UN MONSTRUO SE ABRE CAMINO
VIRGINIA PÉREZ ALONSO
Directora de 'Público'
El presidente de Vox,
Santiago Abascal, valora los resultados obtenidos por su formación en los
comicios para Castilla y León durante la noche electoral del 13F en el Hotel Palacio
Santa Ana, a 13 de febrero de 2022, en Valladolid, Castilla y León (España). -
EUROPA PRESS
Alfonso Fernández Mañueco tuvo un sueño húmedo y se puso a intentar en Castilla y León lo logrado por Isabel Díaz Ayuso en su convocatoria electoral de mayo pasado: quitarse a Ciudadanos de encima, gobernar en solitario y de paso hacerle una finta a la investigación judicial abierta a su partido por corrupción.
Pero Mañueco no es
Ayuso y Castilla y León no es Madrid. Y resulta que allí Vox ha acabado por comerse
a esa "derechita cobarde" que cada vez se diluye más dentro de la
extrema derecha. Y nos ha alumbrado un monstruo; un monstruo que crece a una
velocidad difícil de digerir, a dos años (a lo sumo) de unas elecciones
generales y a pocos meses de unas andaluzas. Un monstruo que tiene nombre,
fascismo, y que ahora cuenta con opciones de entrar en un gobierno por primera
vez en la historia de esta maltrecha democracia española.
El PP pretendía
gobernar cómodamente en solitario y el tiro le ha salido por la culata. Porque
además aspiraba a sacarle tanta ventaja a Vox que la simple posibilidad de un
gobierno conjunto fuera impensable. Y aquí estamos: con un Mañueco que se queda
a diez procuradores de la mayoría absoluta y un Vox que crece de uno a trece
(gana 136.687 votos) y sin cuyo apoyo el PP nada puede hacer.
Si había alguna
remota esperanza de que la ultraderecha no pidiera entrar en el Gobierno,
Abascal las ha despejado todas: "Qué cara de vicepresidente se le está
poniendo a Juan García Gallardo" (su candidato). ¿Y por qué razón no
querría Vox formar parte de un Gobierno? Para salvaguardar su ‘pureza’ de cara
a unas futuras generales; es más rentable políticamente estar a la gresca desde
la oposición que gobernar y las posturas anti-elite del partido de Abascal son
las que lo han traído hasta donde está.
Más ingenuo todavía
sería depositar alguna esperanza en Mañueco. Aunque el PP dijo la semana pasada
que no habría pacto con la ultraderecha, ya sabemos que su palabra vale tanto
como la nada. En este espacio de mentira sistemática enmarco el anuncio de
Mañueco en su discurso triunfal de hablar con "todos". Pero a estas
horas del ya casi 14 de febrero de 2022 ninguna formación política ha
mencionado siquiera las palabras "cordón sanitario" o el tan manido
"frente amplio", ya sin tacticismos de izquierdas, solo para
salvaguardar la democracia.
Sí, Mañueco ha
ganado dos asientos en Las Cortes, pero ha perdido 55.225 votos (-0,06 puntos
en porcentaje de voto) y ha conseguido la normalización de la extrema derecha
como candidata válida a entrar en un gobierno de este país. ¿Para este viaje
necesitábamos semejantes alforjas?
Porque tremendo
viaje el de esta convocatoria electoral en Castilla y León, más allá de las
aterradoras implicaciones que tiene el meteórico ascenso de la extrema derecha,
que se queda solo a 149.628 votos de los obtenidos por los socialistas.
PP y PSOE suman el
peor resultado histórico del bipartidismo en esta comunidad autónoma: un 61,5%
de los votos entre ambos. El peor dato anterior fue un 64% en 2015, año en que
concurrían por primera vez las formaciones de la ‘nueva’ política: Podemos y
Ciudadanos. Ciudadanos, por cierto, pierde once procuradores para quedarse con
uno y firma con este resultado su acta de defunción. Dicho de otra manera, Vox
capitaliza la sangría de Cs, aquel partido que nacía como transversal y de
centro; "ni de izquierdas ni derechas", ya saben.
Mientras, el bloque
que conforma la coalición de Gobierno se deja ocho procuradores: siete el PSOE
(pierde la friolera de 117.889 votos), uno Unidas Podemos en concurrencia con
IU por primera vez en Castilla y León). Y, apenas superado el ecuador de la
legislatura, la situación merece una reflexión seria. O bien las políticas que
están poniendo en marcha no sirven para afianzar (ganar ya suena a utopía)
poder territorial o bien a este Gobierno le faltan poetas que canten y vendan
sus medidas.
Tampoco hay buenas
noticias en el bloque provincial de la llamada la España Vaciada; al menos no
en cuanto a la configuración de un nuevo espacio que atienda las necesidades
reales de los ciudadanos castellanos y leoneses. Soria, y ya, podríamos decir
haciendo una chanza simplista. Aunque sin quitarle mérito a su gesta de haberse
convertido en la primera formación de su provincia; y un buen impulso para UPL,
que obtiene un resultado histórico.
El futuro que
arrojan estos comicios es oscuro. Una comunidad despoblada y envejecida, en la
que los jóvenes se ven obligados a emigrar para poder subsistir. Lo explicaba
bien el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, en un tuit: "En 1987 vivían
en CyL 2.582.327 personas de las cuales 1.997.693 tenían derecho a voto. Hoy
viven en CyL menos de 2.379.530 personas (datos junio 2021) y están llamadas a
las urnas 2.094.490. El dato es escalofriante. Somos muchos menos y mucho más
viejos".
Un nuevo Gobierno
del PP implica condenar a muerte los ya maltrechos y escasos servicios públicos
de Castilla y León y sentenciar, por tanto, su futuro entero. Sí, Castilla y
León es país para viejos y el PP quiere que siga siendo así: es el único voto
que consigue rentabilizar todavía, aunque a veces le salga a perder. Añadir a
Vox suma a la ecuación el deterioro de los derechos de todos y un retroceso a
debates ya superados. Es el regreso al pasado. El pasado al que nunca quisimos
volver.
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