QATAR EJERCE DE QATAR. ¿Y NUESTROS JUGADORES?
DAVID BOLLERO
Estadio internacional Khalifa en Qatar.– Michael Kappeler / Europa Press
Si eres gay, prohibidas las "muestras de afecto en público" durante el Mundial de Fútbol en Qatar. Lo advertía ayer el presidente del comité de organización del Mundial 2022, Nasser Al-Khater. ¿A qué se debe tal prohibición de una libertad civil tan esencial? Sencillo, aunque no por ello menos atroz: "la homosexualidad no está autorizada", indica Al-Khater. No se trata de una medida puntual adoptada con motivo de esta cita deportiva, sino que ya era una norma previa a la elección del país del Golfo Pérsico para esta celebración. Así pues, que nadie se sorprenda ahora.
Qatar
ejerce de Qatar. Los reproches, la
indignación y el estupor que provocan las declaraciones del presidente del
comité organizador deberían ser idénticas a las que se tuvieran antes de
que Qatar fuera elegida sede del Mundial 2022; se cumplen,
precisamente hoy, once años desde que el entonces presidente de
la FIFA, Joseph Blatter, lo anunciara en Zurich en 2010.
La
gran pregunta es ¿cómo apostó la FIFA por un país como éste,
ligado además al terrorismo islamista, para celebrar la Copa del Mundo? Pensar
que para cuando llegara el momento de echar el balón al terreno de juego, se
respetarían los Derechos Humanos (DDHH) en Qatar es tan ingenuo como estúpido;
indignarnos porque durante unos días los turistas deportivos gays no podrán
besarte en público, sin pensar que eso es algo que sufren todo el año quienes
viven allí, egoísta.
Así
pues, las miradas han de ponerse en la FIFA y su polémica elección,
motivada más por el dinero que circula de un lado a otro desde el petroestado que
por el respeto por los DDHH. Cuando el organismo internacional apostó por Qatar
descartó a Estados Unidos, Australia, Corea del Sur y Japón... y desde
entonces, las críticas desde el mundo del fútbol han sido más bien tibias.
Sencillamente, se ha mirado para otro lado. Tanto es así, que precisamente ese
año, en 2010, el Barça en nuestro país mandaba su logo de Unicef
a la espalda de los jugadores para estampar a Qatar en el pecho de
la equipación oficial, tras firmar un patrocinio de cinco años por 30 millones
de euros por temporada.
Thank you for watching
Ya en el año 2013, escribí un extenso reportaje en el que documentaba la sistemática vulneración de DDHH y laborales en la construcción de
los estadios que albergarán la cita deportiva. Entonces importaba
tan poco esta cuestión que solo medios, como el desaparecido Puercoespín de Argentina, quiso publicar aquel
artículo. A menos de un año del arranque del Mundial, parece que se agita algo el avispero.
Asumido
el modo en que la FIFA comercia con DDHH, hay que mirar a las Federaciones nacionales. En el caso de la española,
podemos ir olvidando que intervenga, pues está cortada por el mismo patrón que la FIFA, como demuestra el contrato con Arabia Saudí -otro adalid de la vulneración
de DDHH- para celebrar la Supercopa de España. ¿Y el Consejo Superior de Deportes, dependiente
del Gobierno de España? Para responder a esa pregunta, mal que nos pese con el
llamado 'gobierno más progresista de la democracia', volvemos a remitirnos a lo
permisivo que es con los desmanes de Luis Rubiales, presidente de la
Federación.
Nos
quedan, pues, las selecciones y, más concretamente, los jugadores que las
componen. ¿Alguien espera movimientos contundentes al respecto? Siendo
realistas, no, toda vez que hace poco tuvieron una oportunidad de excepción,
cuando durante la última Eurocopa la UEFA consideró que defender la igualdad LGTBI
era una cuestión política.
Hay que
tomar partido, hay que rebelarse. Si no lo hacen las Federaciones, han de
hacerlo los jugadores. Lo complicado es
encender la mecha del boicot al Mundial, pero una vez dado el paso al frente,
el efecto puede ser de dominó. El primer jugador que se niegue
a jugar el Mundial podría generar un efecto contagioso hacia otros compañeros
de selección, desmontando equipos enteros y, caída una selección de
fútbol, caerán más.
Obviamente
no sucederá. Han tenido más de una década para protestar, para negarse a
hacerle el juego a un petroestado que vulnera DDHH y no lo han hecho. Del mismo
modo que no podemos sorprendernos ahora de que Qatar ejerce de Qatar y
advierte de la prohibición de muestras públicas de afecto gay durante el
Mundial, esos jugadores y las marcas que los patrocinan
tampoco podrán hacerlo si su nombre queda manchado tras hacer
rodar el balón en el césped qatarí.
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