jueves, 10 de enero de 2019

EL FIN DE LOS TELEDIARIOS


EL FIN DE LOS TELEDIARIOS
DAVID TORRES
En Cuatro han decidido prescindir de los telediarios porque con First Dates ya dan suficiente información de cómo va el mundo. Entre los consejos aúlicos de Carlos Sobera instruyendo a las futuras parejas sobre rituales de apareamiento y los psicoanálisis de urgencia del camarero argentino, la audiencia puede darse con un canto en los dientes. Un día de estos podrían llevar al restaurante a Moreno y Marín (o Marín y Moreno, tanto monta) para que arreglasen cenando sus diferencias sobre el futuro gobierno de Andalucía, con el ex juez Serrano de Vox escondido debajo de la mesa, dando patadas y haciendo manitas.

Por lo demás, hace ya mucho que los telediarios sucumbieron a la cultura del espectáculo, desde que decidieron incluir al lado del habitual cargamento de noticias amplios reportajes sobre pases de moda y resúmenes de media hora sobre la jornada futbolística del domingo, sin olvidar jugosos avances de los próximos fichajes y un repaso a los mejores chistes en twitter sobre el finiquito de Mourinho. Un periodismo que habla de Florentino Pérez exclusivamente como presidente del Real Madrid en lugar de como anomalía de la justicia ya ha dicho todo lo que tenía que decir sobre Florentino Pérez, sobre el Real Madrid, sobre la justicia y sobre el periodismo.

Sospecho que la decadencia de los telediarios empezó a mediados de los ochenta, en el momento exacto en que obligaron a Felipe Mellizo, al final del informativo de la segunda cadena, a presentar un video de gilipolleces, tropezones y caídas tontas de jugadores de la NBA. Felipe Mellizo, que era un locutor genial de la vieja escuela, con gafas repletas de dioptrías y cara de científico loco, se ajustó la corbata y dio paso al video con estas palabras u otras parecidas: “Y ahora uno de esos videos que tanto les gustan a los americanos, donde se ve a gente adulta cayéndose por el suelo y haciendo el tonto. Vean, vean qué bonito”. No sé si fue por eso que los desterraron de la televisión o por el modo en que anunció el estado de salud del Papa Juan Pablo II unas semanas después del atentado que casi le cuesta la vida: “El Papa mejora. Ya toma alimentos semisólidos. O semilíquidos, según se mire”.

A fuerza de meter con calzador estupideces en los telediarios para tratarlas con el rango de noticias serias, las noticias serias han acabado por ser tratadas como estupideces. Puede que esta tendencia no sea más que un reflejo de la realidad actual, devorada por especímenes como Donald Trump, Pablo Casado, Matteo Salvini o Santiago Abascal, que parecen sacados de un tebeo de Mortadelo. O quizá sea que a la realidad le ha dado por imitar a los telediarios. El otro día, en mitad de uno, una locutora dijo muy seria “Ahora presten atención” para anunciar un video casero del incendio de Badalona en que se veía a una pobre mujer precipitándose desde el quinto piso. No fuese a ser que nos perdiéramos la jugada. Difícilmente el periodismo puede caer más alto.

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