EL PSOE, BORRELL, EL BREXIT
Y CATALUNYA
POR DOMINGO SANZ
Es lo que tiene la
libertad. Borrell quiere convencer de algo a cientos de millones de europeos y
solo consigue lo contrario.
Si ayer por la
mañana no hubiera escuchado a Borrell hacer una de sus comparaciones más
simplistas, no me habría puesto a escribir esto. Se le debo al ministro, que
dijo lo siguiente:
“Creo que hay que
evitar cronificar el problema, que eso se convierta en el ‘brexit’ que nunca se
acabó y que sigamos discutiendo y discutiendo. Lo que no puede ser es que pase
como con la declaración de independencia en Cataluña, que se proclama y luego
se suspenden sus efectos“.
Me gustaría
preguntarle al ministro que tendrá que ver un Cameron, capaz de asumir el reto
del derecho a decidir en Escocia, con cualquiera de los presidentes que ha
tenido España, cuya actitud al respecto sobre Catalunya es tan distinta.
Y también debería
explicar Borrell en que se parecen el comportamiento de la Unión Europea con
UK, que lo que está haciendo es ponerle precio al Brexit, y el del gobierno de
España con Catalunya. Ya quisieran, muchos más de dos millones de catalanes, y
de otros españoles no tan abanderados pero que tampoco ocultan dinero en los
paraísos, que primero se calcularan los costes de una potencial independencia,
y después se convocara un referéndum pactado. Incluso en toda España, porqué
no.
Y ya que lo hemos
dicho, podría enfocarse el conflicto por esta vía, tan racional y alejada de
las emociones. ¿No era esto lo que se les criticaba a los catalanes movilizados
por sus líderes independentistas?
Pero claro, es lo
que tiene la libertad. Borrell quiere convencer de algo a cientos de millones
de europeos y solo consigue lo contrario. Por la misma regla de tres,
presumimos durante 40 años de “transición ejemplar”, “democracia consolidada” y
“separación de poderes”, y de repente regresa con fuerza ese partido franquista
en el que usted está pensando ahora mismo.
En la misma TV del
debate con Eva Granados que diré, aparece ahora Blas Piñar, de Fuerza Nueva, en
uno de sus mítines y, al escucharlo, cuánto me suena su retórica a las de
Abascal y Casado. Ha salido en un programa dedicado al gran periodista Xavier
Vinader, denunciador de los GAL. Esperaré sentado a que aparezca también en
alguna TV estatal, pública o privada.
Y el mismo Borrell
en Europa mintiendo como un bellaco, perdón, como su antecesor Dastis, diciendo
que muchas de las imágenes de la represión policial contra votantes del 1 de
octubre de 2017 eran falsas, y que solo hubo dos ingresos hospitalarios. Hasta
Eva Granados, segunda del PSC y que estoy viendo en directo por TV, ha tenido
que recordar que su partido había manifestado en muchas ocasiones que la
actuación de la policía había sido excesiva. Y, en el mismo debate, el tertuliano
Puig se pregunta en voz alta, “¿y qué, si algunas imágenes de las que ahora
circulan por las redes no son ciertas? ¿Acaso no sucedió la guerra civil
española porque la foto de Capa, la del guerrillero, fuera un montaje, o dejo
de existir la Segunda Guerra Mundial porque fuera falsa aquella de los soldados
americanos clavando la bandera?
Pero no solo
Borrell piensa en Europa cuando habla de qué hacer y qué no hacer con
Catalunya.
Por si no fuera
suficiente política ficción que el Parlamento de Extremadura aprobara la
aplicación del 155 en Catalunya con los votos a favor del PSOE, llega el señor
Fernández Vara, presidente de esa misma Junta y del PSOE, y publica el
siguiente twit:
“La posición del
PSOE en Extremadura es muy clara. Aplicar el 155 si se dan las circunstancias,
que en estos momentos no se dan. Porque si se hiciera sin razones los
tribunales europeos podrían rechazarlo y sería muy grave”.
Es difícil no
avergonzarse de que Fernández Vara solo esté pensando en Europa como amenaza
para negar/justificar una decisión que había apoyado 24 horas antes y, al mismo
tiempo, no celebrar su sinceridad, quizás inconsciente, que nos informa de la
escala de valores que guía sus acciones.
¿Como es posible
que los socialistas olviden tan fácilmente que pedir firmas contra el Estatut
de Catalunya, o boicotear productos catalanes, fueron algunas de las
iniciativas que más multiplicaron la fuerza del independentismo?
Que no se extrañen
los extremeños que, desde el sábado pasado, circulen por las redes comparaciones
tan ciertas como las que se deducen de estos números:
Com. Autónoma Extremadura Catalunya
Población en 1900 882.400 1.054.541
Población actual 1.070.586 7.543.825
PIB per cápita 16.028 29.936
Puesto PIB ranking
España 15 1
Y tras otras
cuantas comparaciones, tan molestas para los extremeños como avaladas por la
verdad incontestable de los números, añaden al final:
“Y con todos estos
datos piden el 155 para Catalunya… Lo que deberían hacer es pedírselo para
ellos mismos”.
Las posibilidades
de que en las próximas elecciones le ocurra al PSOE de Extremadura lo mismo que
al de Andalucía tiene mucho que ver con que, para seguir alimentando la presión
desde dentro contra Pedro Sánchez, confluyan sin complejos con los de Casado,
Rivera y Abascal.
Hay que reconocer
que vivimos un momento político absolutamente descarnado.
Buscando
comparaciones fáciles, por qué no pensar que quienes se parecen un poco son los
británicos y los catalanes. En este caso, el españolismo no debería preocuparse
tanto. No podemos dejar de recordar que con la Diada de cada 11 de septiembre
celebran una derrota histórica. Y más cuando leemos a un experto como Antony
Beevor decir:
“Los británicos
sienten fascinación por el fracaso, siempre loan los desastres más que las
victorias para subrayar la valentía en la defensa olvidando los errores en el
ataque”.
O quizás nos está
pasando que ha vuelto a sonar el reloj inexorable de la historia, y que, si
este país perdió Cuba en 1898 y el Sáhara un cuarto de siglo después, no es tan
descabellado pensar que en la tercera década del siglo XXI el territorio
llamado España termine sufriendo un nuevo recorte.
Ni negociar ni la
libertad, las pautas que sí garantizan futuros de colaboración y progreso
porque vinculan a las partes de manera responsable, han sido los principios que
han guiado mayormente el comportamiento de las élites españolas. Siempre han
elegido dirimir en los campos de batalla, sean militares o judiciales.
Así nos va.
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