CHILE. ME PROCLAMO REY
DE LA PATAGONIA
POR LUIS CASADO, POLITIKA
Ya puesto y
aprovechando el impulso, me declaro Duque de Bourgogne, Príncipe de Benevento
(Campania), señor de Misy-sur-Yonne y barón de Blennes. Mis cartas de visita me
costarán lo suyo, pero confiesa que mi nombre y mis títulos en ribetes dorados
impresionarán a los incautos: todo está en épater le bourgeois. No soy ni el
primero, […]
Ya puesto y
aprovechando el impulso, me declaro Duque de Bourgogne, Príncipe de Benevento
(Campania), señor de Misy-sur-Yonne y barón de Blennes. Mis cartas de visita me
costarán lo suyo, pero confiesa que mi nombre y mis títulos en ribetes dorados
impresionarán a los incautos: todo está en épater le bourgeois.
No soy ni el
primero, ni seré el último de los aventureros que –perdido por perdido– me la
juego toda al cacho, a la brisca rematada, a la payaya –que en mexicanas
tierras llaman Matatenas visto que el nombre deriva del náhuatl matatena:
llenar de piedras–, o refrescando lejanos y felices recuerdos, a la Generala
que practiqué cuando niño en Achao, pueblo chilote del cual mi abuelo fue
Alcalde.
No excluyo recibir
el reconocimiento de algún boludo foráneo, de preferencia rubio, lo que
permitiría revestir de alguna legitimidad mis razonables pretensiones (un
extranjero rubio es un weón privilegiado en Chile… como en el cuento de la
Malinche).
Después de todo mi
compatriota Orélie Antoine de Tounens, nacido en Chourgnac el 12 de mayo de
1825 y fallecido en Tourtoirac el 17 de septiembre de 1878, procurador de
primera instancia de Périgueux, decidió ante sí –es decir por cojones– que las
regiones de La Araucanía y la Patagonia no necesitaban depender de ningún
Estado, y se proclamó, sin sospechar que sería mi eminente predecesor, Rey de
La Araucanía allá por el año 1860.
Antoine de Tounens,
Rey de La Araucanía, fue arrestado el 5 de enero de 1862 por las autoridades
chilenas, encarcelado y declarado loco por un juicio del tribunal de Santiago
del 2 de septiembre de 1862 (Tatán lo hubiese reconocido…).
Pusilanimidad
chilensis, falta de espíritu de iniciativa, o respeto de la entonces gran
potencia gala, el Rey de La Araucanía no fue guillotinado, sino expulsado a
Francia el 28 de octubre de 1862 lo que es de lamentar.
Sobre todo porque
después de Charles 1º Suart, Rey de Inglaterra, de Escocia y de Irlanda,
decapitado por un hacha en Londres el 30 de enero de 1649, y de Louis XVI, Rey
de Francia y de Navarra, ‘recortado’ –como se decía entonces– a la guillotina
en la Plaza de la Revolución de París el 21 de enero de 1793, confiesa que
hubiese sido todo un detalle enriquecer la Historia de Chile y América con la
inmolación de un auténtico Rey vernáculo.
Para no mencionar
las ganancias que hubiese procurado el cobro de entradas para ver el
espectáculo organizado por una ‘productora’ en el escenario del Festival de
Viña, y la venta de souvenirs en forma de pequeñas hachitas o minúsculas
guillotinas, camisetas portando la mención Chile all ways surprising, botellas
de Pisco etiquetadas “Mortal” (después de todo ya existen las cervezas Tête de
mort y Cubanisto), llaveritos sangrando un Copihue y paquetitos de yerba mate
en plan “Con esta sí te vuelas”.
El suministro del
hacha, o de la guillotina, facturada diez veces el precio, financiada por medio
de una colaboración público-privada, nos hubiese permitido ganarle el quien
vive a Margaret Thatcher, a Tony Blair y a Ricardo Lagos.
No se crea que mi
iniciativa, la de autoproclamarme Rey de La Araucanía y el resto, fue inspirada
por un tal Juan Guaidós, un tipo sin capacidad de innovación ni ambiciones de
grandeza: mira que pretender ponerse a la cabeza de un país que los EEUU no
quisieran ni de regalo. Lo que les interesa es el petróleo, el país puede irse
a la mierda.
Mi sueño monárquico
está enraizado en mi niñez, durante la cual frecuenté la Corte de innumerables
soberanos: El Rey del Pescado Frito, El Rey del Mote con Huesillos, El Rey del
Pebre Cuchareado, El Rey de las Patitas de Chancho con Ají y aun otros, sin olvidar
que más de alguna contrincante en plan cómeme perro me obligó a pasearme hasta
altas horas de la noche por La Reina.
Sabido es que obras
son amores y no buenas razones, de modo que ahí voy. Lo único que me falta para
llevar adelante mi osada aventura es contactarme con el Imperio. Hoy por la
tarde tenga previsto llamar a Tatán, o en su defecto a la Chole y al Gute.
Ese es el camino.
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