó en seguir el guión y hacer como que no había ocurrido nada, ni dentro del partido ni fuera del partido, ni siquiera en la calle Génova, delante de la sede asediada por miles de manifestantes pidiendo su cabeza y la de Casado igual que esos motines populares con antorchas y horcas frente al castillo del doctor Frankenstein. No, Teodoro tampoco conocía la gravedad de la situación el domingo porque en el mismo momento en que el centro de Madrid ardía él estaba en el parque jugando con sus hijos. De hecho, mientras concedía su primera entrevista póstuma, aparecía tranquilo, abotargado, casi a punto de dormirse, como si hubiera cenado una tortilla de Lexatin.
En esa realidad
alternativa que iba presentando a los espectadores, los jerarcas del PP
llevaban cinco días celebrando una fiesta con globos en la que se habían matado
a besos. Teodoro seguía sin entender lo que había pasado: "No me voy
porque hayamos hecho nada malo, me voy para facilitar que se convoque un
congreso". Julio César podía haber dicho lo mismo después de que lo
apuñalaran treinta y siete veces por la espalda: "Me voy por no
molestar".
Hasta ese momento
las informaciones eran tan confusas que todavía se ignoraba si había dimitido o
si lo iban a dimitir; sólo unas horas antes, el mismo martes a mediodía, el propio
Teodoro había dicho que la dimisión ni se le pasaba por el pensamiento, pero al
rato la dimisión ya le había cortado el cuello, el cargo y las ganas de
discutir. Cuando se presentó a la entrevista con Ana Pastor, bien podía haber
llevado la cabeza en la mano y haberla olvidado al marcharse encima de la mesa,
todavía parpadeando. Sin embargo, necesitaban su cabeza para ponérsela en la
cama a Casado y que se despertara la mañana del miércoles sabiendo lo que tenía
que decir. Ni una mancha de rencor ni una gota de sangre: así son las
decapitaciones en el PP.
Al fin y al cabo,
desde su atalaya de secretario general, Teodoro estaba más que acostumbrado a
manejar el hacha y a recolectar cabezas de líderes regionales y de enemigos
políticos. No era nada personal, sólo negocios, pero el hombre fue tan ingenuo
como para, después de alcanzar el puesto de consigliere y de haber visto veinte
veces la trilogía de El Padrino, no entender lo que sucede cuando un maleante
profesional se pone de parte de la ley. Después de la Púnica, después de la
Gürtel y después de Bárcenas, preguntarle a Ayuso por un contrato favoreciendo
a su hermano era como preguntarle a Vito Corleone si había empezado el negocio
vendiendo aceite de oliva o de girasol. De otra cosa a lo mejor no, pero si de
algo entiende Teodoro es de aceitunas y de escupir huesos de aceituna a quince
metros de distancia. Cómo iba a sospechar que lo iban a escupir primero a él y
luego a Pablo Casado, dos por el precio de uno, sin parpadear. Tampoco es nada
personal, sólo negocios. Se van por no molestar.
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