LA CORRUPCIÓN GUIANDO AL PUEBLO
DAVID TORRES
La Libertad guiando al
pueblo, de Delacroix.
Hace tiempo que los madrileños decidieron echarse a la calle a hacer cuadros vivos de Delacroix, concretamente versiones libres de La libertad guiando al pueblo sólo que sin armas, sin las tetas al aire y con la bandera española en lugar de la francesa. Madrid en los últimos años ha visto a los cayetanos del barrio de Salamanca desempolvar las cacerolas, a los hosteleros clamando por más terrazas y al público en general pidiendo más cañas y más raciones de calamares. También es verdad que a veces los madrileños se ponen las pilas para intentar detener un desahucio, como sucedió hace unos días en Carabanchel, cuando dos ancianos fueron puestos de patitas en la calle después de más de medio siglo pagando el alquiler, pero entonces los antidisturbios hicieron acto de presencia de inmediato para enseñarles a los vecinos cómo se escribe la historia: a porrazos sobre el lomo de los pobres.
Los antidisturbios
brillaron por su ausencia en la multitudinaria manifestación que tuvo lugar la
mañana del domingo frente a la sede del PP en Génova: unos cuantos miles de
madrileños que salieron a vocear consignas a favor de Ayuso y contra Pablo
Casado y Teodoro García Egea, los dos hermanos univitelinos de la directiva que
se hicieron un lío entre estatutos y declaraciones y no se atrevieron a cargar
las escopetas y montar una sucursal de Puerto Hurraco. Mira que Casado se había
disfrazado en los últimos tiempos de todo lo que cabe disfrazarse en materia de
escenografía rural -ganadero, vendimiador, tractorista, pastor- pero a la hora
de verdad le falló el pulso, le fallaron los cartuchos y le falló la pose de
cazador de perdices. Al final la perdiz Ayuso resultó demasiado escurridiza
para la técnica de asustaviejas de los dos hermanos y escapó indemne sin más
impactos en el plumaje que un expediente informativo de fogueo y unos cuantos
huesos de aceituna.
Lo más divertido de
la charlotada del jueves fue ver a Casado y a Egea poniéndose por una vez de
parte de la ley -o al menos de la vergüenza torera- al señalar la flagrante desfachatez
que supone que un hermano de la presidenta se haya forrado a raíz de un
contrato a dedo proporcionado por el gobierno de la Comunidad de Madrid en
plena pandemia. Fue un error de bulto en el que la escopeta les estalló en las
manos, no ya por no haber acudido a la Fiscalía en vez de encargar una
investigación interna a una agencia de detectives prima hermana de Mortadelo y
Filemón, sino por no haber calculado lo poco que le importan a su electorado
las sospechas de corrupción generalizada, así lluevan sobres de dinero negro,
mensajes de ánimo a Bárcenas, comisiones por mascarillas o sobrecostes
estratosféricos en la construcción del hospital Zendal.
No está muy claro
si, a pesar de su victoria en esta reyerta a cuchilladas y de la demostración
de fervor madrilé, Ayuso saldría ganadora en el congreso de un partido que
acaba de hacerse el harakiri en público y de sacarse los mondongos en vivo y en
directo. Tal vez sea Núñez Feijóo quien más beneficiado pueda salir del choque
de egos, precisamente por ofrecer un perfil discreto, conciliador, casi se
diría un perfil político a la antigua usanza, sólo que los políticos a la
antigua usanza parece que ya no pintan mucho en esta época proclive a la
payasada, al victimismo y al disfraz. Miles de madrileños demostraron este
domingo que les va la marcha y que les da todo igual: el robo, el cinismo, la
mentira, la indecencia, la corrupción. Que Ayuso empezara su carrera política
prestándole la voz a un perro era algo más que una metáfora.
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