LA PUERTA NEGRA
CRISTINA COVO
En el año 2002, un iniciado rodó
una película llamada La puerta
negra.
La historia cuenta
la aventura de cuatro amigos
que se reúnen para celebrar una misa negra. La desgracia se ceba poco a
poco con cada uno de los celebrantes, incluso con aquellos que tratan de profundizar en las
vidas de los que participaban en semejante ritual.
La puerta es un umbral conectado a otra dimensión, la caída del ser humano en la más bestial de sus
acepciones. Nada ocurre por azar, todo tiene una causa, un
aspecto, una correspondencia que el ojo del espectador es capaz de percibir entre líneas.
El silencio insoportable de
la muerte, la crueldad de sus escenas,
nos recuerdan la tiranía de ciertas personas,
que al igual que aquellas mentes satánicas, desfilan por el
escenario funambulista de nuestro mundo. El zarpazo de éstos es brutal a la vez que in demostrable, siempre cebandose en los
indefensos, en los crédulos
e ignorantes que pisan terrenos
sin imaginar siquiera lo que
en ellos se está desarrollando.
Mi abuela decía “el
demonio anda suelto por el mundo”.
Me habría gustado no haberlo
tenido que comprobar personalmente y sin embargo la frase no se forja a humo
de pajas. Mi mayor deseo
ante todo es escapar del círculo, sentirme libre de los calumniadores , las mentes criminales, los que
urden tejidos en las mismas
entrañas de la noche, las almas
turbias y emponzoñadas.
Escapar de la bestia no es nada fácil, teniendo en cuenta la
natural inclinación que tienen
ciertas personas de dañar y destruir, tal vez envenenados por su propia
envidia, por la ira,
desnaturalizadas todas ellas,
dadas a existir y moverse en ambientes recargados y
asfixiantes, como la sangre que baña este documental de cabo
a rabo.
Escapar, escapar, escapar,... La palabra como un taladro perfora mis sienes, mientras
los perros miserables siguen
aullando en otra dimensión y otra realidad más allá de nuestro entendimiento.
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