DUNIA SÁNCHEZ
Me gustaría saber
de ti. No sé si hice bien en marcharme y dejarte ahí, en la penumbra de la
respiración, en los tiroteos y bombardeos cuando la sombra de la luna se
esconde a cambio de la muerte, de la sangre incesante derramada. Me llegan
noticias confusas, con motas de una esperanza que se pierde, eclipsada por la
tontería humana. Yo aquí detrás de la
alambrada. Tu protegiéndote de esa batalla que no termina. Me da pena, ya eres
muy mayor, que no sientas la luz de la felicidad en tus ojos. Sé que aun vives,
es un presentimiento que tengo madre. Por ello, te escribo y escribo, no me
canso. Algún tendrán que abrir estas puertas del miedo y caminaremos sobre
calles silenciosas, sobre calles bulliciosas de viveza, sobre calles donde
niños juegan con normalidad sin el temor a ser asesinados. Aquí al menos no
tememos eso. Solo , pequeños altercados ante el infortunio, ante las rotas
ilusiones. Estamos solos, muy solos. Eso me produce cierto amargor, cierto
dolor incesante que atraviesa mi estómago, mi corazón ¿Dónde estará el corazón
de los que nos rechazan? Sí, marginados en las esferas de la frialdad. Te dejo
madre, voy a dormir con mi pequeño. Sí, ya lo llamo mí pequeño. Ay, qué injusta
es la vida. No comprendo, no cruza mi entendimiento esto que está sucediendo
¡Por qué¡, me pregunto y no llego …no llego madre. Mañana intentaremos formar una escuela en
alguna zona de este refugio penoso, doloroso. Entretener a los niños , a las
niñas es nuestra función, con cualquier enseñanza. Una enseñanza libre para que
aprendan, para que sean valientes, para que sepan luchar ante las inclemencias
de esta vida. Hasta luego madre, no sé qué destino tendrán estas palabras que
escribo pero de seguro y te repito que te llegarán cuando la calma sea claridad
en las entrañas de los demoniacos guerreros del mal. Llegará la paz, no hay
otro camino. Se darán cuenta de la estupidez humana en ser hijos de la matanza,
de la autodestrucción ya sea por el motivo que sea.
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