EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
¿Qué análisis,
críticas, teorías, respuestas o incluso alternativas pueden oponerse a esta
realidad incierta en la que permanecemos?… ¿y? Ninguna, sólo escuchar ecos, a
lo sumo en ¿efecto acústico? algunas variantes, elaboradas con las
mejores/peores intenciones de saber que estamos librados al azar, que jamás ha
dejado de accionar en nuestras existencias, hoy más que nunca bajo el imperio
del Covid-19.
Hay un estallido de
sorderas, de cegueras endémicas, estamos atrapados en una catástrofe sin
precedentes, en una fuga hacia un desierto concreto y real, de lo que
denominábamos mundo... encierro, inclusiones, exclusiones, incertidumbre... y
“algo” brutal nos aguarda al final de este tiempo, sin tiempo, para bien o para
mal, bajo la sombra del temor, que ha tomado forma de envoltura. Y el desierto,
cual metáfora del espacio vacío, en que quizás se convierta la civilización
occidental, tan deseante de lo oriental en tiempos de colonización.
Estamos en
situación de sumo peligro de dejar de “ser” lo que alguna vez en calidad de
especie hemos sido, “mutando” a otra realidad. Presiento algo que se está
gestando a pesar de los ingentes intentos de gobiernos y estructuras condenadas
a la caída, en mantener todo como ha sido, una utopía de conquista, sangre y
muerte... ¡como duele saber que se negocia con la muerte! Al menos deberíamos
vislumbrar de qué tipo de espectáculo participamos, descubrir en la medida que
nuestro talento, intuición y coraje nos permita, saber hasta dónde llegarán los
corporativistas que incluso en presencia del Covid-19 pretenden imponer
criterio, avanzando en usurpaciones, expoliaciones y conquista de las mentes de
miles de millones de parias del “nuevo-viejo orden mundial”, cual espejismo del
desierto sin fronteras en que transcurren nuestros días.
Se instalan muros,
horarios fijos, contactos con barbijos en las prisiones cotidianas, escindidos
de la calidez de los cuerpos, encierros implacables que se replican en decenas
de perfiles, violentando intimidades devaluadas desde la distópica TV. La
palabra como medio de comunicación por contacto se ha eliminado, nos queda el
WhatsApp, deteriorando la lengua... todo acontece en la más penosa soledad. De
todos modos, nos queda el 911, no vaya a ser que, final abierto a la desmesura
del desierto, anula cualquier imagen de quién jamás lo ha visto, ni
experimentado en tránsitos de vida en naturaleza...
Sensación de
“orfandad” muy concreta se siente y percibe. Sensación de violencia se palpa y
es latente, por ejemplo, en Argentina, mi país, se percibe de manera clara la
falta de verdad, la ignorancia, la agresión, la justicia ausente, la desazón,
la contaminación real y metafórica, la eliminación de la libertad de expresión.
Se reprime y
silencia a los que piensan diferente y también a los que piensan… parece que la
consigna es “no pensar”, “ser leve”, “mentiroso”, “traidor” y “cobarde”, de la
mano del miedo, fiel compañero de una humanidad, que pareciera desea el retorno
de la represión... el miedo corona la vida espantosa de la ciudadanía, en su
iconografía política insensible a la resistencia.
Todo conduce al
nihilismo, al desarraigo, al exilio, a la anarquía, al estoicismo como forma y
acto de vida-sobrevida, en el desierto, insondable paisaje de imágenes
oníricas, de civilizaciones que han tenido cenit y nadir en sus laderas
sinuosas.
No idealizo
cambios, solo presiento. Y los presentimientos con bases sólidas operan como
aventadores de rutinas, prejuicios y miopías en planos generales del
pensamiento, poniendo en juego valores congelados en los escaparates de los
ideales perdidos. Hay responsables en primera fase, luego, nosotros deberíamos
hacernos cargo del porvenir, cual parias de un nuevo ciclo de vida en tiempos
de pandemia.
El miedo, sin dudas
el más inmenso y potente de los sentimientos, el más degradante y destructivo,
el que ha generado más desastres a lo largo de la historia de la humanidad: el
miedo... al que aludía Joyce en su Epistolario.
En el espacio de la
política, el miedo, no es propiedad de las dictaduras, sino parte de cualquier
relación de dominación, incluso de una democracia apolítica, imposible ¿no?…
saber articular el miedo, es un poderoso recurso del poder, donde la alegoría
no tendrá demasiado éxito.
La construcción de
la historia, escrita con “miedo”, desdibujará lo realmente acontecido y lo por
acontecer en el devenir de la humanidad; el “miedo” es la proyección de todas
las miserias que se prolongan a lo largo de siglos; el “miedo” en calidad de
deidad suprema anima los actos de los pueblos; el “miedo” hacia lo conocido, lo
desconocido, fuera de espacio y tiempo: una ficción; el “miedo”, que hace que
los peores dicten en nuestras vidas, bajo la consigna tautológica de
"orden y progreso", una exageración, un insulto a la inteligencia.
La vida en
Latinoamérica tan limitada en sus fines e ideales, solo sigue fórmulas ya
perimidas, huyendo de la confrontación de ideas; pareciera condenada a
políticas neocoloniales, de sumisión y entrega… destruyendo vidas y rutinas de
pueblos con “miedo”, sin coraje de arrojarse a la espontaneidad emergente que
nos ofrece el desierto.
No nos engañemos,
repensar, Argentina, Latinoamérica y porque no, el mundo, hoy, significa
establecer un diálogo con la “falsa modestia”, en fin, los pueblos, con su
“miedo” a cuestas, no aprenden a juzgarse ni tan ruda ni tan duramente, sólo su
cobardía… es “miedo” al “miedo”, los que llevan a las personas a entregar su
libertad, por un cautiverio en ¿seguridad?, con el Covid-19 acechando.
No nos convirtamos
en víctimas, fracasados, cobardes, en la economía de nuestros propios recursos
en acción y discursos, marcando el trayecto de una historia, la de nuestro
tiempo, que se debate entre utopías y derrotas, entre voces, silencio y
“miedo”, diciéndole adiós al iluminismo y al positivismo... bienvenido el
neo-existencialismo.
La unidad social no
se mantiene y crece por mucha libertad que haya si falta el conocimiento de su
verdad, y tampoco por mucho que se proclame y se enseñe su verdad si falta la
libertad.
Siempre los
fabuladores politicastros, mascotas de macroempresarios analógicos, pueden
negar lo que está vivo, basta con esperar algunos siglos para que la razón nos
asista. Cuando se niega la vida, basta esperar, la muerte llega a tiempo,
siempre… de la mano del Covid_19... y el día después, si realmente llega ese
día, del final de la pandemia, sin dudas el mundo será otro, la humanidad,
quizás habrá modificado su sentir y pensar.
Sin dudas los datos
de la vida social en relación serán otros. Sin dudas los explotadores
neoliberales pelearán en todos los frentes, para intentar mantener privilegios
adquiridos en ritos satánicos metaforizados, pero todo se desmorona, poco a
poco, según se suceden los días de cuarentena... está finalizando un ciclo de
la historia de la humanidad esclava... quizás algún intento de reconstrucción
de lo que pudo haber sido... omnipotencia de la razón, en tiempo donde lo
irracional proyecta el novedoso estadio de ser y estar.
Desde “un paraje
llamado realidad”, siempre rebelde, les manifiesto a los mercaderes de la
pobreza y la miseria, que no se sojuzga y reprime a un pueblo con hambre, no se
asesina por la espalda contando el haber, la indiferencia y la mentira, pues,
como dice José Larralde: “Nadie habrá de ir más allá del cementerio”.
(*) Filósofo y
poeta
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