LE SEGUÍAN LLAMANDO TRINIDAD
DAVID TORRES
Almeida, Casado y
Ayuso, este domingo en Colón.
Ayer domingo se cumplían cien años y un día del nacimiento de Luis García Berlanga y en la madrileña plaza de Colón aprovecharon para montarle un espontáneo homenaje que parecía un refrito de sus películas: estaban el marqués de Leguineche y su hijo Luis José; la condesa de Santagón y su mayordomo Goyo; Cerrillo, organizador de eventos y el padre Calvo, capellán a la carta, además de todo el amplio elenco de La escopeta nacional, Patrimonio nacional y Nacional III, una trilogía que hace mucho tiempo se independizó de su demiurgo para seguir produciendo secuelas por su cuenta. Estaban también las señoronas de Plácido, un tipo disfrazado de La vaquilla y el alcalde de Bienvenido, mister Marshall.
El argumento del
homenaje, por lo demás, no podía ser más berlanguiano, ya que consiste en tres
líderes que deciden juntarse un día para repetir una foto histórica y hacen
todo lo posible para que no se les vea juntos. Fue un verdadero alarde de
técnica cinematográfica quintaesenciado en un travelling improvisado de casi
dos horas de duración que rememoraba esos largos y complejos planos-secuencia
que parecen hechos sin querer, con montones de gente entrando y saliendo,
marcas milimétricas y diálogos de besugos ajustados al milímetro: el
virtuosismo con el que Berlanga demostró que era el vago más trabajador de la
historia del cine.
En efecto, hace dos
años y pico, Casado, Rivera y Abascal se pusieron tan cerca unos de otros en la
foto de Colón que casi no había forma de distinguir donde terminaba la derecha
y donde empezaba la ultraderecha. No era tanto una película de Berlanga como un
remake ideológico de Le llamaban Trinidad, aquella entrañable y polvorienta
comedia de hostias protagonizada por Terence Hill y Bud Spencer. La idea era
presentar a su electorado un frente unido, una España grande y libre, algo que
su electorado entendió tan bien que Casado perdió un montón de escaños a favor
de Abascal, Abascal acabó las últimas elecciones transformado en Rivera y
Rivera abandonó la política como un trasto viejo. Ahora, con Arrimadas
desplazada al papel secundario de tercer pie del gato, la cosa ha quedado en
una pelea tú a tú entre Casado y Abascal, citándose de lejos para ver cuál de
los dos es más Bud Spencer.
Casado hasta se afeitó
para no permitir más confusiones de las necesarias: la mayoría del público lo
entendió así, lo llamaron "traidor" y lo abuchearon con mucho cariño.
"Juntos pero no revueltos" podía haber sido el lema de la
manifestación del domingo contra los indultos, o también "que corra el
aire, que hace mucho calor y cae un sol de justicia". Sin embargo, la
misma gente que abroncaba a Casado, ovacionaba a Ayuso, dándole las gracias por
la libertad cervecera y por haber puesto en un brete al rey Felipe VI con la
obligación constitucional de firmar los indultos, si los hubiera o hubiese.
Casado hizo lo imposible para no coincidir con Abascal en la manifestación de
Colón, pero una de las ventajas de Madrid es que resulta casi imposible
tropezar con tu ex y tampoco Abascal tenía el menor interés en reeditar la
foto. Al final todo quedó en una secuela algo deslucida, Le seguían llamando
Trinidad, con guión de Berlanga y Azcona, quienes hicieron unas cuantas
películas con la paradójica idea de un montón de gente que se junta para
intentar no estar junta
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