"LOS MERCENARIOS" DE FELIPE GONZÁLEZ
ANA PARDO DE VERA
Si algo sabemos de la ley de Secretos Oficiales de 1968, ley franquista por tanto, es que nos está hurtando información sobre dos cuestiones de Estado trascendentales para saber de dónde venimos y, sobre todo, adónde no tenemos que ir: el golpe de Estado del 23-F y los crímenes del terrorismo de Estado a manos de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), equipos parapoliciales que practicaron la guerra sucia contra ETA con agentes y fondos reservados del Estado (tu dinero y el mío) organizados por el Gobierno de Felipe González y con la complicidad de Juan Carlos I. Sobre este último punto, que a nadie debería extrañar a estas alturas, damos cumplida cuenta con datos y hechos en La armadura del rey (Roca Editorial, en castellano, y Ara Llibres, en catalán).
La investigación
rigurosa desde todos los ámbitos que concurrieron en este crimen contra la
democracia y muchas vidas, la investigación sobre los GAL, ha sido reivindicada
en numerosas ocasiones como una cuestión pendiente en un democracia que se dice
completa pero que adolece de una parálisis con cuestiones que afectan a su
misma estructura: sus instituciones. Los crímenes perpetrados desde los
aparatos del Estado, desde su Jefatura monárquica, sus fuerzas y cuerpos de
seguridad, sus cloacas como compendio de todo ello... esos crímenes no han
tenido la consideración que merecen, con ejecuciones mucho más graves y
traumáticas que la de otros criminales.
El Estado, sus
agentes, es el único que tiene legitimado el uso de la fuerza para reprimir
situaciones que puedan poner en peligro la seguridad de los ciudadanos cuando
no existe otro medio de garantizar la paz pública. Extralimitarse, abusar,
utilizar ese empleo de la fuerza con objetivo de dominio, censura, venganza,
control político, mediático o de cualquier otro tipo en lugar de los cauces
democráticos establecidos -incluido el básico respeto a los derechos humanos-
invalida inmediatamente la actuación del Estado de derecho como tal, sean el
control de una manifestación o la lucha antiterrorista contra ETA, la que viene
al caso.
Este viernes se
presenta en Madrid el manifiesto Pido saber la verdad sobre los GAL
(#pidosaberlaverdadsobrelosgal) El drama de los familiares de víctimas y de las
víctimas del terrorismo de Estado en España -las que pueden contarlo- da un
paso más en un momento importante donde la memoria histórica parece ir ganando
la preocupación que merece ante la opinión pública, a pesar de la virulencia de
sus detractores de ultraderecha. O por ellos. Como esta plumilla recordaba en el
artículo de esta semana La (des)memoria de Su Majestad, los hechos del pasado
no son compartimentos estancos, sino que construyen un relato continuado cuyo
objetivo es rellenar lagunas y mantener la rigurosidad de la Historia con las
mejores y más honestas fuentes. Sin duda, éstas molestarán a unos y a otras,
pero la ausencia de agujeros negros interesados es decisivo para el avance
democrático de los países.
Dominio Público -
La (des)memoria de Su Majestad
El manifiesto
#pidosaberlaverdadsobrelosgal, al que tienen acceso en Público y que está
apoyado por personalidades destacadas de todos los ámbitos, parte de los
documentos desclasificados de la CIA, la agencia de inteligencia estadounidense
cuya legislación le impide secuestrar los archivos eternamente, como sí ocurre
en España. "[Felipe] González ha acordado la creación de un grupo de
mercenarios para combatir fuera de la ley a terroristas". Nada más. Y nada
menos.
El texto respaldado
por quienes solo buscamos justicia, memoria y reparación impacta por su
ausencia de dramatismo pese al dolor y la marginación que han sufrido estas
víctimas del Estado sin derecho. Tanto tiempo después. No hay afán de venganza,
solo deseo de una justicia que apela a los tratados internacionales y que
supone una vergüenza más en el historial de nuestra maltratada memoria como
país. ¿Son víctimas de segunda las que tienen a las instituciones, al Estado,
como perpetradores de los crímenes? ¿De quiénes podemos esperar más
transparencia, legalidad y ejemplaridad si no es de gobiernos, tribunales y
parlamentos que están llamados a protegernos?
No hay afán de
revancha, insisto, y es probable que algunos delitos hayan prescrito. Sea así o
no, el reconocimiento y la verdad sobre estas víctimas dejadas de lado durante
40 años serán la reparación que las devuelva a la primera fila de nuestra
memoria democrática. Es una obligación política y moral.
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