LAS NUBES QUE NO TRAEN AGUA
DAVID BOLLERO
Hace unos meses informábamos de cómo países China había encendido las luces de alarma por el consumo eléctrico que supone la minería bitcoin. Con el uso masivo de lo que se ha venido llamando la nube, conocido también como el cloud (por su término inglés), no es el único que riesgo para el medio ambiente que entrañan las nuevas tecnologías. Los grandes centros de datos donde se albergan los servidores que crean esas nubes son grandes consumidores de agua para la refrigeración de los equipos informáticos, lo que ha hecho que en algunas regiones rechacen la construcción de estos centros. Son las nubes que no traen agua.
Hace poco más de un
mes el gobierno municipal de Arizona (EEUU) aprobaba la construcción de un
gigantesco centro de datos. El consumo de agua estimado de este centro para
refrigerar sus máquinas es de unos 4,7 millones de litros al día. Así que no
sorprende que la vicealcaldesa Jenn Duff mostrara abiertamente su preocupación,
criticando lo que a sus ojos es un "uso irresponsable del agua"… más
aún en una región de por sí árida en la que los últimos doce meses son los más
secos en 126 años.
Huelga decir que
Duff votó en contra de la construcción de esta infraestructura, sumándose a las cada vez más numerosas voces
críticas que, además de ver una amenaza para el medio ambiente, no puede
aferrarse a la creación de empleos para justificarlo, pues en general son
escasos.
El problema aparece
cuando esta conciencia medioambiental choca con los nuevos hábitos de consumo
entre las personas. Las contrataciones de plataformas de televisión para ver
cine y series a la carta se han disparado en el último año y medio, igual que
el número de jugadores online o las videoconferencias por todo el globo. Todas
estas actividades requieren de grandes centros de datos de proveedores cloud,
con los bautizados como los hiperescaladores Amazon, Microsoft o Google a la
cabeza, que prestan estos servicios en la nube a terceros, como Netflix,
YouTube, etc.
Según un estudio de
Synergy Research Group, en 2020 estos hiperescaladores contaban con cerca de
600 centros de datos en todo el mundo, lo que supone el doble de los que había
en 2015. De todos ellos, prácticamente el 40% se encuentra en EEUU y Amazon,
Google, Microsoft e IBM representan más de la mitad, aunque otras compañías
como Oracle, Facebook o Alibaba también se están mostrando muy activos.
El problema no
radica únicamente en estos centros de datos de los hiperescaladores, también en
los de menores dimensiones que, a pesar de ello, terminan consumiendo más
recursos al albergar una infraestructura tecnológica muy heterogénea con
niveles de eficiencia muy dispares. Además, las perspectivas nos dibujan un
crecimiento sostenido, pues consultoras como Gartner prevén que el gasto
mundial en este tipo de infraestructuras crezca este año un 6% respecto a 2020,
alcanzando los 200.000 millones de dólares, con tasas de crecimiento entre 3-4%
para los siguientes tres años.
La ubicación de
este tipo de centros muchas veces se encuentra en regiones donde la energía es
más barata por su generación eólica o solar pero que, al mismo tiempo, se
enfrentan al problema de las sequías. ¿Por qué hace falta tanta agua? Sencillo:
para la refrigeración de los servidores que albergan estos centros que, por lo
general, se hacen enfriando el aire con agua, con el agravante de que cuando se
hace por evaporación –para consumir menos electricidad, que es más cara que el
agua- se dispara el consumo del líquido elemento.
Para centrar aún
más la problemática y acercarnos el problema a nuestro día a día, hace ya
algunos años que un estudio del Imperial College de Londres puso cifras al
asunto: Cada vez que se descarga un gigabyte de datos se gastan unos 200 litros
de agua. Y, apoyándonos en otro informe de DecisionData, el consumo medio de
datos en internet sólo en los hogares se ha multiplicado por 38 en la última
década (se ha pasado de 9 GB en 2010 a 344 GB en 2020), lo que hace que en muy
poco tiempo se alcance un consumo de datos por hogar de más de un terabyte al
mes.
En este contexto,
urge que los grandes centros de datos se autoimpongan compromisos de
sostenibilidad más exigentes. No sólo se trata de buscar el equilibrio entre su
ahorro en la factura de la luz, al reducir el uso de aire acondicionado y
apostar más por refrigeración por evaporación de agua, sino que además este
agua no sea potable. Y es que en muchas ocasiones al agua que se utiliza es
potable procedente de acuíferos, perjudicando gravemente a las comunidades
locales.
Estas instalaciones
deberían aumentar la reutilización del agua tratada, así como promover la
instalación de sistemas que puedan aprovechar las aguas residuales municipales
tratadas. Evidentemente, para poder desplegar estas estrategias se requiere
invertir en esos sistemas de tratamiento o bien que un tercero construya y
opere por él una planta adyacente de tratamiento de aguas residuales. Hay
alternativas para reducir significativamente el consumo de agua de los centros
de datos, pero mientras que las propietarias de estas infraestructuras no se
pongan manos a la obra o los legisladores no impongan su aplicación antes de
conceder nuevas licencias de construcción estaremos abocados a terminar con un
bien tan preciado y escaso como el agua, lo que nos condena a un futuro muy
oscuro.
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