CANIBALISMO POPULAR
DAVID TORRES
El secretario general
del Partido Popular, Teodoro García Egea, a su llegada a una rueda de prensa en
la sede nacional del PP, a 17 de febrero de 2022, en Madrid (España).- EUROPA
PRESS
Si hay algo admirable en las guerras internas del PP es la naturalidad con que sus dirigentes se tiran los trastos a la cabeza, sin ningún pudor y sin ninguna vergüenza, sin atender siquiera a esa regla no escrita que aconseja lavar los trapos sucios en casa. Decía Heráclito que todas las cosas se engendran de discordia y necesidad, pero se ve que en la derecha española la discordia es una necesidad y la pelea callejera una forma de vida. En un partido acostumbrado a resolver los problemas a hostia limpia, ya sea destrozando unos discos duros a martillazos o filtrando el video de una presidenta mangando unas cremas en un supermercado, tenía que llegar más temprano que tarde el momento en que Casado y Ayuso se liaran a cuchilladas en vivo y en directo.
Desde que la cúpula
financiera del PP fue sentenciada como organización criminal, el resto del
partido ha intentado estar a la altura del calificativo judicial, unas veces
como los Corleone, otras como los Tataglia. "La familia es lo más
importante que tenemos", ha dicho Ayuso. No queda muy claro si estaba
hablando en términos de parentesco o de clan siciliano. Tampoco es que importe
mucho porque, después de admitir que su hermano Tomás se benefició a través de
un tercero de un contrato concedido a dedo por el gobierno de Madrid con una comisión
de 260.000 euros, ha desafiado a que encuentren pruebas de algún procedimiento
ilegal. Familiares y amigos de la presidenta haciendo caja en mitad de una
pandemia desatada, con centenares de muertos diarios y la sanidad pública en
estado de acoso y derribo. La libertad, por si no lo sabían, era esto.
Es todo un
espectáculo, hay que reconocerlo, y la verdad es que viene de lejos, cabalgando
con esa torpeza conmovedora típica de Génova 13 rue del Percebe, donde lo mismo
te envían un cura falso a la casa de un ex tesorero en prisión para amenazar a
su familia con un pistolón que te montan una policía política con sede en las
cloacas estatales. El giro de guion más rocambolesco en esta historia es la
intervención de Ángel Carromero en una supuesta investigación para intentar
involucrar al hermano de Ayuso en el cobro ilegal de comisiones: Carromero, el
enviado especial que decapitó a la disidencia cubana en un accidente de coche,
puesto al frente de una agencia de detectives mientras Almeida, García Egea y
Casado manejaban toda la operación. ¿Qué podía salir mal?
Ayuso esperó a que
pasara la onda expansiva del batacazo en las elecciones de Castilla y León para
airear el espionaje montado contra ella desde su propio partido con la
esperanza de pescar en río revuelto, descabalgar a Casado y hacerse de una vez
por todas con la dirección nacional. Quizá se le haya ido un poco la mano, pero
con Miguel Ángel Rodríguez empujando desde las sombras y la ambición demencial
que la espolea, pensó que era el momento idóneo para explotar. Probablemente no
esperaba que García Egea respondiera con la apertura de un expediente
informativo (que, de momento, no se sabe muy bien en qué consiste) y que la
mayoría de los diputados del PP se alineara con Casado en lugar de con ella.
Por lo pronto, ha conseguido que Carromero dimita y que Esperanza Aguirre pida
la cabeza de García Egea en unas declaraciones que parecen escritas por el
difunto perro Pecas. En Vox, mientras tanto, están comiendo palomitas y en
Ucrania se quejan de competencia desleal. La familia que se mata unida,
permanece unida. Guau.
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