MALAMENTE
JUAN CLAUDIO ACINAS
Una noticia se extiende como la pólvora que arde por los medios
de distracción: “Entre 1.210 y 1.460 personas mueren al año en España a causa
de las pseudoterapias, según una estimación de la Asociación para Proteger al
Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP) recogida en su primer informe
sobre la mortalidad causada por prácticas sanitarias acientíficas”.
¿Será todo eso
cierto? Si en ayunas te tomas un poco de agua tibia, con medio limón y un poco
de jengibre, ¿te puedes quedar tieso? Y si echas mano a un poco de árnica para
la inflamación del gemelo, ¿también? Uff. Vaya rollo. Sobre todo si además
aumentamos la suma tras preguntamos ¿cuántas personas mueren al año en España a
causa de las terapias fetén, las científicas-científicas? Porque, a ver, que
levante la mano quien no conozca un caso, ni uno, donde el remedio no haya sido
peor que la enfermedad o no haya habido visiones contrapuestas o dispares.
Por otra parte, sabemos
de sobra que las ideas e ideologías tienen consecuencias, ¿o no? Semejan
brújulas mentales que dirigen nuestra conducta en la realidad del día a día. Son
algo así como palancas para la acción, terapias (para seguir con el término) con
las que se pretende resolver los males de todo tipo que los gobiernos provocan
y sufre la sociedad.
Sin embargo, ¿cuántos humanos y untermenschen sucumbieron a la ciencia experimental del horror
nacional-socialista? ¿Y qué decir de los 215.000 japoneses muertos ipso facto en Hiroshima y Nagaski por una
ciencia tan eficaz en guerra fría como caliente? Y, en esta línea, ¿cuántos
millones de muertos fueron necesarios en la URSS, China o Camboya para saber
que el socialismo científico, ¡científico, colega!, sí que era un fraude letal?
Por lo demás, al otro lado del espectro, ¿el ultraliberalismo de Wall Street o
de cualquier médula financiera no tiene nada que ver con los más de 15 millones
de cadáveres por subalimentación al año o con una biodevastación difícilmente
reversible? Bueno, ya, ya, para qué más, el planeta con su magna ciencia está
hecho unos zorros, y sobre ideólogos de aquí o de allá, ya lo dijo Charles Bukowski,
“sólo un zoquete tiene bolsas llenas de consejos y respuestas a todas las preguntas”.
Lo que llama la
atención, por contraste, es que en nuestros días (y se trata sólo de un ejemplo),
el simple anuncio de una charla (no digamos ya un seminario) sobre homeopatía en
la alma mater sirve para que se rajen
las vestiduras impolutas del establishment
científico-racionalista. En el entendido de que sólo si se permite la prédica
entarimada de las batas blancas y código de la UNESCO, sólo así, debidamente
homologada, la verdadera Verdad (única, cristalina, perfecta) estará a salvo de
aviesos timadores y cien por cien segura. Gaudeamus
igitur. ¿Te enteras, pichón? Con su certificado de legalidad y toda la
pesca. Nada de heterodoxia, doctores Jekyll o desviación. Aunque, sin duda, lo
más paradójico, es que si apeláramos a lo que se suele entender por ciencia fetén,
habría que disolver las facultades de Humanidades (en bancarrota por su
parcialidad) y casi a la mitad de Naturales (por demasiadas soluciones ad hoc), ¿no? Porque, a estas alturas, es
autoevidente que hablar de “ciencia histórica”, “ciencia jurídica”, “ciencia política”
o “ciencia económica” no es garantía de que cada una de ellas al tratar un problema
el diagnóstico sea igual ni que, por supuesto, las propuestas resulten unánimes.
O sea, que todo el rollo de la
batalla de Covadonga, la existencia de Viriato o la espada del Cid mejor
dejarlo pendiente, como Miguel-Anxo Murado ha dejado claro, junto a otros
“hechos”, en La invención de pasado.
Y todo eso por no hablar de la macroeconomía anti-crisis, las biopsias rentables,
la obligación de obediencia o la falacia naturalista. De modo que, al margen de
su cuestionable cientificidad, todo lo que se filtra por Bolonia es Ok, mientras que la acupuntura milenaria, el ayurveda no
menos antiguo o la naturopatía de antes y ahora, caca de la vaca. Placebo,
dicen… Pues ¿por qué no me sanas el cuerpo y/o la mente con un poco de placebo,
por favor?... Pero si todo un ejército de politólogos no se enteró de la caída
del muro de Berlín. ¿Y hoy? Poco consenso acerca de lo que pasa en Catalunya o
Venezuela, ni sobre lo que se tiene que decir o hacer.
Malamente (eso es) (así sí)
Malamente (tra, tra)
Mal, muy mal, muy mal, muy mal,
muy mal (mira)
Malamente (toma que toma)
(‘amonó)
¡Vamos, hombre! ¿A que sí, pichón?
Juan Claudio Acinas
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