SE DERRITE ESPAÑA
La
protesta de la derecha nacionalista española en la plaza de Colón contra los
indultos transcurre bajo un sol de justicia, y se enfrenta a problemas técnicos
y a sí misma
ELENA DE SUS
Son las once y media de la mañana del domingo 13 de junio en Madrid. El cielo está despejado y el sol pega fuerte, esto es importante. Llegamos a la plaza de Colón por la calle Génova. Queda media hora para el inicio de la concentración contra el posible indulto de los políticos presos por el procés catalán. La calle todavía no está cortada y pasan algunos vehículos, lo que provoca la irritación de mis compañeros de marcha, portadores de banderas de España. “¡En Barcelona esto estaría cortado desde las 7!”, exclama alguien. “Si no, lo cortamos nosotros y a tomar por culo” tercia otro.
La protesta ha sido
convocada por la plataforma Unión 78, cuya cara más visible es Rosa Díez y en
cuyo listado de apoyos figuran los nombres habituales del nacionalismo español:
María San Gil, Fernando Savater, Félix de Azúa, Albert Boadella, Elvira Roca
Barea. La concentración cuenta con el apoyo del PP, Ciudadanos y Vox. Sus
líderes se dejan ver en la plaza, aunque, a diferencia de la protesta contra
una posible mesa de negociación con la Generalitat, que se produjo en el mismo
lugar en 2019, organizada por el PP y Ciudadanos, hoy va cada uno por su lado y
su presencia es más discreta. Los populares recogen firmas contra los indultos,
pero alejados del centro de la convocatoria, a la altura del metro Rubén Darío.
No se repite la “foto de Colón”.
Llegamos a la plaza
y no tarda en estallar un pequeño conflicto. El recinto central está vallado y
controlado por voluntarios de la organización, que informan, entre algunos
abucheos, de que el aforo está completo, y recuerdan la distancia de seguridad.
“Pero si estamos amontonados fuera”, les replican, con razón. “¡Esto será cosa
del Gobierno!” exclama indignada una mujer en edad de jubilación. “Ya, claro, y
cuando se manifiestan las feministas no pasa nada”, murmura otra señora mayor
en otra escaramuza. Las pequeñas discusiones por la cuestión del aforo van a
ser constantes, teniendo en cuenta, además, que afuera no hay sitio para
sentarse y la sombra es escasa.
Una de las personas
a las que se les niega la entrada a la zona interior es la vicealcaldesa de
Madrid, Begoña Villacís, que les explica a los voluntarios que solo necesita
que entren dos personas, Inés y ella. Mientras Villacís discute, teléfono en la
oreja, se produce una pequeña avalancha, finalmente abortada por la Policía.
La Policía
Nacional, a través de la Delegación de Gobierno, contabiliza unas 25.000
personas. La Policía local habla de 126.000.
Más allá de la
rojigualda omnipresente, se ven más símbolos de Vox que del PP en las zonas
centrales, y hay algunas cruces de Borgoña, simbología militar, un par de
banderas con el texto “viva la unidad de España”, con los caracteres utilizados
por los falangistas, y aparece también la bandera nacional de la época
franquista. Esta última, sin embargo, genera muestras de rechazo en parte de la
concurrencia. Un hombre pequeño que la enarbola es abucheado al pronunciar un
discurso que no logro escuchar. “¡No nos representa!”, le grita un joven. Más
adelante, al verlo pasar, dos mujeres lo miran y murmuran: “Hombre, esto
tampoco”. En otra ocasión, un manifestante emite una diatriba homófoba contra
el ministro Grande Marlaska, que es observada con incomodidad por su entorno
próximo. “A ver si se va ya”, le dice una mujer a otra.
Más allá de la
rojigualda omnipresente, se ven más símbolos de Vox que del PP en las zonas
centrales, y hay cierta profusión de cruces de Borgoña, simbología militar
La plaza de Colón
está ubicada en la parte norte del centro de Madrid, muy próxima a la emblemática
sede del Partido Popular en la calle Génova. Uno de sus lados da a la calle
Serrano, famosa por sus tiendas de lujo. En Serrano se puede adquirir, por
ejemplo, un Luisvi.
La plaza contiene
algunos árboles, pero, sobre todo, un extraño cúmulo de monumentos. Los
principales son, por orden de aparición: una escultura de Cristóbal Colón de
finales del siglo XIX, un conjunto de hormigón dedicado al enaltecimiento de la
conquista de América, que data de los años 70, un mástil que porta una bandera
de España de 294 metros cuadrados, colocada en 2001 en sustitución de otra más
discreta, y una enorme cabeza blanca de una niña con los ojos cerrados,
instalada en la época de Carmena, y que según su autor “introduce ternura en el
espacio público”.
Suena por megafonía
El imperio contraataca, de los Nikis, una divertida canción ochentera cuyo
estribillo dice “seremos de nuevo un imperio”, pero que incluye frases como
“los McDonalds están de vacas flacas, ha vencido la tortilla de patata”.
Aquellos que no
pueden acceder a la zona central se apiñan más en la esquina de Serrano donde
se sitúa la tienda de Loewe, que es la parte más fresca y con algo de sombra, y
está relativamente cerca del escenario.
La lectura del
manifiesto se retrasa aproximadamente una hora debido a problemas técnicos de
sonido. Ante esta información, escucho a dos señoras, en puntos distintos de la
plaza, plantear la misma hipótesis: “Sabotaje”. “Pues ahora ya, que pasen el
manifiesto a la prensa y punto, a la gente mayor le va a dar una lipotimia
aquí”, comenta un señor que dice llevar en Colón desde las diez de la mañana.
El Samur, que había
instalado un puesto de atención en una esquina de la plaza, informa en Twitter
de que ha atendido a 36 personas, la mayoría por el calor, de las cuales dos
han tenido que ser hospitalizadas.
Finalmente, la
cuestión del sonido se resuelve. Interviene, en primer lugar, el escritor
Andrés Trapiello, que reivindica una supuesta transversalidad política de los
aquí presentes y cita una frase de Antonio Machado que anima a desconfiar de
quienes se sienten más representados por su región que por España, pues son
“españoles incompletos”. A continuación, Yeray Mellado da un pequeño discurso
dirigido al target joven (diría que minoritario en esta concentración), y por
último, toma la palabra Rosa Díez. La expresidenta de UPyD denuncia que Pedro
Sánchez está dispuesto a todo con tal de ganar las elecciones, y es deber de
los “españoles de bien” pararle los pies.
La declaración del
día la había hecho Isabel Díaz Ayuso, en la puerta de la sede del PP en Génova
En realidad, la
declaración del día la había hecho Isabel Díaz Ayuso, en la puerta de la sede
del PP en Génova. Ayuso hizo la siguiente reflexión ante los medios de
comunicación: “¿Qué va a hacer el rey? ¿Va a firmar los indultos? Lo van a
hacer cómplice”. De esta forma, la presidenta madrileña sugiere que el monarca
puede negarse a aceptar la decisión del Gobierno, algo insólito. En Colón, un
hombre porta una pancarta con el lema “Majestad, no firme”. “Muy bien esa
pancarta, me gusta”, le felicita otro manifestante, “pero Letizio va a firmar”,
añade con melancolía.
Se produce un
minuto de silencio por las víctimas del covid, suena el himno nacional. La
concentración se disuelve al ritmo de los Nikis. Me cruzo con dos señoras sin
mascarilla que llevan un cartel que dice “Médicos por la verdad”. Se trata de
un grupo negacionista. Llegan varias personas con banderas del Partido
Nacionalista Cubano, se acercan a ellas y les empiezan a hablar de los “médicos
cubanos esclavizados”. Deciden hacerse una foto juntos. Tras reflexionar unos
segundos, me voy al metro
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