POLÍTICA BASURA
JUAN TORTOSA
Centro de flores al líder del
PP, Pablo Casado, durante una manifestación en apoyo a la presidenta de la
Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, frente de la sede del Partido Popular
en la calle Génova, a 17 de febrero de 2022, en Madrid (España).- EUROPA PRESS
Cuando el miércoles salieron a la palestra televisiva José María Aznar y una resucitada Esperanza Aguirre cuestionando a Pablo Casado por los resultados de Castilla y León, quizás podía intuirse que algo serio se estaba cociendo en el Partido Popular, aunque la verdad es que resultaba difícil imaginar la dimensión de los acontecimientos que tendrían lugar al día siguiente. Muchos momentos postelectorales suelen convertirse en amargas victorias que se le atragantan al ganador, pero el terremoto sobrevenido en el PP a partir de este jueves posee todos los ingredientes de los más morbosos y cutres espectáculos de la oferta televisiva. Unos aprendices, los de "¡Sálvame!", al lado de los gloriosos –y bochornosos- momentos que nos están brindando estos días los primeros "espadas", nunca mejor dicho, del todavía primer partido de la oposición.
Abrió el fuego a
las nueve de la mañana del jueves el alcalde de Madrid sin que muchos
supiéramos muy bien qué pasaba, salvo
que al parecer un empleado de la Empresa Municipal de la Vivienda había
contactado con un detective para conseguir datos bancarios y fiscales de un
hermano de Isabel Díaz Ayuso. Martínez Almeida aseguró que no era cierto, pero
admitió que había "preguntado" al detective y a los responsables de
la EMV si por casualidad habían mantenido alguna reunión entre ellos
últimamente. Las dos partes contestaron que no, él se lo creyó y ahí estaba
ahora, contándolo en una rueda de prensa, tan ambigua como precipitada, que cuando
se dio por terminada consiguió dejar en el aire más sospechas y preguntas sin
contestar que antes de su comparecencia.
A la una y media de
la tarde irrumpió en escena con el cuchillo entre los dientes la presidenta de
la Comunidad de Madrid, resuelta a no dejar títere con cabeza. Casi todo lo que
dijo fue dinamita pura y muchas de las frases nos las sabemos ya de memoria
pero entre lo que contó hubo algo fundamental: en septiembre de 2021, en el
despacho de Casado, este le pidió que le aclarara si su hermano había cobrado
comisión un año antes por intermediar en una venta de mascarillas realizada por
un amigo de la infancia. Y precisó Ayuso: "Me dijo (Casado) que la
documentación por la que me hacía esa pregunta le había llegado desde la
Moncloa".
"A día de hoy
todavía estamos esperando que nos conteste", bramó Teodoro García Egea en
otra incendiaria rueda de prensa celebrada a continuación de la volcánica
intervención pública de Ayuso. Por una vez no había perífrasis, ni frases
ambiguas, solo sujetos, verbos y predicados lanzados directamente a la yugular
del contrario. Nombres, hechos, claridad, lenguaje comprensible para el común
de los mortales. ¡Qué pena que esta manera de expresarse no la utilicen los
políticos a diario para hablarnos a la ciudadanía de las cosas que nos
interesan, y en cambio solo lo hagan
cuando deciden despellejarse vivos entre ellos. Costaba ir asimilando tanta
metralla y ponerla en orden cuando Egea remató su intervención con un anuncio:
se le abriría un expediente informativo a la díscola "compañera".
Y mientras tanto,
Pablo Casado, ¿dónde andaba? Hasta la mañana de este viernes permaneció
escondido. A las nueve en punto, veinticuatro horas después de que Almeida
diera el pistoletazo de salida, el presidente del PP hablaba por fin en la
Cope, su emisora de cabecera, para negar haberle dicho a Ayuso que la
información sobre las presuntas irregularidades de su hermano procedía de la
Moncloa, aunque no dudó en precisar la cantidad exacta que Tomás Díaz Ayuso
pudo percibir de comisión: según él, 286.000 euros. Andaba disperso el
presidente del PP, es decir, en su línea habitual, pero más confuso y
dubitativo aún que otras veces. Su tono era inseguro, dijo lamentar mucho lo
que estaba pasando pero el partido que él preside, aseguró, "tiene que ser
ejemplar y no caben las irregularidades". En fin, si él lo dice...
La guerra sin
cuartel continuó minutos más tarde. Apenas había salido Casado de la sede de la
Cope cuando ya estaba contestándole Ayuso en la misma emisora, esta vez vía telefónica:
"¿Cómo es que él sabe la cantidad exacta de la comisión que dice que mi
hermano cobró y en cambio yo no? Quiero pensar que le han engañado y le han
dado algo intoxicado en un momento tan bueno para la Comunidad de Madrid".
Horas después, la
presidenta autonómica hacía público un comunicado en el que cifraba en 55.850
euros más IVA la cantidad cobrada por su hermano Tomás a la empresa que vendió
las mascarillas a la Comunidad de Madrid y lo calificó de
"contraprestación por su trabajo y no de comisión por
intermediación". Al tiempo que se difundía esta notificación, los
consejeros madrileños de Hacienda y Sanidad sudaban tinta en la rueda de prensa
que les había tocado en suerte sin que nadie acabe de saber cuando y cómo puede
acabar este festival de despropósitos. "La discordia nos hace infelices,
es un rasgo de mediocridad, unidad, unidad, unidad", clamaba desde Andalucía un Juan Manuel Moreno
Bonilla al que desde el pasado domingo puede que no hayan dejado de temblarle
las piernas. "Esto tiene que acabarse en días, un problema así no puede
alargarse meses", advierte Núñez Feijóo. Y Fernández Mañueco, mientras
tanto, lamentando el día en que se le ocurrió "obedecer", disolver el
parlamento de Castilla y León y convocar elecciones.
A quienes irrita la
manera que el PP ha tenido de funcionar en los últimos tiempos tendría en
principio que divertirnos el espectáculo que están dando pero si les digo la
verdad, a mí me cuesta alegrarme de una cosa así. Entre otras cosas porque algo
tan primario, tan infantil, en el fondo resulta sospechoso. Que un partido
político protagonice un espectáculo tan zafio no solo les perjudica a ellos
sino que salpica a todos. Que en ese partido se acuchillen sin piedad los unos
a los otros no puede ser bueno para nadie, máxime cuando estamos hablando nada
menos que del partido todavía hegemónico en la derecha española. Ni las
tertulias basura de la televisión superan todo esto.
A quienes desde
hace un tiempo pilotan ese barco llamado Partido Popular hay que exigirles que
sean capaces de estar a la altura, como mínimo, de los partidos conservadores
del resto de Europa. Yo quiero que
permanezcan en la oposición siempre, faltaría más, y que el peso de las
derechas en la aritmética parlamentaria sea el menor posible, pero nos merecemos
una clase política menos chabacana. Si algún partido cae en la tentación de
pensar que con esta trifulca sale beneficiado, estaremos más perdidos todavía.
Porque tal como anda el patio pierden ellos y perdemos nosotros, incapaces, al
menos en mi caso, de imaginar cuál acabará siendo el desenlace de este infame
culebrón.
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