EL VERDADERO PELIGRO DE LA INFLACIÓN
QUE SE AVECINA
JUAN TORRES LÓPEZ
Surtidores de una gasolinera de Repsol, en una imagen de archivo. /
REUTERS
Los hechos no dejan lugar a dudas: los precios están subiendo en todas las economías y, en algunos casos, muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia. En Estados Unidos, la tasa de variación anual ha sido del 5% en mayo pasado, cuando el objetivo de la Reserva Federal es del 2%; en Europa, la subida anual es mucho menor, del 2%, pero iguala ya el máximo establecido por el Banco Central Europeo. En España, ha sido del 2,7%, pero si se contemplan las subidas en algunos sectores o bienes y servicios concretos, es muchísimo mayor: la gasolina de 95 octanos ha subido un 23% en el último año, el transporte en general un 9,4%, el conjunto de electricidad, gas y otros combustibles un 25,5%, los servicios Covid-19 un 6,9% y la vivienda un 10,4%.
Sobre las causas
inmediatas de esta subida no hay gran discusión entre los economistas porque
están bastante claras:
- Los
confinamientos provocaron una gran caída de la demanda en muchos sectores y,
por tanto, de los precios. Eso hizo que los índices generales que sirven de
base de referencia bajaran, de modo que la recuperación ha provocado
lógicamente un repunte inevitable, no demasiado preocupante mientras si solo
significa una vuelta a la normalidad de los intercambios.
- Las medidas
contra la Covid-19 también dieron lugar a cierres de la producción en muchas
actividades de producción y distribución que han ocasionado cuellos de botella
en las redes de suministro. Eso provoca escasez de muchas materias primas y
productos que igualmente ocasiona subidas de precios muy elevadas: la madera ha
llegado a subir casi un 400%, los fletes marítimos un 300%, la gasolina un 197%
y el petróleo un 147%, el aluminio el 99%, el estaño el 89%, el cobre el 80%,
la colza el 72%, el maíz el 64%, el platino el 66%, el algodón el 50%... y así
muchos otros.
Los cuellos de
botella incluso se están dando en los mercados laborales. Muchas empresas,
sobre todo las que utilizan empleo de bajo salario, indican que encuentran
dificultades para disponer de trabajadores, bien porque requieren nuevas
cualificaciones al haberse reinventado, bien porque los subsidios y ayudas se
mantienen tan generosos que no compensa el empleo de muy bajo salario.
- Finalmente, todo
eso se ha producido cuando la vuelta a la normalidad ha estado acompañada de un
gran incremento de gasto por parte de los gobiernos y de un ahorro acumulado
extraordinario que, al comenzar a gastarse, impulsa fuertemente la demanda.
Sin embargo, sí que
hay un fuerte debate sobre la posibilidad de que estas subidas se consoliden,
iniciando un proceso inflacionario generalizado en todas las economías que
obligara a tomar medidas excepcionales.
Esta tesis es la
que mantienen en Estados Unidos quienes consideran que los programas de gasto
de la administración Biden están siendo excesivos y que producen un
sobrecalentamiento de la economía que inevitablemente va a desencadenar una fuerte
inflación. Entre sus defensores no solo están los economistas más conservadores
y vinculados al Partido Republicano sino otros como Larry Summers y Olivier
Blanchard que, curiosamente, justo antes de la pandemia mantenían que la
economía de Estados Unidos sufría un "estancamiento secular" por
escasez de demanda.
La mayoría de los
dirigentes de los grandes bancos centrales coinciden en reconocer que se está
produciendo un brote inflacionario pero que es de carácter temporal, de modo
que no hay necesidad de tomar, por ahora, medidas contundentes para tratar de
frenarlo. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ha dicho
repetidamente en las últimas semanas que está concentrado en volver al pleno
empleo y que no se dejará influir por aumentos temporales de la inflación. El
gobernador del Banco de Inglaterra ha dicho que observa la inflación "con
mucho cuidado" pero sin preocuparse. Diversos responsables del Banco
Central Europeo han reiterado más o menos lo mismo, que las subidas de precios
no se prolongarán en el tiempo y que en la zona euro no hay riesgo de
sobrecalentamiento.
Es lógico que los
banqueros centrales digan eso porque saben perfectamente que una de las causas
que siempre tiene la inflación es que haya expectativas de que va a producirse.
Por eso, y aunque sepan que puede ocurrir lo contrario, nunca van a reconocerlo
de antemano. De hecho, la historia económica nos enseña que los procesos
inflacionarios se desencadenan siempre sin previo aviso y cuando todo el mundo
se empeñaba en decir que no iban a producirse.
Como yo no tengo
esa obligación, mantengo una opinión menos optimista sobre lo que puede ocurrir
con las subidas de precios que ya han empezado a darse. No creo que vayan a ser
tan temporales como se dice, creo que pueden extenderse al conjunto de la
economía y, sobre todo, me preocupa que los bancos centrales utilicen, cuando
esto se produzca, un remedio que sea peor que la enfermedad.
Las principales
razones que me llevan a pensar que la inflación puede llegar para quedarse
durante algunos largos años son las siguientes:
- Los cuellos de
botella y los problemas de oferta que provocan subida de precios no están
ocasionados solamente por la pandemia. Con anterioridad, se había comenzado a
manifestar una crisis industrial en casi todo el mundo que se manifestaba en la
caída de la tasa de beneficio y de producción en sectores estratégicos. La
pandemia no la ha resuelto y lo que nos vamos a encontrar, cuando volvamos
enteramente a la normalidad, es un recrudecimiento de esa crisis previa.
- Las mencionadas
subidas de precios en las materias primas y en muchos productos básicos para la
producción de casi todos los bienes y servicios tampoco tiene que ver
exclusivamente con factores coyunturales, sino con la endémica falta de competencia
en los mercados capitalistas. El caso del transporte marítimo que tanto influye
en el aprovisionamiento y los costes es claro: siete de los grandes armadores
de contenedores controlan el 75% del mercado y tres alianzas el 80% del
transporte marítimo. Y más o menos lo mismo ocurre en otros sectores cruciales:
dos empresas controlan el 75% del comercio mundial de granos y cuatro el 80%
del comercio mundial de alimentos o el 95 por ciento del mercado mundial de
semillas comerciales, por poner solo algún ejemplo.
- Las subidas de
precios no se están produciendo solo porque suban los costes sino como una
estrategia de muchas empresas para recuperar la rentabilidad perdida en un
contexto de expansión de la demanda.
- La globalización
que había permitido deslocalizar el empleo hacia los países con salarios muy
bajos, disminuyendo así el poder de negociación de los trabajadores, está en
crisis y no va a volver a producirse, al menos, con tanta facilidad como antes.
Será más fácil, pues, que haya subidas de salarios que presionen sobre los
precios.
- China ha cambiado
su modelo productivo y está comenzando a centrar el impulso de su economía en
el mercado interno más que en las exportaciones y esto le obliga a acaparar un
suministro de materias primas y bienes intermedios que antes fluía a la
economía internacional, tensionando así sus precios de forma permanente.
- La pandemia, la
desarticulación sectorial que se produce y otros factores diversos pueden
frenar la productividad durante bastante tiempo y eso presionará también al
alza los precios.
- La transición
ecológica es inevitable y también lo es que vaya acompañada de subidas de
precios porque implica costes de producción y distribución más elevados.
- Sabemos por
experiencia que la inflación se autoalimenta así que puede bastar con que las
subidas de precios se produzcan durante unos meses para que se disparen durante
mucho un periodo mucho más prolongado.
En resumen, es
difícil saber qué va a pasar en los próximos meses o años con las subidas de
precios, pero lo cierto es que hay diversas circunstancias que permiten
sospechar que no van a ser tan circunstanciales como las autoridades monetarias
están obligadas a decir que serán para no provocarlas ellas mismas.
Lo importante,
sabiendo que las subidas de precios son inevitables tras una pandemia que
produce distorsiones en los mercados, es saber qué hacer si estas subidas son
algo más que puntuales, si aumentan sustancialmente y prolongan en el tiempo.
Lo que me preocupa
al respecto es que los bancos centrales y los economistas de opinión dominante
en general han mantenido hasta ahora tesis sobre los procesos inflacionarios
que se ha podido comprobar que estaban equivocadas.
Se ha demostrado,
por ejemplo, que es falso que haya que aumentar el desempleo y reducir el nivel
de actividad para frenar la inflación (esto se analiza aquí). Y, en concreto,
que para evitar que suban los precios hay que moderar las subidas salariales.
Para Estados Unidos se ha demostrado, por el contrario, que si la Reserva Federal
quiere mantener su objetivo de inflación lo que debe hacer es dejar que los
salarios reales crezcan más rápido que la productividad laboral durante algunos
años (se demuestra aquí).
También se ha
comprobado que es falsa la creencia que ha servido para diseñar y justificar
las políticas económicas de los últimos años. Se decía que las economías se
pueden estabilizar, simplemente controlando la inflación con una política
monetaria activa y con recortes de gasto. La realidad es que estas políticas ni
han evitado las crisis ni han estimulado la recuperación cuando estas se han
producido.
Por el contrario,
la pandemia ha terminado de demostrar que la política fiscal es fundamental
para evitar el colapso, no sólo garantizando la demanda y la actividad, sino creando
capital e impulsando y dando salida a la oferta cuando los mercados se
bloquean.
Por tanto, el mayor
peligro que puede producir la inflación que inevitablemente se avecina es que
los bancos centrales vuelvan a equivocarse tratando de hacerle frente
simplemente con subidas de tipos de interés, provocando más desempleo y
reduciendo la capacidad inversora de los gobiernos cuando las empresas no
tienen capacidad de generar el capital necesario para recuperar la producción.
En Estados Unidos
parece que lo tienen claro y no se van a dejar llevar de momento, por los
viejos errores. En Europa, la situación no está tan clara. Un documento
reciente de La Comisión Europea (aquí) reconoce y recomienda a los gobiernos
que den prioridad a las inversiones pero también plantea que deben comenzar a
abordarse reformas presupuestarias estructurales, en la misma línea de vuelta a
la austeridad que reclamó hace unos días en The Financial Times el antiguo
ministro de Finanzas alemán y actual presidente del Bundestag, Wolfgang
Schäuble: "La paz social de Europa requiere un retorno a la disciplina
fiscal" (aquí).
O los gobiernos y
los bancos centrales cambian y dejan a un lado los viejos dogmas que no han
funcionado y entienden que ahora las subidas de precios se producen por
problemas de oferta que requieren inversión pública, demanda sostenida y
empleo, o vamos a tener una vuelta a la normalidad que será más dura y costosa
que la propia pandemia.
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